El Magreb, nuestro desaf¨ªo del Sur
En un momento en que la opini¨®n p¨²blica espa?ola parec¨ªa ir habitu¨¢ndose a una guerra lejana, fr¨ªamente retransmitida por televisi¨®n, los atavismos de nuestra historia africana reaparecieron s¨²bitamente, y un sinf¨ªn de informaciones alarmantes trat¨® de confrontarnos con un Magreb en llamas. El subconsciente colectivo espa?ol de Annual, de Tarfaya y de la Marcha Verde resurgi¨® en forma de cr¨®nicas, art¨ªculos y comentarios en los que todo se mezclaba: la amenaza sur, los hipot¨¦ticos planes de nuestro Estado Mayor e incluso los peligros de una marea isl¨¢mica a punto de ba?ar nuestras costas. Pues bien, ni el Magreb est¨¢ en llamas ni la opini¨®n p¨²blica espa?ola va del todo descaminada.La situaci¨®n en el Magreb no es explosiva, ni tampoco radiante. Lo que sucede es que la crisis del Golfo ha acelerado los procesos de cambio pol¨ªtico-social en los pa¨ªses que lo componen. La sadamizaci¨®n un tanto m¨¢gica que ha sufrido la mayor¨ªa de la poblaci¨®n magreb¨ª puede explicarse en cierta medida por su deseo de manifestar de manera sint¨¦tica todo el c¨²mulo de frustraciones atesorado durante los ¨²ltimos a?os. Esta actitud de la opini¨®n p¨²blica magreb¨ª ha llevado a curiosos reequilibrios internos, en un intento de sus dirigentes de sublimar la dial¨¦ctica entre nacionalismo ¨¢rabe y solidaridad isl¨¢mica.
No cabe infravalorar la reacci¨®n de la opini¨®n p¨²blica espa?ola. El alarmismo informativo ha tenido como elemento positivo demostrar hasta qu¨¦ punto los espa?oles se cuestionan el futuro de un ¨¢rea que consideran fundamental para su propio devenir. De una actitud pasiva ante los acontecimientos b¨¦licos se ha pasado a otra de mayor inter¨¦s. El conflicto del Golfo ya no s¨®lo afectaba al ciudadano espa?ol por la zigzagueante subida o bajada de la gasolina, sino tambi¨¦n por la supuesta aparici¨®n de un foco de inestabilidad en nuestra frontera sur.
Y es que las relaciones entre Espa?a y el Magreb han sido siempre convulsas. Es por ello natural que en momentos de incertidumbre general nuestra opini¨®n p¨²blica se pregunte sobre su futuro, pero tambi¨¦n es l¨®gico que los responsables de gestionar los intereses espa?oles en la regi¨®n tratemos de explicar con el mayor grado de objetividad cu¨¢l es la situaci¨®n en estos pa¨ªses y c¨®mo se han visto o pueden verse afectados en el futuro los intereses espa?oles en esta zona.
Si el Mashrek vivi¨® el conflicto militarmente, el Magreb lo vivi¨® pol¨ªticamente. Aunque las sociedades magreb¨ªes no hayan sentido en su propia carne los devastadores efectos b¨¦licos, s¨ª han sentido amargura e impotencia ante lo que consideran una nueva humillaci¨®n del mundo ¨¢rabe. Parece como si esta curiosa inifitancia del Magreb a favor del pueblo de Irak y en contra de Occidente fuese inversamente proporcional a la distancia del epicentro del conflicto.
Recuperar espacio perdido
La crisis del Golfo ha servido a los Gobiernos del Magreb para tratar de recuperar el espacio pol¨ªtico interno que algunas de sus clases dirigentes estaban perdiendo. Hasta ahora, todos han conseguido sintonizar con sus opiniones p¨²blicas, e incluso han sabido capitalizar el sentimiento nacionalista tratando de cohesionar sociedades ¨¢vidas de una bandera movilizadora. No se plantean interrogantes a corto plazo, pero s¨ª desaf¨ªos a medio y largo plazo. Todos los pa¨ªses sin excepci¨®n deber¨¢n gestionar su propia poscrisis. Ninguno de ellos podr¨¢ ya ignorar la presencia de una opini¨®n p¨²blica hoy omnipresente.El Magreb no est¨¢ sobre un volc¨¢n. Las diferentes manifestaciones que se han producido durante las ¨²ltimas semanas s¨®lo demuestran que los pueblos desean protagonizar su propio destino. Tras la euforia de la independencia y el desencanto de los a?os ochenta, surge un albor de esperanza ante lo que consideran el umbral de una nueva etapa de su historia.
Desaf¨ªo es la palabra con la que topan cotidianamente las distintas clases pol¨ªticas y sociales magreb¨ªes. Es tambi¨¦n el t¨¦rmino m¨¢s repetido en los an¨¢lisis espa?oles sobre esta regi¨®n. Tanto Espa?a como el Magreb viven enfrentados a m¨²ltiples y extraordinarios retos ante un futuro com¨²n. La salvaguardia de los intereses espa?oles en la regi¨®n depender¨¢ de forma directa del grado de desarrollo de nuestros vecinos. Crear prosperidad y estabilidad en el Magreb es asegurar paz y seguridad en Espa?a. Permitir la inestabilidad y el subdesarrollo en el norte de ?frica es invertir a favor de crisis indeseadas y de una conflictividad que, queramos o no, nos ser¨¢ exportada.
La diplomacia espa?ola acepta estos retos y se enfrenta a ellos siguiendo estas dos premisas: garantizar la defensa y salvaguardia de nuestros intereses y manifestar con claridad la solidaridad pol¨ªtica y econ¨®mica hacia una regi¨®n con lit que nuestro pa¨ªs posee especiales v¨ªnculos de toda ¨ªndole.
Convendr¨ªa subrayar lo mucho que se ha avanzado durante los ¨²ltimos a?os por establecer un marco de estabilidad en las relaciones hispano-magreb¨ªes. Precisamente los efectos de la actual crisis han revelado la profunda interdependencia que existe entre Espa?a y el norte de ?frica. Ese anhelado entramado de intereses se ha ido tejiendo, y hoy d¨ªa podemos contemplar la existencia de una amplia red de intereses comunes (interconexi¨®n el¨¦ctrica, gasoducto, di¨¢logo pol¨ªtico institucionalizado, etc¨¦tera). El proyecto de convertir unas relaciones sujetas a crisis c¨ªclicas en otras m¨¢s normalizadas parece ir por buen camino, pero s¨®lo ser¨¢ viable si la empresa se culmina en un esp¨ªritu de corresponsabilidad. Por tanto, debe quedar claro que no existe una amenaza del Sur, sino simplemente un apasionante desaf¨ªo.
Desaf¨ªo pol¨ªtico: garantizar un marco institucionalizado que evite la aparici¨®n de eventuales crisis. El futuro acuerdo de vecindad y cooperaci¨®n que se negociar¨¢ con Marruecos podr¨¢ ser modelo de otros con los restantes pa¨ªses de la zona.
Desafio econ¨®mico: alcanzar una zona de codesarrollo y prosperidad conjunta mediante el establecimiento de un progresivo entramado de intereses mutuos. La voluntad de asegurar nuestros intercambios econ¨®micos estrat¨¦gicos (pesca, fosfatos, hidrocarburos) deber¨¢ compaginarse con un apoyo financiero espa?ol que complemente los esfuerzos que de todos estos pa¨ªses en pro de su desarrollo.
Desafio socio-cultural: crear puentes entre nuestras dos sociedades y aproximar culturas que desgraciadamente hoy caminan hacia un progresivo divorcio. El eventual incremento de las corrientes islamistas no debe retraer los actuales esfuerzos por crear espacios culturales conjuntos. Espa?a es el pa¨ªs europeo que cuenta con mayores posibilidades de comprender mejor estas nuevas pautas culturales. Xenofobia y racismo tendr¨¢n que ser combatidos en ambas orillas. Deber¨¢ garantizarse un tratamiento digno y respetuoso a los ciudadanos espa?oles en el norte de ?frica y a los magreb¨ªes en Espa?a.
El papel de Espa?a
La respuesta de nuestro pa¨ªs a este triple desaf¨ªo no debe partir exclusivamente del Gobierno o de la Administraci¨®n central. Se requiere un mayor compromiso de toda la sociedad espa?ola. La opini¨®n p¨²blica tiene todo el derecho a reclamar del Gobierno una gesti¨®n eficaz de los intereses espa?oles, pero ¨¦ste tambi¨¦n debe poder contar con una mayor sensibilizaci¨®n de los distintos agentes econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos del pa¨ªs.Por ¨²ltimo, y sobre todo, para ganar la paz en esta regi¨®n, Espa?a no debe afrontar este desallio en solitario. Ha de hacer del reto una empresa conjunta. La complejidad de los problemas y su interdependencia hacen que nuestra acci¨®n en la zona deba insertarse en un contexto regional m¨¢s amplio. Como miembro activo y relevante de la Comunidad Europea, Espa?a tiene un papel propio y espec¨ªfico que desempe?ar en la imprescindible tarea de aproximar Europa al Magreb. Las recientes iniciativas mediterr¨¢neas, tanto la denominada cuatro m¨¢s cinco como la m¨¢s ambiciosa y global de una Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en el Mediterr¨¢neo (CSCM), ser¨¢n instrumentos esenciales a la hora de aportar mecanismos de distensi¨®n y de estabilidad a una regi¨®n vital para el devenir de Espa?a.
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