Una enfermera francesa invent¨® a un falso pintor espa?ol cuyas obras se vendieron por centenares
La televisi¨®n brit¨¢nica descubre hoy la historia de una impostura tejida sobre Antonio Huberti
La euforia especulativa de los mercados de subastas de todo el mundo, aliada con el esp¨ªritu empresarial de una enfermera y la escasa profesionalidad de una firma de subastas de Par¨ªs, hizo posible en 1987 el descubrimiento de un inexistente genio espa?ol de la pintura capaz de ocupar plaza en el olimpo cubista junto a Picasso y Braque. Un programa de la televisi¨®n brit¨¢nica descubre esta noche la historia de la impostura tejida en torno a un tal Antonio Huberti por la francesa Brigitte Menais.
A finales de 1988, en plena fiebre especulativa de van goghs, renoirs y picassos, la casa de subasta parisiense de Claude Robert sac¨® al mercado 246 piezas de Antonio Huberti, un pintor catal¨¢n descubierto el a?o anterior en un rastro de Par¨ªs en el que algunos de sus cuadros se vendieron en unas 40.000 pesetas.El cat¨¢logo de la subasta hab¨ªa sido preparado por Brigitte Menais, una antigua enfermera de algo m¨¢s de 30 a?os, que escrib¨ªa de un Huberti nacido en Barcelona, que viaj¨® a Par¨ªs en sus a?os j¨®venes y frecuent¨® los mismos c¨ªrculos que Picasso y el resto de aquellos vanguardistas; un hombre que sufri¨® por su arte y al que todav¨ªa no se le hab¨ªa reconocido su capacidad creativa, a la par de la de otros genios como se pod¨ªa comprobar con s¨®lo comparar las obras en subasta con los detalles de lienzos cubistas de Braque o Picasso. La subasta fue un ¨¦xito, si no en precios, s¨ª en ventas: la totalidad de las obras fueron adjudicadas a un precio medio de casi 200.000 pesetas.
Menais y Robert estaban encantados, y la descubridora sigui¨® colocando obras de Huberti a galeristas y subastadores... hasta que uno sospech¨® de este misterioso artista desconocido y encarg¨® a un experto estudiar sus obras. El montaje se vino abajo: el ¨®leo era reciente y las esculturas estaban cubiertas con pintura acr¨ªlica que no apareci¨® en el mercado hasta los a?os cincuenta.
En la galer¨ªa Marumo de Par¨ªs, en el 243 de la Rue de St. Honor¨¦, Antonio Huberti ha expuesto en m¨¢s de una ocasi¨®n, nunca en solitario, y el encargado, muy amable, no tuvo ayer ning¨²n inconveniente en mostrar tres telas de peque?o tama?o, sin fechar y firmadas por Huberti. "Es un hombre mayor, de algo m¨¢s de 80 a?os", dijo. "Brigitte Menais nos lo present¨® como un viejo amigo de sus padres, que lo hab¨ªan acogido en su casa, en el campo, durante la II Guerra Mundial".
En la galer¨ªa Marumo atribuyen el descubrimiento y autentificaci¨®n del "mito Huberti" a Brigitte Menais, la enfermera, y a ma?tre Rogent, el especialista que contribuy¨® a sacarlo del taller y a llevarlo hasta una sala de subastas. Su obra es calificada como post-cubista. Brigitte Menais, que prefiere dejar para m¨¢s adelante todas las precisiones jur¨ªdicas que exige la situaci¨®n, no tuvo ning¨²n inconveniente en afirmar, telef¨®nicamente, que "Globermann y Huberti son una misma persona. La primera existe, la segunda es un seud¨®nimo".
Una pistola
James Kent, director del programa brit¨¢nico de la serie For love or money, que esta noche emite Channel Four, abord¨® el caso tras sentirse intrigado por otro realizado por la televisi¨®n francesa que no lleg¨® a ninguna conclusi¨®n. Sus pesquisas le llevaron a una modesta vivienda en el sur de Par¨ªs en la que un hombre le recibi¨® con una pistola y neg¨® todo conocimiento de Huberti. M¨¢s tarde fue posible establecer contacto con su novia, Brigitte Menais, que confes¨® que el artista no exist¨ªa. y que ella no hab¨ªa hecho sino inventar una personalidad rom¨¢ntica y un seud¨®nimo para las obras producidas por un anciano pintor que viv¨ªa en la misma casa, vivienda en cuyo s¨®tano operaba un estudio de pintores, algunos estudiantes.
Bernard Globermann ha sido entrevistado por el londinense Sunday Express. "No me encuentro lo suficientemente bien como para trabajar mucho", dice este hombre de 84 a?os, antiguo peletero y autodidacta, que ya pintaba en tiempos cubistas y que desde 1987 Firma sus cuadros con el nombre de Huberti.
Kent reconoce que hay un gran montaje -se han vendido ya cientos de obras, y Menais dice que tiene guardadas alrededor de otras 500-, pero no sabe hasta d¨®nde llegan las eventuales implicaciones delictivas. "El cat¨¢logo est¨¢ escrito con mucho cuidado; en ¨¦l nunca se dice que sean obras cubistas, aunque el asociar los cuadros de Huberti con Braque y Picasso est¨¢ orientado a establecer esa relaci¨®n", dice.
En un primer momento, el encargado de la galer¨ªa Marumo de Par¨ªs no parec¨ªa tener ninguna duda sobre la identidad del pintor; luego, las afirmaciones se hicieron relativas: "?l dijo llamarse as¨ª, Antonio Huberti, y no se nos ocurri¨® pedirle que nos mostrara el carn¨¦ de identidad". En la galer¨ªa, ayer, nadie hab¨ªa le¨ªdo a¨²n el art¨ªculo del Sunday Express, pero despu¨¦s de unos pocos minutos de conversaci¨®n no tuvieron inconveniente en admitir que "desde hace dos a?os las obras que llevan el nombre de Huberti resultan casi imposibles de vender porque est¨¢n rodeadas de un clima de desconfianza. En Marumo compramos algunos para intentar que ese clima cambiase de signo".
Las telas que hubiesen debido servir para dar nueva credibilidad art¨ªstica y mercantil a Antonio Huberti son collages hechos con papel de peri¨®dico amarillento y en los que predominan rojos oscuros o amarillos un poco terrosos. Podr¨ªan ser de Braque, de Picasso o de Gris, al menos para un lego en la materia. Dentro de la composici¨®n cubista aparece, muy clara, la figura, trazada con cuatro gruesas rayas negras, de un rostro.
Babelia
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