Un Haendel sin excesos
La subida a escena de la ¨®pera Rinaldo , de Haendel, a los 280 a?os de su estreno, supone todo un acontecimiento. Nuestro pa¨ªs ha Ignorado sistem¨¢ticamente al gran operista del Barroco y resulta in¨²til bucear en el repertorio de los teatros l¨ªricos de Madrid, Barcelona, C¨¢diz o Valencia: el nombre de Haendel no aparece. Lo encontramos t¨ªmidamente representado en el archivo musical de Palacio y en el del infante don Francisco de Paula con algunos fragmentos l¨ªricos y religiosos. Hasta 1966, con las representaciones de Julio C¨¦sar en M¨¦rida y Madrid, nuestro p¨²blico no entr¨® en contacto con un compositor que dedic¨® a la ¨®pera buena parte de su potencia creadora.Algo de nuestro gozo se fue al c¨¦lebre pozo pues Teresa Berganza, que deb¨ªa interpretar el personaje central de Rinaldo, suspendi¨® por enfermedad. El rumor o la ilusi¨®n nos dice que quiz¨¢ cante en alguna representaci¨®n, lo que elevar¨ªa notablemente el nivel de un montaje y una versi¨®n musical tan considerable como el alcanzado en el teatro de la Zarzuela.
Rinaldo
Libro de Aaron Hill y Giacom Rossi, m¨²sica de Haendel. Producci¨®n del Teatro Municipal de Romolo Valli, Reggio-Emilla. Direcci¨®n esc¨¦nica, escenarios, figurines y luces: Pier Luigi Pizzi. Direcci¨®n musical: A. Ros Marb¨¢.Int¨¦rpretes: T. Randle, C. Clarey, M. Bayo, Fernando Balboa, N. De Carolis, L. Watson, Ana Leoz, Ana Cid y Juan Pedro Garc¨ªa Marqu¨¦s. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 11 de abril.
Digamos sin tardanza que, en lo vocal, ha sido una joven voz espa?ola, la de la navarra Mar¨ªa Bayo (Almirena) lo mejor escuchado anteanoche. En la c¨¦lebre aria lascia chi'lo pianga, algunas veces agregada a Julio C¨¦sar como en la versi¨®n de Giavazzeni en la Scala, 1957, dio medida de su capacidad expresiva, de su precioso frasear, de su saber intimizar las emociones o, por decirlo en lenguaje monteverdiano, de "cantar las pasiones".
Color
Otro protagonista fundamental de la noche: el, director Antoni Ros Marb¨¢ que nos dio un Haendel sin excesos historicistas pero en la l¨ªnea hoy imperante a la hora de abordar la m¨²sica barroca. El grupo de la Sinf¨®nica de Madrid, con el a?adido de las flautas de pico y el bajo continuo a cargo de la clavecinista Melanie Thiebaut, el tiorbista Juan Carlos Mulder y la violista de gamba Itz¨ªar Atutxa, incorporaron lo que podr¨ªamos denominar "el color de la historia" . En general, Ros Marb¨¢, supo convertir a los sinf¨®nicos en un conjunto especializado que se vio obligado a tocar de otra manera y lo hizo con alta calidad.Tercero y principal¨ªsimo protagonista fue el director esc¨¦nico milan¨¦s Pier Luig¨ª Pizzi, un extraordinario y refinado talento, que estiliz¨®, en el reducido ¨¢mbito de la Zarzuela, lo que de teatral tienen este tipo de ?peras y que reside, frente al estatismos de los libretos, en la din¨¢mica de la m¨²sica, tal y como el mismo Pizzi declara. De la partitura se deriva la acci¨®n y las im¨¢genes comunicativas dilucidadas esta vez a trav¨¦s de una maquinaria humanizada por el regista italiano al mostrarnos, convenientemente cubiertos con vestidura negra, el trabajo de un equipo de mimos que traen y llevan a los personajes estatuarios, que mueven las amplias capas de seda y que mantienen un movimiento continuo de la escena como si de un gran ballet se tratara.. Se ganaron, con la Bayo y Ros Marb¨¢, las m¨¢s largas ovaciones.
Cyrithia Clarey fue un Rinaldo digno de aplauso y hasta brillante; Lillian Watson una Armida de gran car¨¢cter y consumado arte teatral, mientras Goffredo (Thomas Randle) y Argante (Natalis de Carolis), acusaron escasa belleza vocal e imprecisiones en la t¨¦cnica y en la afinaci¨®n. Como la ¨®pera tiene mucho de magia, puede convertirse en buena, gracias a unos Factores principales, una representaci¨®n que s¨®lo lo fue en los aspectos subrayados. Ning¨²n mel¨®mano debe perderse este Rinaldo, recibido con gran entusiasmo.
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