Construir la izquierda europea
F. F. BUEY y J. TR¨ªAS VEJARANO
?Existe una izquierda europea? Es notorio que en Europa existen dos movimientos de izquierda, pero de lo que no se puede hablar es de una izquierda europea como realidad articulada pol¨ªtica y organizativamente, tal como se ha revelado con ocasi¨®n de la crisis del Golfo. ?Sobre qu¨¦ ejes avanzar en su articulaci¨®n?Para muchos que se reclaman de la izquierda, el capitalismo es hoy su ¨²nico horizonte; admiten, impl¨ªcita o expl¨ªcitamente, que ¨¦ste es el mejor de los sistemas posibles o que no existe alternativa frente a ¨¦l. Nosotros no compartimos esta posici¨®n. Ahora bien, debemos partir de la constataci¨®n de que, en t¨¦rminos generales, la crisis de los setenta y los procesos de reestructuraci¨®n puestos en marcha corrido consecuencia de ella se han ido saldando positivamente para los intereses dominantes. El capitalismo, aunque no de forma uniforme y sin dificultades., ha ido recomponiendo su sistema productivo y recuperando la tasa de ganancia. Se ha dado una p¨¦rdida de posiciones y, retrocesos en las conquistas de la clase obrera de los pa¨ªses capitalistas centrales. Los movimientos de liberaci¨®n del Tercer Mundo conocen grandes dificultades. Por ¨²ltimo, se ha producido la crisis y el hundimiento de los pa¨ªses del llamado socialismo real.
El optimismo inicial suscitado por los procesos de movilizaci¨®n y democratizaci¨®n en estos pa¨ªses no puede ocultar que el resultado de la liquidaci¨®n de esos reg¨ªmenes es un desplazamiento hacia el Este de las fronteras del capitalismo. Las elecciones que se han venido celebrando han supuesto, por regla general, un triunfo de las fuerzas conservadoras; no s¨®lo perdieron los partidos vinculados a los antiguos comunistas, sino tambi¨¦n los socialdem¨®cratas, que esperaban beneficiarse de su hundimiento. El resultado es especialmente negativo para los pa¨ªses del Tercer Mundo y m¨¢s concretamente para los movimientos de liberaci¨®n nacional, privados no s¨®lo de la ayuda que aquellos reg¨ªmenes proporcionaban, sino sobre todo del contrapeso que representan frente a Estados Unidos.
De ah¨ª que en el plano internacional hayamos pasado de la bipolaridad a una situaci¨®n en que el dominio pol¨ªtico de EE UU no encuentra contrapeso, lo cual se ha manifestado con una especial agudeza en Latinoam¨¦rica: la invasi¨®n de Panam¨¢, hipoteca sobre las elecciones nicarag¨¹enses, las amenazas a Cuba. La crisis del Golfo pone de relieve el papel de EE UU como garante del orden capitalista mundial. Si desde el punto de vista econ¨®mico ¨¦ste tiene tres centros -Jap¨®n, la CE, y en ella Alemania, y EE UU-, los ¨²ltimos, pese a sus dificultades econ¨®micas, mantienen una hegemon¨ªa basada cada vez m¨¢s en su funci¨®n pol¨ªtico-militar.
La hegemon¨ªa del capital tiene otras manifestaciones. Desde el punto de vista ideol¨®gico cultural se afirman los valores del m¨¢s rancio liberalismo. La modernizaci¨®n es el t¨¦rmino bajo el que se esconden la reestructuraci¨®n capitalista, el ata que a los mecanismos de correcci¨®n e instrumentos de defensa de la clase obrera y las capas populares: el Estado del bienestar, regulaci¨®n del mercado de trabajo, sindicalismo de clase, etc¨¦tera. Partidos que se proclaman reformistas, socialdem¨®cratas, promueven pol¨ªticas de ajuste neoliberales que no difieren sustancialmente de las llevadas a cabo por fuerzas declaradamente conservadoras. El capitalismo asume hoy la bandera de la democracia, pero ¨¦sta se suele reducir a la existencia de elecciones formalmente competitivas. Aun en los pa¨ªses de mayor tradici¨®n, democr¨¢tica asistimos al desarrollo de mecanismos de control de los ciudadanos, a la aparici¨®n de fen¨®menos de racismo legal bajo el manto de la legislaci¨®n antiterrorista y antidroga, de leyes de inmigraci¨®n o extranje r¨ªa. La democracia se detiene a la puerta de la empresa. La con signa de desregulaci¨®n se traduce en el plano cultural con una creciente regulaci¨®n de la comunicaci¨®n por los monopolios que la controlan. La afirmaci¨®n triunfalista del capitalismo no puede ocultar los efectos devastadores del sisterr¨ªa. La reestructurac¨ª¨®n es al mismo tiempo desestructuraci¨®n. Basta evocar lo que no hace mucho E. Mandel denominaba "los cuatro jinetes del Apocalipsis": aniquilaci¨®n nuclear, destrucci¨®n del ecosistema la biosfera, hambre en el Tercer Mundo y empobrecimiento masivo entre las v¨ªctimas de la sociedad dual del hemisferio norte. Antes del pasado verano pudo pensar se que la primera podr¨ªa alejar se gracias a las iniciativas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica; hoy, si no bajo la forma de aniquilaci¨®n nuclear, el espectro de la guerra ha vuelto a aparecer cemo consecuencia de la crisis del Golfo. Precisamente, esta guerra ha puesto de relieve los l¨ªmites de la autonom¨ªa europea respecto a EE UU, as¨ª como las nuevas funciones de la OTAN y la UEO de servir de centro de coordinaci¨®n e intervenci¨®n pol¨ªtico-militar en defensa del orden imperial vigente frente a las acciones de los pa¨ªses del Tercer Mundo. Al mismo tiempo ha llamado la atenci¨®n la firmeza de los Gobiernos europeos frente a la acci¨®n iraqu¨ª, en contraste con la observada ante las intervenciones y ocupaciones de EE UU e Israel de Granada y Panam¨¢, de Cisjordania y Gaza.
Por lo que se refiere a la construcci¨®n europea, el curso de los hechos ha confirmado lo deducido del contenido del Acta ¨²nica, que mientras establece de forma imperativa lo concerniente al mercado ¨²nico europeo formula como simples recomendaciones lo que se ha dado en llamar la Europa social. Tenemos, asimismo, las resoluciones del pasado a?o de la Comunidad restringiendo la inmigraci¨®n de los trabajadores del Tercer Mundo. En definitiva, si las cosas siguen como hasta ahora, el resultado ser¨¢ una Europa en la que se reproducir¨¢n, a escala ampliada, los desequilibrios sociales y territoriales de los Estados miembros; acorazada en la defensa de una situaci¨®n privilegiada respecto del Tercer Mundo, en la que se alentar¨¢n fen¨®menos de racismo y xenofobia; aliada con EE UU en la defensa del orden vigente.
Frente a esta realidad, ?qu¨¦ hacer? Somos conscientes de las dificultades presentes para una acci¨®n de car¨¢cter transformador. Al contrario de otras coyunturas, el grado de movilizaci¨®n es, en general, bajo, y, como la experiencia hist¨®rica acredita, sin movilizaci¨®n social no hay acci¨®n transformadora. Lo decimos frente a la tentaci¨®n de primar en exceso programas, acciones institucionales y acuerdos cupulares entre organizaciones. El paro, la precarizaci¨®n del trabajo, la descentralizaci¨®n del proceso producti-
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vo, los cambios en la composici¨®n de la clase obrera con p¨¦rdida de peso de los que tradicionalmente fueron sus sectores centrales, agravan las condiciones de la acci¨®n sindical y obrera. Los nuevos movimientos sociales atraviesan tambi¨¦n dificultades.
Para nosotros el campo de acci¨®n hoy debe ser el europeo, no por eurocentrismo, sino por estimar que los problemas y soluciones exigen una intervenci¨®n en ese plano y no exclusivamente en el nacional -estatal. Una Europa no limitada a la CE. En concreto, pese a los resultados electorales, existen en los pa¨ªses hasta hace poco del socialismo real fuerzas sociales y pol¨ªticas susceptibles de ser implicadas en una acci¨®n transformadora, que probablemente ser¨¢n estimuladas a medida que se hagan sentir los efectos de su integraci¨®n en el orden capitalista, lo que tambi¨¦n plantea una serie de problemas a los pa¨ªses de la CE.
?ltimamente parece como si todo el problema de la izquierda en Europa se redujese a la reconversi¨®n o, m¨¢s simplemente, a la disoluci¨®n de los partidos comunistas y a su vinculaci¨®n a la Internacional Socialista, a la que se presenta como la casa com¨²n. Hay, ciertamente, una crisis de los partidos comunistas, pero tampoco la situaci¨®n de la socialdemocracia est¨¢ exenta dedificultades. El retroceso de las posiciones anticapitalistas la ha afectado, como lo acreditan los resultados de las elecciones en el Este. En quiebra lo que constituy¨® el eje de su pol¨ªtica en la anterior fase, es decir, el Estado del bienestar, se encuentra o bien a la defensiva o realizando pol¨ªticas de ajuste de corte neoliberal. La ambig¨¹edad que ha presidido hist¨®ricamente su posici¨®n frente al imperialismo se ha manifestado con ocasi¨®n de la guerra del golfo P¨¦rsico, en la que Gobiernos dirigidos por socialistas no han dejado de participar de las posiciones belicistas de EE UU. Hay que recordar la presencia en la Internacional Socialista del Partido Laborista israel¨ª, colaborador de la pol¨ªtica de agresi¨®n al pueblo palestino.
Estamos por la convergencia de las izquierdas europeas, aunque actualmente sea dif¨ªcil la colaboraci¨®n con muchos sectores de la socialdemocracia, habida cuenta de sus orientaciones y de las pol¨ªticas que practican. Pero hoy d¨ªa la incorporaci¨®n o vinculaci¨®n a la Internacional Socialista o a susexpresiones nacionales implicar¨ªa subalternidad, no s¨®lo por parte de los comunistas, sino tambi¨¦n de las fuerzas ligadas a los nuevos movimientos sociales.
A prop¨®sito hemos empleado el plural para poner de relieve la realidad diferencial de unas izquierdas europeas, que no debe ser eliminada. En consecuencia, pensamos en la necesidad de una articulaci¨®n que recoja no s¨®lo las viejas ramas del movimiento obrero -que tampoco se reducen a los partidos de la Internacional Socialista y a los comunistas de filiaci¨®n en la Tercera Internacional-, sino, asimismo, lo nuevo, que no es s¨®lo lo verde.
La articulaci¨®n no debe ser exclusivamente de fuerzas propiamente pol¨ªticas, sino tambi¨¦n sociales, y prever no s¨®lo formas de acci¨®n institucional. En efecto, hay que avanzar en la reflexi¨®n sobre las formas de intervenci¨®n pol¨ªtica, que gravitan en exceso sobre el eje electoral, institucional y partidista, o m¨¢s que sobre ¨¦ste, sobre las c¨²pulas de los partidos, lo que agrava la pasividad de los ciudadanos y tiende a ampliar el distanciamiento entre sociedad civil y Estado. En ¨²ltima instancia, la misma forma partido debe ser objeto de consideracl¨®n, aunque todav¨ªa no se vean claras las alternativas.
Para avanzar, se deben abrir foros de debate, crear plataformas de expresi¨®n, buscar mecanismos de movilizaci¨®n y articulaci¨®n, dibujar l¨ªneas de acci¨®n sobre la base de una serie de propuestas que, por razones de extensi¨®n, nos limitamos a esbozar:
1. Un modelo de desarrollo alternativo basado en los intereses y necesidades de la mayor¨ªa a la par que respetuoso de los equilibrios ecol¨®gicos, que rompa con la l¨®gica del beneficio hoy dominante.
2. La revalorizaci¨®n y liberaci¨®n del trabajo, entendido no exclusivamente como pleno empleo y reducci¨®n del tiempo de trabajo, sino como calidad del mismo, control del proceso productivo y gobierno de la econom¨ªa por los trabajadores.
3. La feminizaci¨®n del suje,to transformador que vaya m¨¢s all¨¢ de la simple igualdad jur¨ªdica y que tenga como eje el aporte espec¨ªfico que el sujeto mujer hace al proyecto emancipador.
4. Una nueva cotidianidad que suponga una redefinici¨®n de las necesidades, un reparto del trabajo que incluya el dom¨¦stico, y el gobierno del tiempo.
5. Una democracia que ampl¨ªe los espacios de intervenci¨®n y control de los ciudadanos y que supere la reducci¨®n de lo pol¨ªtico a lo electoral e institucional.
6. Una apuesta real por la paz que conlleve la disoluci¨®nde los bloques militares y de los organismos vinculados a ellos (OTAN, UEO), la reducci¨®n radical de los arsenales militares nucleares y convencionales y la reconversi¨®n de la industria militar.
7. Una Europa de los pueblos, los ciudadanos y los trabajadores no reducida a la actual CE, rechazando el proyecto de su conversi¨®n en una superpotencia m¨¢s.
8. Una edificaci¨®n europea ligada a la construcci¨®n de un nuevo orden econ¨®mico y pol¨ªtico internacional, que supere las relaciones de dependencia econ¨®micas y pol¨ªticas hoy predominantes.
9. Un combate contra cualquier manifestaci¨®n de racismo y xenofobia, no s¨®lo por consideraciones humanitarias y de solidaridad, sino porque Europa debe reconocer como un componente fundamental la pluralidad ¨¦tnica y cultural.
10. Un orden comunicacional que garantice los derechos de los ciudadanos a una informacl ¨®n no manipulada y evite la colonizaci¨®n cultural por las transnacionales de la comunicaci¨®n. Firman tambi¨¦n este escrito
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