Literatura y honor, 10 a?os despu¨¦s
Se cumplen 10 a?os de la muerte de Josep Pla. Millares de nuevos lectores se han sumergido en el caudal abundante y fluido de su prosa ¨²nica. Muchos no saben nada de Josep Pla fuera de lo que dicen sus pro las palabras escritas. Pero su escritura nos habla, ante todo, de la belleza de su lengua literaria, de la sencillez y, utilidad de su idioma, de la proximidad entre la vida y la literatura. Nos habla tambi¨¦n de la enorme influencia ejercida sobre el catal¨¢n literario y sobre el catal¨¢n que se utiliza. hoy en d¨ªa. Como nos habla de los mitos fundacionales de la Catalu?a actual.El vocabulario y la adjetivaci¨®n de la meteorolog¨ªa y de la cocina, el paisajismo descriptivo y los retratos de gentes que leemos en los peri¨®dicos o escucharnos en el informativo de televisi¨®n destilan Pla. La prosa period¨ªstica, los dietarios maduros y los dietarios prematuros, las novelas, los guiones del escaso cine y los guiones de la menos escasa televisi¨®n en catal¨¢n, la publicidad incluso, todo destila Pla. Los ensue?os sobre nuestras comarcas, con el Empord¨¢ al frente; los esterotipos sobre nuestros payeses y nuestros botiguers, nuestros viajantes de comercio y nuestros capitanes de empresa; las pullas m¨¢s celebradas sobre neocarlistas y arcaicos izqlnerdistas, las palabrotas de nuestros cabreos y los arrebatos l¨ªricos de nuestras rrieditaciones ¨ªntimas, casi todo est¨¢, en Pla. En Pla, y en muchos otros, naturalmente, pues la Irteratura es cosa colectiva, que se construye en el ir y venir entre el habla, la escritura y la lectura y en el entretejido de infinitas influencias.
Pero sin lugar a dudas, el mavor sintetizador de vocablos y de figuras literarlas, de im¨¢genes y de estereotipos de la literatura catalana es Josep Pla. Tambi¨¦n uno de los mayores creadores. Creador a partir de una pluma portentosa, deslizante, propia de un patinador del idioma ¨¢gil y potente como ning¨²n otro desde Raimon Llull, al decir de la mayor¨ªa de los especialistas. No un creador de laboratorio, sino un minero que extrae joyas del contacto y del conocimiento de las gentes y de los paisajes de su pa¨ªs y del mundo. Pla era un conversador, un tafaner o chismoso -periodista nato por tanto- irrefrenable que se interesaba por los entresijos del poder central y del poder local, de la editorial donde publicaba y de la farmacia y el estanco de cada uno de los pueblos de sucomarca. De todo ello extra¨ªa an caudal de sabidur¨ªa, de vocabulario y de artima?as que han regocijado, entretenido o simplemente emocionado a millares de lectores de todas las clases sociales y de todos los gustos culturales desde hace m¨¢s de 50 a?os.
Ese hombre, enamorado del oficio de escribir y enamorado por tanto de la lengua y del mundo, cultIvalba el escepticismo y la sana desfachatez de los grandes reaccionarios. Se obsesionaba por el dinero, aunque no pasaba de ser un discreto propietario rural. Amaba a las mujeres y como muchos grandes amadores exhib¨ªa una misoginia provocadora. Adoraba el orden antes que la justicia y ten¨ªa mayor debilidad por los hombres fuertes que por la democracia. Hac¨ªa. ascos de la mediocridad, pero odiaba a los fan¨¢ticos y a los m¨¢rtires. Y era definitivamente suyo, totalmente suyo.
Los nacionalistas m¨¢s puros vieron en ¨¦l a un traidor que cultiv¨® la lengua castellana y se conchab¨® con el enemigo centralista. Los izquierdistas, un fascista redomado. Los arc¨¢ngeles de la resistencia antifranquista, un colaboracionista primero, un oportunista despu¨¦s y un tibio descomprometido siempre. Ciertamente, fue autor de piezas period¨ªsticas ideol¨®gicamente inolvidables. Como tantos otros. Si no hubiera vivido de la literatura y se hubiera limitado a regentar sus propiedades, como otros hicieron con su tienda o su negocio, dejando la lengua y la militancia cultural para los domingos por la tarde y para el ¨¢mbi.to clandestino, nadie se habr¨ªa metido con ¨¦l, y quiz¨¢ hubiera i nu erto con mayores recon oci ni lentos p¨²blicos. Pero cometi¨® el flagrante pecado de popularidad, de encontrar lectores entre los franquistas y los antifranquistas, entre los nacionalistas y los espa?olistas, entre los nuevos conservadores y los viejos liberales, y fueron enjambre los inspectores de credenciales de patriotismo que se, abatieron sobre ¨¦l, sin percibir que quien estaba salvando de verdad la lengua, la literatura y retazos enteros de Catalu?a era el denostado escritor.
Se le neg¨® as? un galard¨®n, el Premio de Honor de las Letras Catalanas, que, por lo que dicen las bases y sus cuidadosos hermeneutas, se dir¨ªa creado ex profeso para ¨¦l, para no d¨¢rselo nunca. Corrieron cinco a?os de posfranquismo, ?dejando que se consumiera en su vejez y en su amargura. Muri¨®, y todos dijeron su admiraci¨®n y su tristeza. Pero Catalu?a, y tambi¨¦n Espa?a, est¨¢n en deuda, no tanto con ¨¦l -tan s¨®lo polvo, memoria y lecturas deliciosas- como consigo mismas, con su frustrada generosidad, con su dif¨ªcil asunci¨®n entera y completa del pasado y del presente, sin quiebras ni olvidos freudianos, con la reconciliaci¨®n verdadera, que no es la que comunican las palabras, sino los actos.
Ha llovido mucho desde que Josep Pla iniciara en Marsella o en San Sebasti¨¢n, durante la guerra civil, la trayectoria maldita de donde sus compatriotas extrajimos la hiel de la pol¨¦mica que le persigui¨® hasta la muerte. Entre tanto, todos los totalitarismos han ido encontrando su yunque y su martillo. Despu¨¦s de la perestroika y de la ca¨ªda del muro, tras la purga de unos y otros, tras el castigo y la penitencia, ?ser¨¢ Josep Pla todav¨ªa nuestra cuenta pendiente? Para los lectores, es decir para la mayor¨ªa, no, sin duda. Para algunos prebostes de la cultura y de la literatura, de la pol¨ªtica y de la liturgla patri¨®tica, quiza todav¨ªa.
Todo esto puede parecer muy obvio. Sobre todo cuando estamos hablando de cosas que ya no tienen remedio. Pero no est¨¢ de m¨¢s que con motivo de los recordatorios se haga peri¨®dico exorcismo contra la imbecilidad que suele acompa?ar a la naturaleza humana. Por eso ser¨ªa reconfortante para todos ahora, a los 10 a?os, con la aparici¨®n de nuevas y mejores biograf¨ªas, con la versi¨®n teatral de algunos de sus textos, con la exposici¨®n que patrocina el Col.legi de Periodistes de Catalunya, que pudi¨¦ramos confesar todo nuestro olvido, nuestra amnist¨ªa, nuestra pesadumbre incluso, y reconoci¨¦ramos al fin que pocas cosas honran tanto a una literatura y a una cultura, a un pueblo y a una patria, como la escritura tenaz y bella, los libros que se hacen leer y se convierten en populares, las palabras y las im¨¢genes que impregnan la vida de las gentes como la lluvia la tierra. Pla es desde hace muchos a?os el premio de honor de las letras catalanas. La ¨²nica pena es que no se lo dimos a ¨¦l, sino ¨¦l a nosotros.
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