Rafael Alberti regresa despu¨¦s de 45 a?os a la casa de Neruda en Isla Negra
Ni?os y campanas recibieron al poeta en una villa construida con versos
ENVIADO ESPECIALIncapaz de decepcionarse a s¨ª mismo, autoproclamado "poeta en la calle", Rafael Alberti, de 88 a?os, acudi¨® el pasado mi¨¦rcoles en Santiago de Chile a la manifestaci¨®n del Primero de Mayo, celebr¨¦ "la fiesta exclusiva de los trabajadores del mundo" recit¨¢ndoles una poes¨ªa y, sin detenerse, sigui¨® camino en coche hacia Isla Negra, a m¨¢s de 100 kil¨®metros de la ciudad. Despu¨¦s de 45 a?os, se produjo el reencuentro con la casa de Pablo Neruda: sentado junto al mar, pudo revivir "las inmensas explosiones de espuma del oc¨¦ano Pac¨ªfico contra las rocas que la circundan". Tres horas despu¨¦s regresaba a Santiago, en el d¨ªa m¨¢s intenso de su visita a este pa¨ªs.
Alberti ha cumplido los apretados programas diarios planificados en Argentina y Chile con paciencia y sentido del humor ante el acoso de los periodistas -"soy m¨¢s fotografiado que Chaplin"- y una fortaleza que sorprende a propios y extra?os. Mientras que su mujer, la profesora y especialista en su obra Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, m¨¢s de 40 a?os m¨¢s joven, luchaba contra el lumbago y el dolor de cabeza, su compa?ero se manten¨ªa firme y vigoroso.Nada m¨¢s llegar, el martes, el V Centenario, organizador del viaje, hab¨ªa preparado un encuentro con la prensa chilena. Alberti habl¨® poco de pol¨ªtica, aunque reivindic¨® con orgullo su propia figura de "poeta comunista". Al d¨ªa siguiente recit¨® desde la tribuna del Primero de Mayo un poema intencionado, A galopar.
La referencia a la dictadura que confisc¨® la casa volvi¨® en la evocaci¨®n que Alberti hizo del poeta Pablo Neruda, premio Nobel de Literatura en 1971, fallecido 12 d¨ªas despu¨¦s del golpe militar de 1973 contra Allende: "Fue uno de los gran des amigos excepcionales que he tenido. Pablo vivi¨® mucho en Espa?a, vivi¨® mucho en Madrid en la casa que yo le busqu¨¦, la casa de las flores; Pablo me regal¨® un perro maravillo so, que se llamaba Niebla y que hizo conmigo toda la guerra... En fin, la muerte de Pablo fue una cosa terrible, desgraciada, el que muriera de esa forma, encerrado en un sanatorio, su entierro casi prohibido, con su casa inundada, y el posterior intento de oscurecer su me moria hasta ahora, cuando Pablo adquiere su verdadera y grande dimensi¨®n para todos los chilenos".
"Pablo, imos haces falta"
La casa de Isla Negra, abierta al p¨²blico el 24 de abril de 1990, est¨¢ situada en un paraje impresionante, rodeada de pinos cipreses y mirando al mar sobre una ladera muy penciente cubierta de plantas. En la valla de madera que rodea el jard¨ªn la gente que iba all¨ª cuando estaba sellada ha grabado innumerables frases: "?Hola, mar! El poeta saluda tus brazos erizados", o "Pablo, en estos d¨ªas nos haces falta porque te nos fuiste".
Alberti entr¨® en Isla Negra precedido por el sonido de las cinco campanas que hay en el recinto. Unos ni?os, con m¨¢s carriparias, pero de mano, interpretaron la canci¨®n basada en su poema Se equivoc¨® la paloma. Otros bailaron una cueca para ¨¦l y, por ¨²ltimo, todos recitaron fragmentos de sus poemas y de los de Neruda. Alberti, como respuesta, ley¨® unos versos muy apropiados para el lugar: "El mar. La mar/ El mar. ?S¨®lo la mar!/ ?Por qu¨¦ me trajiste, padre,/ a la ciudad?/ ?Por qu¨¦ me desenterraste/ del mar?".
En La arboleda perdida Alberti dice que pas¨® algunos d¨ªas en Isla Negra, en una ¨¦poca en la que a¨²n no hab¨ªa adquirido su actual dimensi¨®n, 600 metros cuadrados y 5.000 de jard¨ªn. "No recuerdo una cosa tan hecha, tan formal; ¨¦l fue haci¨¦ndolo todo poco a poco", dijo, un poco desalentado. Le traicionaron unos recuerdos que, regresando 45 a?os, no le tra¨ªan los hermosos mascarones de proa colgados de los techos, ni las colecciones dispares que acumul¨® Neruda -botellas, huevos de avestruz, juguetes, objetos de broma...- sino una sola imagen: Neruda y su primera mujer, Delia del Carril, en su peque?o y austero dormitorio de la torre desde el que se divisaba el oc¨¦ano.
Vuelto a la realidad, Alberti pudo, sin embargo, observar atentamente a las mujeres mascarones, revisar la colecci¨®n de barcos metidos en botellas, uno de los cuales" que no pudo identificar, fue regalo suyo a Neruda.
Alberti record¨® que Neruda era infantil y caprichoso y que una vez en Par¨ªs se empe?¨® sin ¨¦xito en que el due?o de una tienda le regalase una llave incrustada en la pared exterior. De madrugada volvi¨® con un alba?il, compa?ero del partido comunista, y se la llev¨®".
Tambi¨¦n evoc¨® la huida de Neruda de Par¨ªs, en la II Guerra Mundial, con los barcos en las botellas: "Eran todos de Par¨ªs y eran muy caros. Pablo y yo -yo viv¨ªa en su casa- sal¨ªamos a comprar barcos en botellas y cuando se march¨®, ya declarada la guerra, en medio de un gran bombardeo, varios amigos tuvimos que acompa?arle a la estaci¨®n llevando cada uno una botella. La polic¨ªa francesa estaba desesperada diciendo: 'Qui¨¦n es ese se?or con tantas botellas con barcos? ?C¨®mo se puede marchar en una noche de bombardeo una persona con tantos barcos en botellas".
Alberti fue recibido ayer por el presidente de Chile, Patricio Aylwin.
'Capra arquitect¨®nica'
A. F. R. "Ahora, para hacer la casa, tr¨¢iganme maderas del Sur, tr¨¢iganme tablas y tablones, vigas, listones, tejuelas: quiero ver llegar el perfume, quiero que suenen descargando el sonido del Sur que traen".
Las palabras de Neruda se refieren a Isla Negra y son representativas de su af¨¢n constructor, que en este caso tuvo el asesoramiento del arquitecto Germ¨¢n Rodr¨ªguez Arias, compa?ero de generaci¨®n de Sert.
"Deseaba tener -o construir- una casa en cada sitio que visitaba que despertaba su entusiasmo", seg¨²n recuerdos de Rafael Alberti. "En broma, lo llam¨¢bamos a veces la capra arquitect¨®nica. Pero la casa m¨¢s importante y bella que dej¨®, a la que siempre volv¨ªa de todos sus obligadas o gustosas peregrinaciones, fue la de Isla Negra, construida, como el dec¨ªa, verso a verso, es decir, s¨®lo con lo que hab¨ªa ganado con su obra po¨¦tica".
El interior de Isla Negra juega con los espacios contradictorios, unos amplios contra otros reducidos, pasadizos, y escaleras estrechas muy levantadas que se inspiran en los barcos. El conjunto es un sencillo sin¨®nimo de elegancia.
Es una casa vivida, la ant¨ªtesis de lo que podr¨ªa hacer un profesional de la decoraci¨®n. De ah¨ª su valor.
Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n al visitante son los mascarones de madera, 11 mujeres, 3 varones y 2 cabezas de mujer, todos de proa, menos dos varones, que sonde popa. Las figuras tienen nombres: desde Guillermina, la de los pechos al aire hasta Jenny Lind, cantante sueca de la belle ¨¦poque que alcanz¨® tal ¨¦xito en Estados Unidos que muchos barcos del Misisip¨ª reprodujeron su belleza.
Abierta ahora -desde abril de 1990- como museo, la visita cuesta unas 150 pesetas, y se realiza en grupos reducidos. La directora de la casa-museo, Mar¨ªa Eugenia Zamudio, estuvo exiliada en Madrid 14 a?os durante la dictadura de Pinochet.
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