Rechazo o afinidad
TREINTA MILLONES de ciudadanos tendr¨¢n ocasi¨®n de participar dentro de dos semanas en la elecci¨®n de cerca de 70.000 concejales en los m¨¢s de 8.000 municipios espa?oles, y unos 17 millones de entre ellos elegir¨¢n adem¨¢s a los 784 diputados auton¨®micos que integrar¨¢n los parlamentos de las 13 comunidades en que ese d¨ªa se celebran tambi¨¦n elecciones auton¨®micas. En 1977, los espa?oles con derecho a voto no llegaron a 24 millones, lo que significa que al menos seis millones de j¨®venes, la quinta parte del cuerpo electoral, han accedido a la mayor¨ªa de edad con posterioridad a la reinstauraci¨®n del sistema democr¨¢tico. Para la mayor¨ªa de ellos, ni?os o adolescentes en vida de Franco, la dictadura es una referencia hist¨®rica antes que vital, y los recuerdos a ella asociados apenas tienen incidencia en la decantaci¨®n de su voto.Este alejamiento de las emociones de la transici¨®n favorece un comportamiento del electorado cada vez menos marcado por identificaciones ideol¨®gicas o adhesiones partidarias incondicionales. Los partidos, por su parte, han ido adapt¨¢ndose a ese pragmatismo del electorado. Se trata, para empezar, de organizaciones bastante d¨¦biles: su financiaci¨®n depende de los Presupuestos del Estado, y entre todos agrupan a unos 600.000 afiliados, apenas el 2% del censo. Uno de los efectos de esa d¨¦bil implantaci¨®n es que en la estrategia de captaci¨®n de voto resulta m¨¢s determinante el papel del l¨ªder que el de la oferta program¨¢tica. Y esa oferta obedece m¨¢s a criterios de mercadotecnia pol¨ªtica que de coherencia pol¨ªtica o ideol¨®gica. Por otra parte, el sistema auton¨®mico de distribuci¨®n del poder da ocasi¨®n al elector de repartir sus preferencias entre distintos partidos en las diversas convocatorias, siguiendo criterios utilitarios antes que de fidelidad a unas siglas.
Estos rasgos tienden a manifestarse de manera m¨¢s acusada en las elecciones de ¨¢mbito inferior al estatal, y particularmente en las municipales, en las que se da una mayor personalizaci¨®n del voto. Por una parte, la oferta electoral se rige por las exigencias del mercado, conocidas a trav¨¦s de las encuestas: ha sido el caso de la vivienda, descubierto en ellas, junto con el de la inseguridad ciudadana, como motivo prioritario de inquietud de los habitantes de las grandes ciudades. El confuso planteamiento inicial por parte del PSOE no ha impedido que todos los partidos se apunten luego a la subasta de ofertas. Pero la intervenci¨®n del Gobierno, encargado de traducir a f¨®rmulas realistas las propuestas program¨¢ticas de su partido, ha provocado un equ¨ªvoco: si se trata de una decisi¨®n formal del Gobierno, la aplicaci¨®n del plan de financiaci¨®n ofrecido deja de ser elemento de atracci¨®n electoral. De ah¨ª ciertos mensajes socialistas tendentes a confundir al electorado con la idea de que el plan s¨®lo podr¨¢ aplicarse si el PSOE gobierna tambi¨¦n en ayuntamientos y comunidades.
Por otra parte, la entrada en liza de partidos regionalistas y candidaturas locales suele producir en estas elecciones una mayor dispersi¨®n del voto, lo que obliga a la formalizaci¨®n de pactos y coaliciones de gobierno, especialmente en los municipios. Ello tiene repercusiones desiguales en las expectativas de cada partido. En 1987, el PSOE, con el 37% de los votos, obtuvo el 36% de las alcald¨ªas, mientras que el PP (entonces AP) obtuvo el 27% con apenas el 21% de los sufragios. La relaci¨®n es muy diferente, sin embargo, si s¨®lo se consideran las ciudades m¨¢s importantes: el PSOE accedi¨® a la alcald¨ªa de 29 capitales de provincia, el 56% del total, mientras que los conservadores hubieron de conformarse con nueve capitales (el 17%).
El desgaste del PSOE en las grandes ciudades -en la mayor¨ªa de las cuales lleva gobernando desde 1979- podr¨ªa favorecer ahora el triunfo de los conservadores en bastantes de esos municipios, de acuerdo con la estrategia de acercamiento al poder por v¨ªa municipal enunciada hace un a?o por Aznar: demostrar al electorado moderado que la refundada derecha es m¨¢s competente que la izquierda en la gesti¨®n concreta. Pero para ello no basta con mejorar los resultados del PSOE, sino que es preciso contar con una pol¨ªtica de alianzas capaz de superar a la que puede desarrollar su competidor para mantener las alcald¨ªas y gobiernos de comunidades. Tarea complicada una vez que los centristas de Su¨¢rez, principales aliados potenciales de los conservadores, se han decantado hacia el otro lado, y que Izquierda Unida ha reiterado su voluntad de "no favorecer el acceso de la derecha" a las alcald¨ªas, lo que equivale en la pr¨¢ctica a apoyar a los candidatos socialistas.
As¨ª, los ciudadanos son invitados a votar seg¨²n sus afinidades, pero tambi¨¦n, de alguna manera, en funci¨®n de sus rechazos: contra la posibilidad de que gobierne tal o cual partido, en solitario o en coalici¨®n.
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