Prensa y pol¨ªtica en Espa?a
Entre los factores que explican las dif¨ªciles relaciones actuales entre prensa y pol¨ªtica, creo que hay tres merecedores de ser subrayados. Podr¨ªa ser el primero la deficiente articulaci¨®n de la libertad de informaci¨®n con la observancia de otros derechos y libertades fundamentales. Se relacionar¨ªa el segundo con la ausencia de una autolimitaci¨®n period¨ªstica, paralela a la debilidad de otras autolimitaciones en la vida p¨²blica espa?ola. El tercer y ¨²ltimo factor tendr¨ªa que ver con los errores de la pol¨ªtica informativa practicada por algunos de nuestros actores pol¨ªticos. Si aqu¨ª no se agotan los problemas, me parece posible un acuerdo en torno al significado de estas tres grandes cuestiones.Una predisposici¨®n a la incondicional prioridad de la libertad de informaci¨®n sobre otros derechos y libertades se parece bastante a una postura racional que acaba manifest¨¢ndose como muy poco razonable. La libertad de informaci¨®n puede amparar en la pr¨¢ctica cosas de distinto significado, y un informador independiente no puede ignorar la existencia de intereses m¨¢s o menos ocultos bajo los pliegues de esa libertad. La b¨²squeda de mayores cuotas de mercado por las empresas no es sino uno de estos intereses.
Cuando una emisora de radio o un diario ponen en cuesti¨®n el derecho a la intimidad de una persona o el secreto de las comunicaciones, no solamente pueden intervenir el deseo de informar y un directo ¨¢nimo de lucro de la empresa period¨ªstica como resultado del aumento de la audiencia o la tirada.
La historia de la prensa est¨¢ plagada de publicaciones que no han dudado en hacerse soporte temporal o definitivo de leg¨ªtimos intereses econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos. No han faltado los medios period¨ªsticos que de modo consciente han asumido su condici¨®n de plataformas encubiertas para todo tipo de campa?as publicitarias. ?stos son rasgos demasiado ¨ªntimos del mundo de la informaci¨®n como para considerarlos desaparecidos de la noche a la ma?ana. Los profesionales, por ¨²ltimo, no solamente se ven condicionados por las l¨ªneas informativas y de opini¨®n de las empresas en que trabajan, sino que est¨¢n sujetos a riesgos de manipulaci¨®n de muy distinto signo.
No es razonable afirmar que cuanto tiene audiencia en los medios de comunicaci¨®n es resultado del deseo de transmitir informaci¨®n veraz o de practicar el pluralismo. M¨¢s all¨¢ de la inevitable presencia del error, periodista y lector saben de la existencia de un complejo entorno para el que la libertad de informar no va m¨¢s all¨¢ del humilde estatuto de derivaci¨®n, por utilizar la categor¨ªa de W. Pareto, el implacable y agudo cr¨ªtico conservador de las ideolog¨ªas.
Y, si esto es as¨ª, faltan argumentos a favor de una ventaja general y sistem¨¢tica de la libertad de informaci¨®n sobre otros derechos. Hablando en t¨¦rminos generales, me parece que un sector de la jurisprudencia y la doctrina ha hecho un mal trabajo a este respecto y que, una vez m¨¢s, singulares enfoques de vago sabor libertario (pocos fen¨®menos ideol¨®gicos tan sugestivos como el anarquismo tory) se han impuesto sobre las interpretaciones leales al sistema liberal-democr¨¢tico.
La cuesti¨®n de la autolimitaci¨®n no es algo que afecte ¨²nica o preferentemente a la prensa. En democracia, todo poder tiene que estar permanentemente en guardia contra la tentaci¨®n del exceso. Se da la circunstancia, sin embargo, de que las debilidades de la cultura pol¨ªtica espa?ola (apat¨ªa, tenclencia al cinismo, escasa participaci¨®n extraelectoral, predisposici¨®n olig¨¢rquica de los partidos, bajas tasas de afiliaci¨®n a las organizaciones pol¨ªticas) han dado un notable poder pol¨ªtico a los medios de comunicaci¨®n. El fen¨®meno tiene mucho de positivo, vistas esas debilidades, pero los riesgos son evidentes. Por ir a un caso l¨ªmite, creo que el problema no ser¨ªa llegar a saber si un diario puede o no derribar un Gobierno o provocar la crisis de un partido. El aut¨¦ntico problema es si un diario leal al sistema democr¨¢tico puede, desde criterios profesionales, plantearse una l¨ªnea de trabajo deliberadamente orientada a esos objetivos.
Tendr¨ªa inter¨¦s discurrir acerca de las motivaciones que pueden inducir a un medio de comunicaci¨®n poderoso a plantearse metas de este porte. Con seguridad, los intereses econ¨®micos y pol¨ªticos del grupo editor ser¨¢n un factor a considerar. Pero no el ¨²nico. La pasi¨®n del poder puede no ser ajena a quien cree tener en la punta de su pluma, como si de una espada se tratase, la capacidad de decisi¨®n a la que nunca podr¨¢n acceder millones de ciudadanos. Lo segundo es m¨¢s preocupante que lo primero. La estrategia de un poder econ¨®mico es previsible, obedece a intereses mensurables, est¨¢ presidida por la l¨®gica, todo lo compleja que se quiera, de la obtenci¨®n del beneficio. Por contra, la tentaci¨®n del poder desnudo ("ayer derribamos un Gobierno, hoy a su contrario"), implica la imprevisi¨®n propia de cosa tan escurridiza y mudable como suelen ser el odio y el amor. Y uno y otro impulso, el del dinero y el del poder en estado pr¨¢cticamente puro, pueden tener un privilegiado acomodo en empresa tan singular como es la perod¨ªstica.
Queda, por ¨²ltimo, el error en la pol¨ªtica informativa de algunos actores pol¨ªticos. El PSOE y los Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez tendr¨¢n que explicar alg¨²n d¨ªa la extra?a combinaci¨®n de determinadas acciones y omisiones en este campo. No quisiera caer en el riesgo de una cr¨ªtica abstracta. Pero me parece muy dificil encontrar en otras pol¨ªticas socialistas la abigarrada mezcla de improvisaci¨®n e incompetencia que, sin dem¨¦rito de alguna concesi¨®n a la frivolidad, parece haber inspirado parte del modo socialista de abordar los problemas de la prensa y la informaci¨®n. Muy probablemente, el hilo conductor de tanto desacierto ha podido ser el desprecio, acaso mejor que la ignorancia, del complejo mundo informativo.
Por hablar solamente de la profesi¨®n period¨ªstica, el an¨¢lisis m¨¢s superficial revela la coexistencia en ella de las m¨¢s encontradas actitudes intelectuales y morales. Periodistas son algunos de los mejores escritores del pa¨ªs, y el periodismo es la profesi¨®n de estudiosos que ha hecho muy notables contribuciones a las ciencias sociales espa?olas de estos a?os. No menos periodistas son esos informadores cuya ignorancia de los temas que se traen entre manos hace sonrojar al m¨¢s comprensivo de los espectadores.
En una profesi¨®n que tiende a estar mal pagada, hay plumas millonarias y decenas de personas que han hecho del tr¨¢fico de influencias y de todas las formas de publicidad un espl¨¦ndido negocio. Aplicar a este coletivo un ¨²nico criterio, creer en la identidad sustancial de la profesi¨®n period¨ªstica, confundirse permanentemente de interlocutor, ser¨ªa la actitud propia de unos pol¨ªticos aficionados o de unos pol¨ªticos que estimaran que las exigencias de su profesionalidad se reducen a la conservaci¨®n de su cargo.
Hay simplificaci¨®n en estas l¨ªneas, especialmente en la cr¨ªtica a 'la pol¨ªtica informativa socialista. Queda reconocido. Pero es probable que en los tres problemas apuntados se encuentren las claves para el tratamiento de una tensi¨®n que poco bueno puede ofrecer hoy a nuestra vida democr¨¢tica.
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