El toro escarnecido
Lleg¨®, como todos los a?os, la que llaman sin ninguna propiedad y con equ¨ªvoca expresi¨®n "la corrida de los rejoneadores", y un a?o m¨¢s los aficionados aprovecharon la oportunidad para descansar de la feria. Algunos, lo que hicieron, en realidad, fue salir huyendo. La que llaman "corrida de los rejoneadores" no suele ser del gusto de los aficionados les repugna. A veces no es exactamente que no les guste; es que les repugna. Porque los rejoneadores de ayer y de tantas otras tardes -nada corridos, por ciertro- empezaron por convertir el toreo a caballo en circo y, ahora han convertido el circo en un acontecimiento repulsivo, donde nadie torea sino que hace escarnio del toro y todo el espect¨¢culo consiste en reventarlo a rejonazos, farpazos y garapullazos. Hab¨ªa toro cuyo lomo apenas se pod¨ªa ver, casi se ten¨ªa que adivinar, debajo del arsenal de banderillas, hierros de diversos tama?os, floripondios punzantes, que le hab¨ªan metido en el cuerpo.Mucha gente no va a las corridas que se llaman de lidia ordinaria pues no soporta que al toro le hagan da?o con la puya, y en cambio acude complacido a este asunto del rejoneo, donde le est¨¢n clavando continuamente rejonazos, farpazos y garapullazos hasta que rinde la vida, hastiado del mundo, sus vanidades y sus rejoneadores, y rueda con brutal crepitar de la enorme cantidad de maderas y hierros que le cuelgan de sus inoncentes carnes.
Boh¨®rquez / Cuatro rejoneadores
Toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez (2?, sobrero, en sustituci¨®n de otro del hierro titular devuelto por inv¨¢lido), con las astas exageradamente cortadas, cuajados y bravos.Curro Bedoya: pinchazo contrario cerca del brazuelo, medio rej¨®n contrario bajo, rueda de peones y, pie a tierra, cuatro descabellos (silencio). Antonio Correas: pinchazo sin soltar, rej¨®n contrario y rueda de peones (aplausos y salida al tercio). Gin¨¦s Cartagena: rej¨®n descaradamente bajo y trasero (silencio). Ferm¨ªn Boh¨®rquez Domecq: rej¨®n escandalosamente bajo (oreja), sali¨® a hombros por a puerta grande. Por colleras: Bedoya, con Boh¨®rquez, rej¨®n trasero (oreja). Cartagena, rejonazo en la tripa, y Correas, un rej¨®n en lo alto (aplausos). Plaza de Ias Ventas. 18 de mayo. Novena corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
El rejoneo conoci¨® mejores ¨¦pocas. No hace tanto, los rejoneadores ejercitaban el toreo a caballo con mayor o menor furtuna, y ese era un noble arte. Lo ocurrido en esta novena corrida de feria, sin emabrgo, nada ten¨ªa que ver con el arte; antes bien, consist¨ªa en pegar galopadas, marear al toro, zumbarle la pandereta hasta dejarlo convertido en un ¨¢rbol de Navidad.
En estas peripecias, Curro Bedoya y Antonio Correas estuvieron vulgares y Gin¨¦s Cartagena, desastroso. El rejoneador Cartagena puso varios pares de banderillas directamente en el suelo y el resto lo clav¨® por cerca de la ri?onada, que es zona innoble y vergonzante cuando de castigar toros bravos se trata. Boh¨®rquez clav¨® con sobriedad, pro no reun¨ªa jam¨¢s al estribo; antes al contrario, tiraba el viaje desde la grupa.
Todo esto deb¨ªa parecerles a los toros madrigales a media voz, si se compara con Io que despu¨¦s les har¨ªan por colleras los rejoneadores. Las jubilosas manifestaciones del p¨²blico ante los sucesos mencionados hacia pensar que no hab¨ªa en la plaza ning¨²n aficionado, pero s¨ª hab¨ªa: uno. Y ese emergi¨® de entre la bulliciosa masa en cuanto se form¨® la primera collera, para gritar: "?Si son dos rejoneadores, que salgan dos toros!" Se ve que no se pudo aguantar, el hombre. No hubo dos toros, naturalmente. Hubo uno, indefenso frente a la carga de caballer¨ªa. Dos rejoneadores le asaltaban desde cualquier parte y apenas recib¨ªa un rejonazo, ya le estaba cayendo otro por distinto lado.
La ¨²ltima collera, tras tundir al toro con m¨²ltiples ingenios, le cogi¨® el gusto a las banderillas cortas y le meti¨® en el cuerpo una docena, si no fue docena y media. Mientras, el presidente, que era el se?or Moronta, dejaba hacer, le tra¨ªa sin cuidado -a ¨¦l no le estaban clavando nada- y no sac¨® el pa?uelo hasta que a los rejoneadores les di¨® la gana de coger el rej¨®n de muerte. Y entonces fue Gin¨¦s Cartagena y se lo clav¨® al toro en la mism¨ªsima tripa. Lo ¨²nico que le falt¨® a ese toro es que lo dejaran pre?ado. Una corrida que se monta a base de cortarles los cuernos a los toros, luego acribillarlos sin dejarles una m¨ªnima opci¨®n de defensa, no es corrida, ni espect¨¢culo, ni fiesta, ni nada; es un escarnio intolerable y una indignidad.
Babelia
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