Moraleja
El coraz¨®n se esponja cuando algo ocurre deprisa y bien. Ante la incompetencia colectiva con que se suele responder a la escabechina general, mandando mantas a donde m¨¢s calienta el sol, o barcos cargados de medicamentos que salen tarde por desarreglos t¨¦cnicos, nada resulta tan satisfactorio como comprobar que los falhasas de Etiop¨ªa han podido ser rescatados. Hay que felicitarse por la odisea de esos 18.000 et¨ªopes que, gracias a los amores de Salom¨®n con la reina de Saba, han podido librarse de la carnicer¨ªa, y pasar de la hambruna y la sed end¨¦micas al para¨ªso de los campamentos provisionales israel¨ªes. All¨ª, rodeados de psic¨®logos, pediatras, soci¨®logos, rabinos y otros especialistas, se han enterado de que, en algunos casos, existe la solidaridad, y tambi¨¦n de algo que ha debido desconcertarles: a partir de ahora, s¨®lo les estar¨¢ prohibido comer cerdo. Es evidente que necesitar¨¢n de todos los avances de la psiquiatr¨ªa para adaptarse a la nueva situaci¨®n, y es de esperar que sean lo bastante agradecidos para dejarse circuncidar y para sustituir, en cuanto se repongan -y, desde luego, en mejores condiciones-, la mano de obra barata palestina que, de forma tambi¨¦n eficaz, r¨¢pida y limpia, est¨¢ siendo empujada hacia el Jord¨¢n. Si los palestinos no se caen al r¨ªo, dentro de nada estar¨¢n acampando en el peque?o reino del peque?o Hussein, y sin expertos que les comprendan.De todo lo cual se deduce la siguiente moraleja: si los palestinos fueran jud¨ªos (incluso negros), su problema de p¨¦rdida del territorio nacional habr¨ªa sido eficazmente solucionado por los israel¨ªes, que habr¨ªan acudido en su defensa, rescat¨¢ndoles de los ocupantes. Aunque el hecho de que tambi¨¦n estos sean isracl¨ªes supondr¨ªa un problema cuyo alcance me siento incapaz de dilucidar.
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