Fr¨¹hbeck de Burgos, director verdiano
Por dos d¨ªas, Fr¨¹hbeck de Burgos ha completado su excelente labor verdiana en Otelo con sus versiones del R¨¦quiem para Manzoni (1874), dos obras muy cercanas en el pensamiento musical y en los procedimientos de escritura.Estamos ante el risorgimento, toda una forma italiana de entender la vida y la historia, lo que no puede olvidarse al escuchar la misa de difuntos, idealista y arrebatada, m¨ªstica y gestual. Su religiosidad es tema hoy al margen de toda discusi¨®n. Verdi, en el R¨¦quiem, hizo su m¨²sica, permaneci¨® fiel a s¨ª mismo, del mismo modo que Mozart a la hora de su postrer R¨¦quiem. Y dio con soluciones de infinita belleza, ¨ªntima o esplendorosa, movido acaso por tres fuertes impulsos: el dolor por la muerte de un modelo como Manzoni, la condici¨®n lit¨²rgica y dram¨¢tica del texto y la voluntaria herencia de un largo pasado: laudas medievales, polifon¨ªa romana, pasiones monteverdianas o tempestad rom¨¢ntica.
Misa de r¨¦quiem
De Verdi. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Orfe¨®n Donostiarra. Director J. Antonio Sainz. Solistas: D. Dess¨ª, D. Zajick, B. Beccaria y D. Kavrakos. Director: Fr¨¹hbeck de Burgos. Auditorio Nacional. Madrid, 31 de mayo y 1 de junio.
Por unitaria que sea la personalidad de un int¨¦rprete, como es la de Fr¨¹hbeck, siempre encuentra en el repertorio algunos rincones en los que resplandece de modo superlativo. En el caso de Fr¨¹hbeck de Burgos, dos de esos rincones son el R¨¦quiem de Verdi y el de Bramhs, obedientes, por otra parte, a tan distintos supuestos est¨¦ticos y human¨ªsticos. Para uno y para otro tiene el actual titular de la Sinf¨®nica de Viena especial sensibilidad y muy meditada visi¨®n, tanto en lo general (l¨ªneas, arquitectura) como en los mil detalles que enriquecen la dramaturgia de ambas obras.
De nuevo nos ofreci¨® Fr¨¹hbeck un R¨¦quiem verdiano en el que sabe equilibrar an¨¢lisis y pasi¨®n y matizarlas dentro de una rica gama din¨¢mica que va desde el plan¨ªsimo casi irreal de los kyries hasta la tremenda y seca potencia que pide Verdi para el Dies irae.
Cont¨® con la colaboraci¨®n del Orfe¨®n Donostiarra, que dirige Jos¨¦ Antonio Sainz y que esta vez vino en formaci¨®n algo m¨¢s reducida de lo habitual en obras como la de Verdi, pero que cant¨® con extremada perfecci¨®n en todos y cada uno de los aspectos. El de San Sebasti¨¢n es un coro mod¨¦lico en Europa desde hace muchos a?os. Junto a ¨¦l, la Sinf¨®nica de Madrid respondi¨® con ¨¢gil prontitud, gran flexibilidad y con aspectos particularizados tan hermosos -para citar uno- como los soberbios pizzicatti de los contrabajos, de inusitada dramaticidad.
Dominio de voces
Las voces femeninas dominaron en el cuarteto solista sobre las masculinas, dentro del buen ensamblaje del conjunto. La soprano Daniela Dess¨ª -la Ofelia de Otelo- fascina por su sensible, casi sensitiva, musicalidad; la mezzo Dolora Zajick exhibi¨® unos medios densos, coloreados, grandes y fuertemente expresivos. El bajel Dimitri Kavrakos a?adi¨® nobleza de concepto, acento y fraseo, y Bruno Beccaria, quiz¨¢ un tenor demasiado arquet¨ªpico, mostr¨® seguridad en todo momento. Fr¨¹hbeck domin¨® los diversos elementos desde criterios que superan la mera ejecuci¨®n -lo que ahora se llama "lectura"- para ingresar en lo aut¨¦nticamente interpretativo: juntura de fidelidad e imaginaci¨®n o, dicho en otras palabras, interpretaci¨®n creativa. Fue, un triunfo para todos, maestro, solistas, coro y orquesta, y tambi¨¦n para el Teatro L¨ªrico Nacional, que proyecta su misi¨®n espec¨ªfica m¨¢s all¨¢ de la ¨®pera con recitales como el de Kiri Te Kanawa o audiciones como la de este R¨¦quiem verdiano capaces de ensanchar los horizontes y evitar as¨ª cierto enclaustramiento del p¨²blico l¨ªrico.
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