Pactos y coherencia
EL MAPA es ahora algo m¨¢s coloreado que hace cuatro a?os y bastante m¨¢s que hace ocho. Hace ocho a?os, el PSOE fue la fuerza m¨¢s votada en 38 de las 50 capitales de provincia; ahora lo ha sido en 24. Y el Partido Popular, que s¨®lo fue mayoritario en una decena de capitales, lo es ahora en 19. Respecto a 1987, las 29 alcald¨ªas socialistas se han convertido ahora en 27, mientras que el PP pasa de 9 a 15. Nacionalistas y regionalistas se reparten el resto, conservando Izquierda Unida su feudo cordob¨¦s y conquistando, por carambola, Guadalajara. Carambola anecd¨®tica, pues no es cierto, como parece deducirse de algunos comentarios demasiado impresionistas, que los pactos hayan distorsionado escandalosamente la voluntad popular expresada el 26-M.En general, los pactos han servido para reforzar al partido vencedor (pero sin mayor¨ªa absoluta), y no para componer otra mayor¨ªa alternativa. Ello indica que el criterio fundamental ha sido el de garantizar la estabilidad y gobernabilidad. Las excepciones no son numerosas: de no producirse alguna nueva sorpresa en los ayuntamientos cuya constituci¨®n ha quedado aplazada hasta el 5 de julio, en no m¨¢s de una docena de entre las 120 ciudades m¨¢s importantes de Espa?a -las capitales de provincia y los otros 70 municipios m¨¢s poblados- el alcalde pertenecer¨¢ a un partido diferente al m¨¢s votado. El 10%. Es el caso, entre las capitales, de Granada, Logro?o, Valladolid y San Sebasti¨¢n (que tendr¨¢n alcalde socialista); de Santander y Valencia (que lo tendr¨¢n popular), y de Teruel y Sevilla (regionalista).
Es cierto que en algunos de esos municipios las alianzas han resultado chocantes, pero las fuertes reacciones internas provocadas (dimisi¨®n de Pacheco entre los andalucistas y de la vicepresidenta regional entre los populares c¨¢ntabros) indican que se trata de situaciones percibidas como excepcionales: que no justifican, en todo caso, una descalificaci¨®n gen¨¦rica de los pactos. Por lo dem¨¢s, llama la atenci¨®n que quienes llevan a?os clamando contra los males que atribuyen a la existencia de mayor¨ªas absolutas se escandalicen ahora porque los pactos produzcan a veces alianzas desconcertantes. Desconcierto, por lo dem¨¢s, que en los dos casos m¨¢s llamativos, Sevilla y Santander, ha venido motivado antes por la inconsistencia de las explicaciones que por el pacto en s¨ª.
Aznar dijo claramente que no pactar¨ªa con Hormaechea "por razones de dignidad". Si ha cambiado de opini¨®n, que lo explique y se ver¨¢ si sus razones son atendibles. Pero que no pretenda que no hay ninguna contradicci¨®n y que su actitud es "un ejemplo de coherencia con los electores". Para serlo, el PP ten¨ªa que haber advertido a sus potenciales votantes que dejaba en suspenso el veto a Hormaechea, cosa que no hizo. Lo mismo cabe decir de Rojas Marcos: su pacto con Soledad Becerril entraba en la l¨®gica de la situaci¨®n, pero parece exagerada la pretensi¨®n de algunos te¨®ricos del andalucismo seg¨²n la cual la alianza con los conservadores no s¨®lo era una necesidad del candidato para acceder a la alcald¨ªa, sino, adem¨¢s, la "soluci¨®n m¨¢s progresista".
Lo de San Sebasti¨¢n es m¨¢s preocupante. Ciertamente, la opci¨®n del PNV por diversificar su pol¨ªtica de alianzas resulta discutible: no parece muy l¨®gico mantener un pacto de concentraci¨®n nacionalista en el Gobierno vasco y otro con los socialistas en las tres diputaciones y los principales ayuntamientos. Pero una cosa es que sea pol¨ªticamente discutible y otra que sea una opci¨®n ?leg¨ªtima. El argumento de Eusko Alkartasuna de que han sido "impuestos" candidatos que "no responden a la mayor¨ªa sociol¨®gica" es predemocr¨¢tico: corresponde a la idea seg¨²n la cual hay votos que valen m¨¢s que otros. Siendo esto bastante inquietante, m¨¢s lo es su ruptura del acuerdo de las fuerzas democr¨¢ticas en orden al aislamiento de HB: pues, por comprensible que sea su resentimiento, ello significa que el partido de Garaikoetxea supedita pol¨ªtica de rechazo de la violencia a consideraciones de inter¨¦s partidista. Con lo que, una vez m¨¢s, acabar¨¢ ese partido dando retrospectivamente la raz¨®n a quienes, desde el propio campo nacionalista, vienen sosteniendo su escasa consistencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.