La democracia, centro de identificaci¨®n
M¨¦xico debe integrarse, opina el autor, en un mundo de econom¨ªa global aunque tambi¨¦n tiene que crear centros de identificaci¨®n que no obligue a los mexicanos a buscarlos en el nacionalismo norteamericano. En su opini¨®n, el ¨²nico centro de identificaci¨®n coherente con la cultura y la sociedad es la democracia, promesa incumplida de todos los proyectos modernizadores mexicanos.
Marx y Engels se cuentan entre los primeros cr¨ªticos del nacionalismo mexicano. La espectacular derrota de M¨¦xico en la guerra de 1847, movi¨® a los dos pensadores socialistas a celebrar el triunfo de Estados Unidos en nombre del progreso. "Pues, cuando un pa¨ªs perpetuamente embrollado en sus propios conflictos", escribi¨® Engels, "perpetuamente desgarrado por la guerra civil y sin salida para su propio desarrollo..., es arrastrado por la fuerza hacia el progreso; no nos queda m¨¢s alternativa que considerarlo como un paso adelante". Y concluye su art¨ªculo en La Gaceta Alemana de Bruselas, escrito en 1848: "En beneficio de su propio desarrollo, conviene que M¨¦xico caiga bajo la influencia de Estados Unidos. Nada perder¨¢ con ello la evoluci¨®n de todo el continente americano".Por supuesto, el j¨²bilo de Engels y de Marx se fundaba en un razonamiento que les era precioso. Sacado a la fuerza de la siesta agraria, M¨¦xico entrar¨¢ en la era industrial de la mano de Estados Unidos, creando una clase obrera que acelerar¨ªa las contradicciones del capitalismo en M¨¦xico y en Estados Unidos, conduciendo al triunfo inevitable de la revoluci¨®n proletaria.
Marx y Engels detestaban el nacionalismo y ve¨ªan el futuro de la humanidad en un internacionalismo colectivo y fraternal. Con menos ¨ªmpetu fraternal, el tipo de cr¨ªtica internacionalista y futurizante hoy en boga nos advierte que las econom¨ªas nacionales han dejado de existir. Vivimos una econom¨ªa global, bajo el signo de una r¨¢pida integraci¨®n determinada por una nueva divisi¨®n internacional del trabajo. Nadie puede apartarse de este proceso. Ni siquiera la econom¨ªa m¨¢s fuerte del mundo, que es la norteamericana. Estados Unidos depende cada vez m¨¢s de la buena voluntad de las inversiones y dep¨®sitos japoneses y europeos. Sin ellos, se vendr¨ªa abajo la pol¨ªtica de gasto deficitario que, desde la guerra de Vietnam, sostiene a la econom¨ªa del Norte.AnacronismoPor lo dem¨¢s, las empresas transnacionales se han convertido en unidades indispensables de la integraci¨®n global. Ellas son las portadoras de inversiones, informaci¨®n y adelantos tecnol¨®gicos. Libre comercio, apertura de mercados, ca¨ªda de barreras, flujo de capitales (?y de mano de obra?); los mexicanos no podemos ser ludditas anacr¨®nicos, empe?ados en mantener estructuras nacionales periclitadas.
Muchas de estas razones son v¨¢lidas y crean un apremio, visible en el actual Gobierno mexicano, por acelerar nuestros procesos de integraci¨®n. No podemos quedarnos fuera, apartados de la carrera hacia la integraci¨®n. Nuestras opciones son m¨²ltiples y complementarias. Integraci¨®n con Europa y con la cuenca del Pac¨ªfico, sin duda. Y una integraci¨®n latinoamericana, a¨²n por hacerse, tambi¨¦n. Pero obviamente, los ojos se dirigen primero hacia Estados Unidos. Tenemos la ventaja sobre cualquier otro pa¨ªs en desarrollo de compartir la frontera con el mayor mercado mundial. Debemos aprovecharlo.
Pero nuestra ventaja es relativa, desde dos puntos de vista.
El primero tiene que ver con la naturaleza misma de Estados Unidos, que, aunque participante primordial de la econom¨ªa global, no deja por ello de ser un pa¨ªs nacionalista. ?Se nos va a pedir que nosotros dejemos de serlo, mientras nuestro poderoso vecino incrementa su propio nacionalismo hasta un grado de peligrosidad que, por qu¨¦ no, nosotros, los mexicanos, podemos ser los primeros en sufrir?
Aparte de las diversas reservas de tipo t¨¦cnico y econ¨®mico, social y cultural, que de buena fe se pueden oponer a un proceso de integraci¨®n, quiero destacar s¨®lo ¨¦sta: Estados Unidos es hoy el pa¨ªs m¨¢s nacionalista de la Tierra. La victoria en el golfo P¨¦rsico ha eliminado todas las barreras psicol¨®gicas creadas por la derrota en Vietnam. Antes de Irak, Estados Unidos se salt¨® el derecho y los organismos intemacionales en Nicaragua y Panam¨¢. Ahora han aprendido a manipularlos en su favor. ?C¨®mo los usar¨¢n ma?ana? ?Se respetar¨¢n ahora las resolu"ciones de la ONU en el caso de Israel y los palestinos? ?Incluye el nuevo orden internacional del presidente Bush el respeto a los derechos pol¨ªticos creados por nacionalismos menos fuertes que el de Estados Unidos -el nacionalismo mexicano en primer t¨¦rmino-?Humanos y petrohumanosLos largos a?os de silencio frente a los cr¨ªmenes de Sadam Husein, mientras se le pertrechaba con armas, cr¨¦ditos y tecnolog¨ªa nuclear y qu¨ªmica, demuestra que en el mundo, seg¨²n Juan Goytisolo, hay dos tipos de personas. Los seres humanos, por ejemplo, los kurdos asesinados por Sadam: por ellos nadie levanta un dedo. Y los petrohumanos, como los kuwait¨ªes: por ellos y sus reservas petroleras se movilizan 800.000 efectivos y la fuerza armada m¨¢s impresionante de toda la historia. ?Qu¨¦ seremos los mexicanos en estas nuevas circunstancias: seres humanos dispensables o indispensables petrohumanos?
Quiero recordar, simplemente, que en la nueva situaci¨®n internacional el trato con Estados Unidos no s¨®lo ofrece oportunidades, sino peligros enormes. La integraci¨®n econ¨®mica tiene l¨ªmites preciosos, no es infinita ni conduce a la abolici¨®n de fronteras y otros signos a¨²n necesarios de la existencia nacional. En una entrevista con el Los ?ngeles Times, el presidente Carlos Salinas lo deja bien claro: "Las negociaciones para el tipo de acuerdo que buscamos con Estados Unidos no abarcar¨¢ otro tema que no sea el del comercio. Nuestra autonom¨ªa en otras ¨¢reas permanecer¨¢ intacta". Expresamente, el presidente de M¨¦xico excluye del proceso de integraci¨®n a las fronteras y los ej¨¦rcitos.
Pero una segunda advertencia sobre los l¨ªmites de la integraci¨®n global es mucho m¨¢s amplia y rebasa con mucho a M¨¦xico y a Estados Unidos. Porque si, de un lado, se observa un claro proceso de integraci¨®n econ¨®mica a escala mundial, de otro lado, se multiplican las revueltas ¨¦tnicas, los separatismos violentos, los nacionalismos redivivos. Integraci¨®n, de un lado. Balcanizaci¨®n, de otro.
No es demasiado tarde, me parece, para tender entre ambos un puente pol¨ªtico: el federalismo. Eric Hobsbawm hace notar que el alto grado de devoluci¨®n impuesto a Alemania e Italia por los aliados de la II Guerra Mundial, ha impedido ese tipo de brotes separatistas (b¨¢varos, sicilianos) en lo que antes fueron reg¨ªmenes fascistas altamente centralizados. En cambio, de la Uni¨®n Sovi¨¦tica a Irlanda, de Canad¨¢ a Yugoslavia las pretensiones nacionalistas ponen en jaque no s¨®lo a la unidad pol¨ªtica nacional, sino a la integraci¨®n econ¨®mica mundial.
?ste no es el caso ni de M¨¦xico ni de la Am¨¦rica Latina, y creo que debemos entenderlo y potenciarlo en nuestro trato con el resto del mundo. Si la URSS corre el riesgo de desplomarse y fragmentarse, creando vac¨ªos peligros¨ªsimos en todo proyecto de integraci¨®n global; si Alemania, en cambio, ha elaborado un sistema casi perfecto en el que las l?nder se articulan federalmente con la naci¨®n, y ¨¦sta con el mundo, en M¨¦xico y Latinoam¨¦rica tenemos a¨²n esta ventaja: la coincidencia de la cultura con la naci¨®n.
El resultado de nuestra experiencia hist¨®rica ha sido un cultura contenida dentro de los l¨ªmites de la naci¨®n, pero no por ello monol¨ªtica. Dentro de cada unidad nacional latinoamericana, hemos dado cabida a policulturas ind¨ªgenas, europeas, negras y sobre todo mestizas, mulatas. Pero fuera de los l¨ªmites nacionales, hemos estado ¨ªntimamente ligados a las culturas ib¨¦ricas y, a trav¨¦s de ellas, a las del Mediterr¨¢neo. Ello ha bastado para relacionarnos tambi¨¦n con las otras culturas de este hemisferio -anglosajona, francesa, holandesa- y del resto del mundo sin perder nuestra propia personalidad cultural.
Pero la cultura tiene que tener una correspondencia pol¨ªt Ica que, hasta ahora, se ha llamado la naci¨®n. Como dije al principio de este ensayo, este concepto no es eterno. De acuerdo con Gellner, de la cultura puede surgir otra relaci¨®n pol¨ªtica que no sea la naci¨®n. Asediado nuestro nacionalismo por las fuerzas que nos mueven hacia la integraci¨®n y por la vecindad de otro nacionalismo m¨¢s poderoso que el nuestro, ?d¨®nde encontrar el complemento pol¨ªtico, la superaci¨®n cualitativa, que salve tanto a la naci¨®n como a su cultura? ?C¨®mo crear, dentro de M¨¦xico, centros de identificaci¨®n y de adhesi¨®n que no nos obliguen a buscarlos afuera?Promesa incumplidaLa promesa incumplida de todos nuestros proyectos modernizantes ha sido la democracia. Es tiempo de d¨¢rnosla a nosotros mismos, antes de que su ausencia sirva de pretexto para que el nacionalismo norteamericano, democr¨¢tico e imperial, entre a salvarnos para la libertad. Pero, adem¨¢s, tenemos que reanudar un desarrollo econ¨®mico que ya no puede privarse de su escudo pol¨ªtico, que es la democracia; ni de su escudo social, que es la justicia; ni de su escudo mental, que es la cultura.
Tradicionalmente identificadas la coincidencia de naci¨®n, territorio y Estado como unidades correspondientes, la singuralidad de la cultura es, parad¨®jicamente, su pluralidad. Naci¨®n y territorio, naci¨®n y Estado, pueden coincidir unitariamente. Naci¨®n y cultura, en cambio, s¨®lo existen pluralmente. La cultura act¨²a como elemento de adhesi¨®n e identificaci¨®n s¨®lo en la medida en que su variedad es respetada y pueda manifestarse libremente.
Por esta v¨ªa nos damos cuenta, precisamente, de que la portadora de la cultura es la sociedad entera, tan pluralista como puede serlo su cultura. Y si la sociedad y la cultura que ella porta son plurales, ?no debe serlo tambi¨¦n la pol¨ªtica si, en efecto, ha de representar a la sociedad y a su cultura?
La democracia como centro de identificaci¨®n, coherente con la cultura y la sociedad, nos permitir¨¢ cerrar las heridas por nosotros mismos. Sobre la base de democracia y justicia internas, M¨¦xico podr¨¢ moverse con mayor seguridad por el.ancho mundo de la integraci¨®n econ¨®mica. No busco en el nacionalismo la defensa de la naci¨®n. Quiz¨¢, en efecto, se trate de nominaciones periclitadas. Pero s¨ª busco la defensa de la sociedad, de la cultura y de quienes hacemos una y otra, como proyectos nacidos de nuestra imaginaci¨®n y de nuestra voluntad, de nuestra memoria y de nuestro deseo.
es escritor mexicano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Regularizaci¨®n inmigrantes
- Democracia
- Capitalismo
- Opini¨®n
- Operaci¨®n Tormenta del Desierto
- Contactos oficiales
- Irak
- Nacionalismo
- Guerra Golfo
- Globalizaci¨®n
- Comercio internacional
- Pol¨ªtica migratoria
- Acci¨®n militar
- Estados Unidos
- M¨¦xico
- Migraci¨®n
- Pol¨ªtica exterior
- ONU
- Oriente pr¨®ximo
- Latinoam¨¦rica
- Demograf¨ªa
- Comercio
- Ideolog¨ªas
- Guerra
- Asia