El toro descordado
Guardiola / Morenito, Mendes, Cu¨¦llar, Hermoso
Toros de Salvador Guardiola, con gran trap¨ªo y bien armados (excepto primero, sospechoso de pitones), flojos, encastados. Quinto devuelto antirreglamentariamente al inutilizarse en la lidia y sustituido por el sobrero, del mismo hierro. Morenito de Maracay: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo hondo, rueda de peones y estocada trasera descaradamente baja (algunos pitos). V¨ªctor Mendes: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (aplausos). Juan Cu¨¦llar: estocada tendida y dos descabellos (oreja); estocada y descabello (oreja); sali¨® a hombros. Un toro desmochado de Antonio P¨¦rez, para rejoneo, que dio juego. Pablo Hermoso de Mendoza: tres pinchazos con el rej¨®n de muerte y rej¨®n en lo alto (vuelta). Plaza de Pamplona, 8 de julio. Tercera corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
El quinto toro tom¨® con bravura la primera vara, el picado aguant¨® la potente embestida pegando duro, hicieron el quite, y cuando el toro bravo sal¨ªa del puyazo, iba descordado, el pobre. El toro pegaba traspi¨¦s ca¨ªa y se levantaba, trotaba como borrachito. La gente se indign¨® much¨ªsimo, hubo gritos de protesta, cayeron almohadillas al ruedo.En realidad, nadie ten¨ªa la culpa. El puyazo duro no es que fuera en el morrillo pero otras varas m¨¢s traseras ha visto uno sin que ocurrieran tama?as desgracias. El presidente miraba en derredor con gran turbaci¨®n, quiz¨¢ alguien le aconsej¨® mal, o acaso decidi¨® equivocarse ¨¦l solito, y poni¨¦ndose el reglamento por montera, orden¨® la devoluci¨®n del toro descordado al corral. El presidente era un ansioso y no necesitaba ponerse por montera nada, pues ya llevaba chistera, con la que luc¨ªa bello. Bueno, no muy bello, esa es la verdad.
Lo peor de la antirreglamentaria devoluci¨®n del toro descordado fue que ¨ªbamos para las nueve de la noche, y los ajoarrieros, las magras con jam¨®n, los bonitos encebollados, se hab¨ªan quedado tiesos y estaban para tirarlos. Todo se debi¨® a la irrupci¨®n, a manera de pr¨®logo, del rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, que estuvo bien, muy correcto sobre su cabalgadura, torero en algunos lances, valiente y seguro en tres quiebros, pero necesit¨® media hora para todo eso, y la corrida ya transcurri¨® cuesta arriba, contra reloj.
A mayor abundamiento, Morenito de Maracay y V¨ªctor Mendes pusieron banderillas a sus toros, unas veces cedi¨¦ndose los palos, otras sin ced¨¦rselos, y en cualquiera de los casos tambi¨¦n dedicaban un amplio espacio de su tiempo (y del nuestro) a pegar saludos a los abstracto y a lo concreto.
Llegado el momento de la verdad -ganar la cara, reunir prender en lo alto, salir de la suerte andando-, era distinto asunto. Salvo un par de V¨ªctor Mendes y dos al quiebro de Morenito, el resto, en nada se parec¨ªa a lo que dicho queda.
Y pasado el amargo trance, perpetraron derechazos. Uno se lo tem¨ªa. Uno se ha pasado media vida (?m¨¢s de media vida, diantre!) viendo no otra cosa que derechazos. Uno podr¨ªa escribir un grueso torno titulado Los mil mejores derechazos de la lengua castellana, y no lo hace porque a¨²n no es el momento. No ayer, por lo menos. Lo cual no ha de significar que en la tarde de autos faltaran derechazos buenos. Juan Cu¨¦llar los dio estupendos, llevando al toro muy toreado, y naturales tambi¨¦n, de semejante guisa.
Juan Cu¨¦llar arm¨® un alboroto ya cuando ech¨® las dos rodillas a tierra ante el tercer toro y le dio un mont¨®n de pases desde el suelo, ganando terreno adem¨¢s. Muy torero estuvo Juan Cu¨¦llar en ese toro y en el que lidi¨® al anochecer, al que mulete¨® valiente, cruzado, hondo, y alcanz¨® un merecid¨ªsimo triunfo. Juan Cu¨¦llar se meti¨® en el coraz¨®n de los pamploneses, que para toros descordados lo tienen de piedra, pero cuando aparece un torero honrado que ejecuta bravamente el toreo bueno, se les hace de miel.
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