La guerra de los guetos
Razones ¨¦tnicas tratan de disimular la rivalidad pol¨ªtica de Inkatha y el ANC
El tren de cercan¨ªas que une Johanesburgo con Pretoria es s¨®lo para negros: no hay blanco surafricano que no pueda permitirse un coche. La presencia de un blanco en el tren suscita extra?eza y un continuo volver la cabeza de los otros viajeros, en su mayor¨ªa trabajadores que suben y bajan a lo largo del trayecto. La extra?eza tiene a¨²n m¨¢s raz¨®n de ser porque casi resuenan a¨²n los ecos del ametrallamiento que dej¨® seis muertos en otro tren que sali¨® de Johanesburgo rumbo a un gueto.
Los guetos negros de la provincia norte?a del Transvaal viven desde hace un a?o en virtual estado de guerra civil, con ya 2.000 muertos y un Estado nada limpio de toda sospecha.Graeme Simpson, director en funciones del Proyecto para el Estudio de la Violencia, un centro de investigaci¨®n multidisciplinar creado en 1988 en la Universidad de Witwatersrand (Johanesburgo), niega que la guerra que libran los negros tenga fundamentos tribales. "Quienes lo disfrazan de conflicto ¨¦tnico intentan ocultar las razones profundas; hablar de salvajes, de irracionales, de agresivos... refuerza los temores de los blancos que s¨®lo hablan de un conflicto como de negro contra negro", dice Simpson.
La guerra comenz¨® ahora va a hacer un a?o en el gueto de Sebokeng con el primer ataque del grupo zul¨² Inkatha contra partidarios del Congreso Nacional Africano (ANC, liderado por Nelson Mandela). Aquellos 29 muertos fueron los primeros de una cadena que ya ronda los 2.000 y que ha dejado muy pocos guetos del antiguo pac¨ªfico Transvaal limpios de sangre.
Un reciente estudio basado en informaciones de prensa atribuye 96 de los ataques, el 66% del total, a Inkatha, y s¨®lo nueve a seguidores del ANC. El catalizador de esta crisis fue la transformaci¨®n de lo que hab¨ªa sido el movimiento cultural Inkatha, restringido a zul¨²es y a las zonas de Natal, en el Partido de la Libertad Inkatha (IFP), con vocaci¨®n multirracial y ambici¨®n de alcance pol¨ªtico nacional.
La nueva Sur¨¢frica
La evoluci¨®n pretend¨ªa adaptarse al marco pol¨ªtico de la nueva Sur¨¢frica. El mismo motivo que llev¨® al exclusivamente afrik¨¢ner y racista Partido Nacional a abrir sus puertas a todas las razas y etnias.A Inkatha y a su l¨ªder, Mangosuthu Buthelezi -que, aun opuestos al apartheid, hab¨ªan mantenido una postura de nadar y guardar la ropa, con cr¨ªticas no agresivas contra el r¨¦gimen y una condena de las pol¨ªticas y m¨¦todos del ANC-, la nueva situaci¨®n les hac¨ªa temer que la m¨¢s numerosa y poderosa de la docena de tribus del pa¨ªs fuera a quedar al margen de la discusi¨®n pol¨ªtica sobre el futuro a favor del m¨¢s popular y reci¨¦n legalizado ANC.
El IFP desembarc¨® en el Transvaal con una estrategia expansiva de reclutamiento forzoso semejante a la que en los cuatro a?os pasados ha costado del orden de 4.000 vidas en Natal y le permite vanagloriarse de tener dos millones de afiliados. Inkatha utiliza como base de organizaci¨®n en el Transvaal los albergues de los trabajadores emigrantes, degradados barracones de car¨¢cter militar rodeados de alambre de espino y ocupados s¨®lo por hombres, unos edificios que son una constante en cada gueto surafricano. "Es una estrategia que tiene l¨®gica para acceder a una base cautiva, y que ya fue utilizada por los sindicatos de los a?os sesenta y setenta, cuando eran ilegales y no pod¨ªan actuar en las f¨¢bricas y en las minas", dice Simpson. Los albergues suelen tener una cierta homogeneidad ¨¦tnica, y, seg¨²n Simpson, son un foco de tensi¨®n al ser sus habitantes forasteros que llegan al gueto para competir con los vecinos tradicionales por los escasos recursos disponibles, en el propio gueto y en la ciudad de la que dependen.
La llegada de Inkatha a los albergues revuelve la situaci¨®n dentro y fuera. Jackson Nkandimeng es un pedi, tribu del norte del Transvaal, que ha tenido que huir del albergue del gueto de Vosloorus. "En el albergue no hab¨ªa organizaci¨®n pol¨ªtica; Inkatha vino y lo organiz¨®", dice. "De madrugada nos ped¨ªan que fu¨¦ramos a luchar con ellos, y los que no se sumaban eran atacados o ten¨ªan que huir". Jackson opt¨® por marcharse. "Es una tribu, y yo quiero un pa¨ªs para todos. No s¨¦ cu¨¢l es el programa de Inkatha; s¨®lo s¨¦ que matan a la gente".
Jackson ha pegado la hebra al ver que el periodista hablaba en la carretera con dos negros zul¨²es del albergue. Uno de ellos, James Khumalo, mantiene que "la violencia procede de gente que no sabemos de d¨®nde viene; s¨®lo vemos gente peleando. No se puede decir qui¨¦n lo ha empezado". Khumalo niega que sus hombres hayan atacado a nadie: "Viene gente que nos ataca y tenemos que defendernos". Seg¨²n ¨¦l, el IFP es amante de la paz y est¨¢ abierto a todos los surafricanos, "hasta a los blancos", lo que es cierto. En la ejecutiva del partido hay un agricultor blanco que en el acto de presentaci¨®n del IFP hace un a?o dijo haberse afiliado porque el grupo de Buthelezi era la mejor garant¨ªa para que ¨¦l pudiera seguir conservando su estilo de vida. Jackson dice saber por experiencia propia que lo que han dicho los dos zul¨²es es pura mentira. El dominico Peter Hortop, que se confiesa militante del ANC, hace misi¨®n en el gueto de Thokoza, muy sacudido por esta violencia, que "est¨¢ pol¨ªticamente motivada". "La gente ha vivido aqu¨ª muchos a?os junta sin problemas entre xhosas y zul¨²es o entre tsuanas o sothos. Buthelezi es una marioneta del Gobierno. El da?o que ha causado es irreparable. Hace jugar a los zul¨²es con la nacionalidad, luchar por patria y rey, y ahora la comunidad est¨¢ completamente dividida".
El apartheid ha jugado tradicionalmente con las diferencias entre las distintas tribus -que en el pasado vio enfrentarse en guerra a zul¨²es y xhosas, la tribu a la que pertenece la mayor¨ªa de la direcci¨®n del ANC- y ahora da la circunstancia de que el moderado IFP y esencialmente zul¨² puede servir al Gobierno para tener a raya al m¨¢s radical y trivalmente heterog¨¦neo ANC, al que esta violencia ha impedido organizarse, adem¨¢s de restarle apoyo popular por parecer como incapaz de defender a sus seguidores. "Como consecuencia de la t¨¢ctica de la violencia estamos perdiendo apoyo d¨ªa a d¨ªa", dice Hortop. "Pero el ANC es la aut¨¦ntica oposici¨®n y si hubiera votaciones ma?ana ganar¨ªamos, aunque no con una mayor¨ªa tan holgada".
El ojo acad¨¦mico de Simpson ve "tres niveles de enfrentamiento: Inkatha contra ANC; ocupantes de los albergues contra habitantes de los guetos, y zul¨²es contra los dem¨¢s", pero, advierte, "son tres niveles que no son separables y en cada ocasi¨®n todos o algunos pueden estar operando de forma simult¨¢nea".
Un reflejo ¨¦tnico
Es un conflicto inicialmente generado por motivos de poder pol¨ªtico que con el paso del tiempo ha descendido hasta llegar a unas bases ignorantes y no pol¨ªticamente motivadas que act¨²an con reflejos ¨¦tnicos. "Conforme crece la espiral de la violencia el origen pol¨ªtico se pierde, los objetivos de los ataques son cada vez menos selectivos y se vive en estado de virtual guerra civil", se?ala Simpson.El r¨¦gimen de terror puro con ataques indiscriminados contra los trenes es una de las derivaciones de esta situaci¨®n. Desde el pasado mes de septiembre ha habido m¨¢s de 60 muertos en la zona de Johanesburgo-Pretoria como consecuencia de estos asaltos, puramente arbitrarios y con casos tan atroces como el de los 26 muertos que produjo el ametrallamiento y macheteo de quienes viajaban en un vag¨®n-capilla.
La polic¨ªa practic¨® entonces cinco detenciones, pero abandon¨® el caso por falta de pruebas. En muy pocas oportunidades ha habido acusados.
Por ahora, los cientos de miles de negros que cogen los trenes de cercan¨ªas de Johanesburgo juegan diariamente a la ruleta rusa. Jackson Nkandimeng lo acepta con desarmante sencillez: "No temo morir porque he nacido para morir".
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