Entre aplausos y protestas
El sofocante calor de la jornada veraniega no invitaba demasiado a encerrarse en el teatro de la Zarzuela, pero el p¨²blico no se retrajo y asisti¨® en gran n¨²mero a la clausura de la temporada, con Madama Butterfly.Cuando la obra se estren¨® en Mil¨¢n, en 1904, estall¨® la tormenta y ascendieron a los titulares de las cr¨®nicas period¨ªsticas res¨²menes como ¨¦ste: "Puccini silbado". Pero Puccini cre¨ªa en el ¨¦xito y ¨¦ste lleg¨® muy pronto, de la mano de Toscanini.
Y es que lo que permanece es el genio l¨ªrico de Puccini, ¨²ltimo cap¨ªtulo del belcantismo, su concepto narrativo, su orquesta siempre luminosa y plena de gui?os modernistas, su constante bordear lo vulgar sin llegar jam¨¢s a caer en ello. Esta po¨¦tica pucciniana de Un
Madama Butterfly ¨®pera de Giacosa, Illica y Puccini
Int¨¦rpretes: Y. Watanabe, I. Mentxaka, F. Roig, A. Davis, E. Baquerizo, J. Ruiz, S. S¨¢nchez Jeric¨®, P. Farr¨¦s, C. Cord¨®n, L. Triana, I. Gonz¨¢lez. Director musical: Antoni Ros Marb¨¢. Direcci¨®n esc¨¦nica: Nuria Espert. Escenarios: Ez?o Frigerio. Figurines: Franca Squarciapino. Luces: Bruno Boyer. Director del coro: Ignacio Rodr¨ªguez. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid y coro titular del Teatro L¨ªrico Nacional. Madrid, 12 de julio.
bel di pedremo, del d¨²o, del addioflorito, del coro nocturnal interno, puede aplicarse a Oriente o a Occidente, servir a Murger, a Loti o a Sardou, con resultado positivo. Esto, sin olvidar la instintiva impostaci¨®n teatral de la m¨²sica pucciniana, quien supo seguir, sin ce?ir el pie a las huellas, los pasos de Verdi.
Madama Butterfly tiene un personaje entero y otro dibujado a medias. El primero, la Butterfly, tuvo un int¨¦rprete excelente en Yoko Watanabe, que se incorpora al gran elenco de int¨¦rpretes hist¨®ricos de Ciocio-San: Storchio, Pampanini, Adami Corradeti, Favero, Hasegawa, Albanese, Canali, Surinac, Scotto, Zeani, Kabainswanska, Victoria de los ?ngeles y algunas otras.
El medio personaje es Pinkerton en un papel que constituy¨® una de las primeras propagandas antinorteamericanas y fue defendido con nobleza y pasi¨®n, pero sin la deseable l¨ªnea belcantista, por el tenor gal¨¦s Arthur Davis, en tanto el espa?ol Enrique Baquerizo hizo m¨¢s bueno de lo que es al c¨®nsul estaodunidense, Sharpless.
Una labor de conjunto de por s¨ª buena se convirti¨® en excelente gracias a la direcci¨®n de Nuria
Espert, que movi¨® la escena y mont¨® la dramaturgia de los personajes con refinada sensibilidad y singular talento, muy acordes con lo que su paisano Antoni Ros Marb¨¢ hac¨ªa al frente de la orquesta. Renovador, sin caprichos, el escenario de Frigerio, y adecuados a la naturaleza de los personajes los trajes de la Squarciapino.
Pero si el trabajo de Ros Marb¨¢ fue reconocido y aplaudido, no sucedi¨® lo mismo con el de sus colaboradores teatrales, lo que, a decir verdad, no acierto a explicarme como no se quiera que las ¨®peras se sigan representando como el d¨ªa de su estreno. Nuria triunf¨® en el Reino Unido con su ButterflY, destacada en 1990 como la mejor direcci¨®n de la temporada cuando se represent¨® en Londres, y me parece que el ¨¦xito fue tan merecido como impensable las protestas que, entre aplausos., se hicieron notar en la sala de la calle de Jovellanos.
Ya se sabe: los p¨²blicos son siempre dif¨ªciles de entender, y los de la ¨®pera, todav¨ªa m¨¢s. Es cierto que Nuria Espert, en su af¨¢n de veracidad humana, quit¨® porcelanosa orientalista a su
Butterfly, pero cuanto hizo sigui¨® una l¨ªnea de buen arte resaltado por un muy inteligente uso de las luces. Esperemos que en las pr¨®ximas representaciones el p¨²blico responda tal y como se merece a este montaje de la invenci¨®n / convenci¨®n de Giacosa, Illica y Puccini.
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