El artesano y la v¨ªctima
Como Nikita Jruschov en 1964, los golpistas de 1991 tienen poca imaginaci¨®n, y es un poco normal ya que, con m¨¢s de un cuarto de siglo de retraso (en todos los sentidos del t¨¦rmino), pertenecen a la misma familia; toda vez que, como anteriormente con el padre del deshielo, son pretendidas "razones de salud" las que apartan al padre de la perestroika del poder. S¨®lo se ha omitido alegar, como en el caso del septuagenario Jruschov, "una avanzada edad": el sexagenario Gorbachov estaba sin duda estresado, como pudieron constatar estos ¨²ltimos meses sus interlocutores extranjeros, y no era para menos. Pero no es m¨¢s viejo que quienes se instalan en su puesto.A¨²n se tiene que escribir la historia de la perestroika, pero ¨¦sta ser¨¢, todav¨ªa m¨¢s que la de Jruschov, primer reformista posestalinista, la de un largo e incesante combate contra los partidarios de un r¨¦gimen condenado, tan encarnizado en la defensa de sus poderes y de sus privilegios como pobre en ideas sobre los medios para que funcione. Sin embargo, es esta ¨²ltima tarea la se que vuelve contra el que se encuentra en la cima, y, despu¨¦s de todo, Mija¨ªl Gorbachov no fue el primero en intentarlo: Imre Nagy en Hungr¨ªa, Dubcek en Checoslovaquia y, a su manera, Deng Xiaoping en China y hasta el mismo Jruschov han intentado cambiar las cosas. Bien pocos lo han conseguido.
Al mismo tiempo, las cualidades que hay que desplegar para llegar al poder en el sistema comunista son justo lo contrario de lo que hace falta para reformarlo. Desde este punto de vista, Mija¨ªl Gorbachov r¨ªo es una excepci¨®n, desde el momento en que la primera vida de Gorbachov, la que le condujo desde su oscuro pueblo en la regi¨®n de St¨¢vropol hasta el secretariado general del partido en marzo de 1985, sigue siendo todav¨ªa un gran enigma; precisamente porque es la vida de un appar¨¢tchik an¨®nimo, que no se ha transformado en reformador m¨¢s que al t¨¦rmino de una larga paciencia de 30 a?os.
Nacido el 2 de marzo de 1931 en Privoinoc, un peque?o pueblo de la regi¨®n rural del norte del C¨¢ucaso, Misha Gorbachov es, en primer lugar, un hijo del "nuevo campesinado" creado por la terrible colectivizaci¨®n de la ¨¦poca. Su abuelo materno dirig¨ªa uno de los primeros ko1joses del lugar, y, aunque nadie de la familia fue v¨ªctima de la represi¨®n, aunque los varones eran comunistas desde hac¨ªa dos generaciones, nadie fue verdaderamente privilegiado: el padre, Sergu¨¦i, simple soldado durante la guerra (en la que ser¨¢ herido, condecorado y miembro del partido), fue tractorista hasta su muerte en 1967; su madre, Mar¨ªa, una vulgar campesina, vive todav¨ªa hoy, cercana a los 80 a?os, en la casa familiar en compa?¨ªa de su hija mayor.
Demasiado joven para participar en la guerra, el futuro se?or del Kremlin es, en cualquier caso, lo suficientemente mayor para acordarse. En diciembre de 1942, cuando iba a cumplir los 10 a?os, su regi¨®n es ocupada por los alemanes que avanzan hacia el C¨¢ucaso. Se quedar¨¢n all¨ª seis meses, hasta el d¨ªa despu¨¦s de su derrota de Stalingrado, lo suficiente para hacer vivir a la poblaci¨®n una primera experiencia de desmoronamiento del sistema sovi¨¦tico (la reapertura de las iglesias, sobre todo, no debi¨® de escapar al joven Misha, al que su madre hab¨ªa hecho bautizar) y de su vuelta brutal: varios pueblos vecinos, sobre todo los kalmuks y los karachais, son deportados en masa por Stalin en 1943.
Pero nada de esto impedir¨¢ al joven campesino dar comienzo a una ejemplar carrera. Desde los 15 a?os, y paralelamente a sus estudios secundarios, participa cada a?o en los trabajos agr¨ªcolas como conductor ayudante de cosechadora, lo que le vale su primera condecoraci¨®n: "la bandera roja del trabajo" le es concedida el 16 de abril de 1949 por haber segado "8.853,14 quintales de trigo en 20 d¨ªas", seg¨²n especifica el decreto con una minuciosidad muy administrativa.
De hecho, esta distinci¨®n, que implica un enchufe importante de las autoridades locales, es, sobre todo, el camino hacia ,la instrucci¨®n. Al a?o siguiente, el joven Misha obtiene el ingreso en la Universidad de Mosc¨². Poco importa que entre en la Facultad de Derecho cuando hubiera preferido las matem¨¢ticas o las ciencias. Cuando la Universidad se reserva preferentemente para los ex combatientes, es un privilegio insigne para este aldeano sin historia encontrarse en Mosc¨², en uno de los principales establecimientos de ense?anza del pa¨ªs.
Estos cinco primeros a?os en la Universidad van a ser, pues, su primera experiencia del mundo exterior. All¨ª conocer¨¢ en 1951 a una seductora estudiante de filosof¨ªa, Ra¨ªsa Titarenko, con la que se casar¨¢ dos a?os despu¨¦s. All¨ª se har¨¢ frecuente su relaci¨®n con un extranjero, el checo Zdenek Mlynar, futura y ef¨ªmera personalidad de la primavera de Praga, y con unos j¨®venes ambiciosos como ¨¦l: el historiador Roy Medvedev revelar¨¢ en 1989 que encontr¨® menciones en estos a?os de un tal Luki¨¢nov (hoy presidente del Parlamento de la Uni¨®n) a la cabeza de una secci¨®n de j¨®venes comunistas (Komsomol) de la Facultad de Derecho, cuyo vicepresidente es Mija¨ªl Gorbachov.
As¨ª, el futuro dirigente del pa¨ªs, que se afili¨® al Komsomol en 1946, se convierte desde su ¨¦poca de estudiante en aparatchik a tiempo parcial de esta organizaci¨®n. Antes de pertenecer a la generaci¨®n del XX Congreso, como reivindicar¨¢ m¨¢s tarde, es uno de los ¨²ltimos hijos de Stalin, ya que se afilia al partido en 1952, unos meses antes de la muerte del dictador. Y, con toda naturalidad, de regreso a St¨¢vropol en 1955, y tras pasar unos meses "en el desempe?o de una labor en consonancia con su cualificaci¨®n jur¨ªdica", seg¨²n sus bi¨®grafos oficiales (probablemente un cursillo en un organismo judicial, y no directamente en el KGB, como algunos sospechan a¨²n en Occidente), se convierte en funcionarlo del Komsomol; primer secretario de la ciudad de St¨¢vropol desde 1956, segundo y primer secretario de la regi¨®n unos a?os m¨¢s tarde. Asiste como tal a su primera gran manifestaci¨®n pol¨ªtica en Mosc¨²: el XXII Congreso del PCUS en octubre de 1961, que tambi¨¦n marca el
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Viene de la p¨¢gina anteriorpunto culminante de la primera desestalinizaci¨®n.
Despu¨¦s de todo esto, inicia una carrera en una serie de puestos cuya propia denominaci¨®n resulta hoy singularmente anacr¨®nica: jefe del servicio de "la organizaci¨®n del partido" en el territorio- de St¨¢vropol (1962); primer secretario del Gorkom (comit¨¦ de la ciudad) en 1966; segundo secretario del Kraikom (comit¨¦ regional) en 1968, y primer secretario en 1970; miembro del Comit¨¦ Central en Mosc¨² (1971). Y no es ¨¦ste el final: a las hadas madrinas que le han protegido en su ascenso local (sobre todo Fi¨®dor Kulakov, hombre fuerte en la regi¨®n, que asciende en Mosc¨² tras la ca¨ªda de Jruschov), se unen otros altos dirigentes, especialmente Suslov y Andr¨®pov, que parecen ver en este appar¨¢tchik mod¨¦lico y bien instruido un elemento para limitar de manera parcial, pero ¨²til en el futuro, el poder total del clan Br¨¦znev.
De hecho, la carrera de Mija¨ªl Gorbachov conoce un nuevo y gran salto hacia adelante en 1978, cuando, tras la muerte s¨²bita de Fi¨®dor Kulakov, su sucesor en St¨¢vropol, es llamado a Mosc¨² para sustituirlo una segunda vez: ser¨¢ secretario del partido encargado de agricultura (noviembre de 1978), despu¨¦s nombrado suplente del Politbur¨® (1979) y finalmente miembro titular -en octubre de 1980. En esta ascensi¨®n -que no deja de recordar la que logr¨® Chernenko durante los mismos a?os- lo sit¨²a en buena posici¨®n mientras se cumple la agon¨ªa de los geront¨®cratas, todos ellos m¨¢s de 20 a?os mayores que ¨¦l. Despu¨¦s de Br¨¦znev, de Andr¨®pov y del intermedio a¨²n m¨¢s ef¨ªmero de Chernenko, Gorbachov accede por fin, el 11 de marzo de 1985, al secretariado general del partido.
Aquellos que lo hab¨ªan colocado en las altas esferas, Suslov y Andr¨®pov en principio, y Andr¨¦i Grorniko en el momento decisivo, ?sab¨ªan lo que hac¨ªan? Ciertamente no; adem¨¢s, ?qui¨¦n se atrev¨ªa a mostrar lo que guardaba en el fondo de su pensamiento en el reino del aparato? Mija¨ªl Gorb¨¢chov no era de aqu¨¦llos, y quienes lo describen hoy (sobre todo Edvard Shevardnadze, Anatoli Sobchak, Yegor Ligachov en sus recuerdos recientemente publicados) nos dan a conocer indirectamente su secreto. El hombre de la perestroika recoge confidencias, se rodea desde el principio de los a?os ochenta de personalidades abiertas, de economistas que le explican que el sistema est¨¢ condenado, a ser reformado en profundidad; escucha, fomenta las cr¨ªticas; pero ¨¦l mismo no se implica. Y este aspecto de esfinge lo llevar¨¢ hasta la frialdad, aun hasta el cinismo, mientras algunos de sus Amigos, furiosos de ser criticados por todos los conservadores por haber llevado a cabo la pol¨ªtica que ¨¦l mismo hab¨ªa apoyado, le pedir¨¢n -en vano- que los sostenga. La dimisi¨®n de Edvard Shevardnadze, el pasado mes de diciembre, no tiene otra explicaci¨®n.
No nos asombremos, en desquite, que el arquitecto de la perestroika haya sido entrenado bastante mejor de lo que hubiera deseado: su prop¨®sito no era, y no pod¨ªa ser, el de invertir el sistema en el que hab¨ªa crecido y sobre el que reposaba su poder (la cuesti¨®n de saber si cre¨ªa en ¨¦l es otra cosa, despu¨¦s de todo secundaria). Su objetivo era el de hacerlo m¨¢s eficaz, comprendidos los malos m¨¦todos, como lo muestran las medidas autoritarias, hoy desmentidas, del principio (campa?a antialcoh¨®lica, aceleraci¨®n forzada del progreso tecnol¨®gico, etc¨¦tera.)
Ahora bien, y contrariamente a la tesis oficial, no es en l9$5, sino dos a?os m¨¢s tarde, cuando empieza realmente la perestroika. Para ser m¨¢s exactos, a partir de un pleno sostenido por el Comit¨¦ Central en 1987, punto de partida de la liberaci¨®n de la prensa, de una desestalinizaci¨®n y de una desbreznevizaci¨®n irresistible que va a desestabilizar todo el aparato y abre la v¨ªa a una transformaci¨®n todav¨ªa m¨¢s radical: las primeras elecciones libres (primavera de 1989) y el parlamentarismo como corolario.
Desde ese a?o, y sobre todo con las revoluciones en Europa del Este, la perestroika es galopante. Es sobre todo eso, el abandono del Pacto de Varsovia, es decir, la liquidaci¨®n del imperio exterior a la par que la desestalinizaci¨®n del imperio interior, la soltura de la disciplina y de la econom¨ªa y un viraje hacia el Oeste que toma el rumbo el Tesoro, ese a?o; todo ello junto es lo que los guardianes del templo no le perdonaron.
Sin duda, Mija¨ªl Gorbachov ha cornetido faltas, entre las que se puede citar, en primer lugar, su impotencia al atacar de frente en tiempos ¨²tiles los problemas de la econom¨ªa (que debi¨® empezar en 1987); despu¨¦s, su retraso en asimilar las verdaderas dimensiones del problema nacional. Queda en su activo el haber comprendido que la renovaci¨¢n pasaha por la democratizaci¨®n. S¨®lo por ello merece entrar en la historia.
Por ahora esa historia no ha terminado del todo. Con o sin Gorbachov, una cosa es segura: los artesanos del golpe del lunesno volver¨¢n, no podr¨¢n jam¨¢s volver, a la gran Uni¨®n Sovi¨¦tica de anta?o, y menos a esa era dorada de la nomenklatura que fue la ¨¦poca de Br¨¦znev. Y ellos se dar¨¢n cuenta de su error mucho m¨¢s r¨¢pidamente que el anterior.
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