La rueda de la historia
Hay tantos par¨¢sitos, / bandidos uniformados, / generales y oficiales golpistas, / vacas sagradas condecoradas, / tantos administradores de seres humanos... / Ven la gl¨¢snost con una fr¨ªa rabia, / con un horror c¨¢lido que habr¨ªa que emplear en el trabajo. / Pero no, Gorbi, no; / no los metas en el gulag. / Tambi¨¦n cerdos as¨ª son personas que necesitan el sol. / Pero s¨ª, Gorbi, s¨ª; / mantente valiente y justo, / pues no queremos ning¨²n campo de concentraci¨®n, / ni se?ores, ni esclavos. / ?Oh, oh, hijos! / Una era nueva. / Todas las fronteras abiertas. / ?Oh, justicia! / ?Oh, oh, hijos! / Peque?o es nuestro mundo / y tiene que volverse un jard¨ªn,verde y bueno.
?Eso cre¨ª! ?Ja, ja, que il faut cultiver notre jardin! El ir¨®nico cantante no sab¨ªa lo que cantaba. La tierra, un jard¨ªn; la tierra, un campo de concentraci¨®n. Gorbachov no meti¨® a sus enemigos en el gulag, pero ellos le metieron a ¨¦l y a sus iguales en el saco. En estos tiempos es dificil no ser un vidente de lo tenebroso. Gl¨¢snost y perestroika. Tras las esperanzas entusiastas, lleg¨® r¨¢pida la gran desesperaci¨®n y en la URSS se dio mucho antes y mucho m¨¢s radicalmente que en el entusiasta Occidente. El H¨¦rcules ruso acab¨® con la guerra fr¨ªa; arranc¨® el poder al todopoderoso partido; regal¨® a los alemanes, hist¨®ricamente tontos, la unidad; convirti¨® a los devoradores de comunistas de Washington en vegetarianos. Pero el h¨¦roe no proporcion¨® a sus pueblos comida. La revoluci¨®n desde arriba de Gorbachov choc¨® con el suelo des¨¦rtico de la realidad sovi¨¦tica. El gran pa¨ªs est¨¢ m¨¢s dram¨¢ticamente destruido de lo que lo estuvo nunca la RDA, y sus gentes, m¨¢s abotargadas y m¨¢s profundamente empobrecidas que los enfermos alemanes orientales. El pueblo est¨¢ como un mont¨®n de ni?os confusos que se maravillan de que, de pronto, no haya ya alambradas electrificadas, ni tampoco la diaria porquer¨ªa de la cocina estatal para comer. Como ocurri¨® a los experimentados s¨²bditos de Leipzig y Dresde, para los sovi¨¦ticos, los conceptos responsabilidad e iniciativa propia se hab¨ªan convertido en palabras extra?as. ?Deber¨ªa, acaso, pagar Gorbachov de su bolsillo la factura de 70 a?os de locura sistem¨¢tica? La nomenklatura se aferraba a sus privilegios y retrasaba, enga?aba y saboteaba. Y el pueblo, el gran bruto, ejerc¨ªa como tal con la vieja rutina. Cierto, los trabajadores en Donezbecken aprend¨ªan lentamente a ir a la huelga contra el Estado de los obreros y campesinos, pero exig¨ªan cosas tan peregrinamente modestas como ?"una pastilla de jab¨®n m¨¢s por hombre y mes"! ?Ser¨¢n ahora capaces de arriesgarse a la huelga general?
Los informes interminables acerca de c¨®mo crec¨ªa la agon¨ªa en la Uni¨®n Sovi¨¦tica ya no nos excitaban. Al final, el premio Nobel ten¨ªa en su casa un peque?o grupo de seguidores apasionados y un mont¨®n de enemigos furiosos. Pero en las colas ante las carnicer¨ªas, las masas se fueron haciendo cada vez m¨¢s ap¨¢ticas. Y pas¨® lo que ten¨ªa que pasar: un d¨ªa negro en tiempos tenebrosos. Y ahora s¨ª que me sorprendo. Nosotros, los, especialistas, somos profetas c¨®micos. Ya sab¨ªamos e intu¨ªamos todo, pero cuando de repente pasa -y, naturalmente, de manera distinta a c¨®mo supon¨ªamos-, ponemos los ojos en blanco como tontos y comentamos: "?Has visto?". Y nos quedamos tan desvalidos como el resto de los listillos.
Es un fallo imitar a Dios, quien, tras seis d¨ªas de trabajo, se cruz¨® de brazos. Hay algo que me llama la atenci¨®n: esos perros siempre hacen las cosas en el fin de semana, cuando el pueblo descansa del trabajo y, como Dios, se recupera el s¨¦ptimo d¨ªa. Habr¨ªa que abolir los fines de semana, it's putschtime: la construcci¨®n del Muro, el 13 de agosto de 1961; la invasi¨®n de los cinco hermanos del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia, el 21 de agosto de 1968; y cuando el golpista general polaco JaruzeIski decret¨® el estado de guerra contra su pueblo era tambi¨¦n domingo.
La televisi¨®n es un gran invento; se notan mejor los sufrimientos ajenos. Tras las im¨¢genes de la plaza de la Paz Celestial en Pek¨ªn, tras las im¨¢genes de los juegos de guerra del Golfo y tras las im¨¢genes de diaria sangre fresca en Yugoslavia, por el sal¨®n de mi casa de Altona corren tambi¨¦n los tanques de las calles de Mosc¨². Yeltsin se encaram¨® a un tanque rodeado de ciudadanos para leer un encendido discurso. Habl¨® en tono fuerte contra el golpe fascista de los g¨¢ngsteres del KGB y de los bandidos del complejo industrial-militar, y eso que no ten¨ªa ni siquiera meg¨¢fono. Llam¨® a la sublevaci¨®n para salvar a su oponente. Tanques T-54, jovenc¨ªsimos soldados rusos; las mismas im¨¢genes que en Budapest en 1956, que en Praga en 1968 (con la ¨²nica y peque?a diferencia de que los tanques aplastaban ahora en Mosc¨² a su propio pueblo).
Un antifascista alem¨¢n escribi¨® desde el exilio dan¨¦s contra la banda de Hitler: "General, tu tanque es un coche poderoso. Destroza un bosque y despedaza a 100 personas. Pero tiene un defecto: necesita un conductor". Est¨¢ bien versificado, pensado agudamente y formulado brillantemente como todo lo de Brecht. El ¨²nico defecto es que era y sigue siendo poes¨ªa. A los generales reales nunca les faltaron conductores que estuvieran dispuestos a hacer picadillo al enemigo interior o exterior, a las personas.
?Qu¨¦ pasar¨¢? No lo s¨¦ mejor que los dem¨¢s, que saben a¨²n menos. ?No dicen que la rueda de la historia puede girar f¨¢cilmente? Exacto. No puede ser peor de lo que fue, pero s¨ª m¨¢s grave.
Posiblemente se desatar¨¢n sin freno guerras civiles por toda la Uni¨®n Sovi¨¦tica, igual que en Yugoslavia. Las tropas sovi¨¦ticas, que han abandonado ahora Alemania, no caer¨¢n,
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como se tem¨ªa, en el vac¨ªo social de la falta de vivienda y del paro; ser¨¢n a¨²n utilizadas. Si esa maquinaria se emplea contra la gente, no caer¨¢n de los ¨¢rboles s¨®lo un par de ni?os como en la balada Ca¨ªda de la fruta rusa.
Desde el conflicto b¨¢ltico, y tras las matanzas en Armenia y en Thilisi, hemos ca¨ªdo de estas y otras nubes. Con una diferencia: nosotros hemos sobrevivido y vivimos muy bien (entre otras cosas, de la elaboraci¨®n literaria de los sufrimientos que otros padecen en su propia carne). La Uni¨®n Sovi¨¦tica podr¨ªa haber existido decenios con las viejas cabezas de cemento en el poder. ?El hambre? ?La pobreza galopante? ?Rid¨ªculo! Ning¨²n poder se ha quebrado jam¨¢s por la miseria del pueblo. Adem¨¢s al pueblo se le tapar¨ªa la boca con las salchichas guardadas en las cartucheras del Estado para poder venderlas m¨¢s caras, tras la planeada reforma de precios. Pero incluso el embutido m¨¢s largo llega a su fin. La ¨¦lite de la era estalinista puede llegar al poder por medio de un golpe, pero ha demostrado durante decenios que no es de ninguna manera capaz de hacer lo que la gente de Gorbachov era capaz de hacer, aunque sea a medias: gestionar la econom¨ªa.
?Y nuestro bobo canciller? Kohl no fue, por lo menos, tan tontamente provinciano como nosotros en nuestra arrogancia. Nosotros, los alemanes, s¨®lo dispusimos de una brev¨ªsima oportunidad en el proceso de la historia. Pero ?a qui¨¦n le interesa eso? Tambi¨¦n se podr¨ªa decir que precisamente porque Gorbachov no s¨®lo dej¨® libre la RDA, sino que adem¨¢s consinti¨® que entrara con bombo y platillo en la OTAN. Y con eso traspas¨® el umbral del dolor de sus generales. Los. cazas Mig m¨¢s modernos de la antigua RDA, puestos ahora al servicio de la OTAN y pintados con la cruz del k¨¢iser alem¨¢n; puedo imaginarme que tales im¨¢genes televisivas han debido ser para los poderosos militares sovi¨¦ticos la gota que colma el vaso. Los grandes oficiales no quieren quedarse en paro, o algo a¨²n rri¨¢s grave: no quieren tener que trabajar. "Tambi¨¦n tales cerdos son personas...", cant¨¦ yo en la canci¨®n a Gorbachov. ?Deber¨ªa Gorbachov haber sacrificado a ¨¦sos cerdos, al estilo franc¨¦s?
Miramos espantados los tanques y en el horror olvidarnos que los golpistas tienen arrnas at¨®rnicas. No estamos, por tanto, tan alejados como parece, sino metidos en medio del embrollo del otro extremo del mundo.
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