Raisa Gorbachova
Las memorias de una primera dama en apuros
Hac¨ªa ya tiempo que viv¨ªa atemorizada, angustiada por las visitas imprevistas y por las llamadas telef¨®nicas "que traen r¨¢fagas de desesperaci¨®n, s¨²plicas, sufrimiento y a veces muerte". Ve¨ªa a los extremistas, tanto a los partidarios del viejo orden comunista como a los que apostaban por una dr¨¢stica revoluci¨®n liberal, como gente sin rostro, sino con m¨¢scaras, y esas m¨¢scaras desaparecer¨ªan en alg¨²n momento para revelar los rostros de la gente que delat¨® a mi abuelo en 1930 y le destruy¨® [su abuelo desapareci¨® durante las purgas estalinistas]". Sus temores se vieron confirmados de la forma m¨¢s abrupta el pasado 19 de agosto, cuando una visita inesperada en su Finca de Crimea dio comienzo a un golpe de Estado impulsado por la vieja burocracia del Kremlin. Ra¨ªsa Gorbachova a¨²n no se ha recuperado de la apoplej¨ªa y la crisis nerviosa que sufri¨® aquel d¨ªa, cuando todo se vio amenazado.
En el verano de 1990, Ra¨ªsa, la esposa del presidente sovi¨¦tico, Mija¨ªl Gorbachov, empez¨® a escribir sus memorias. En ellas evoca su infancia como hija mayor de un ferroviario, su juventud como estudiante universitaria y sus casi 40 a?os de matrimonio y ascenso en la nomenklatura de la URSS. Y recoge, sobre todo, las ¨¢speras sensaciones del ¨²ltimo a?o. "Afrontamos el momento m¨¢s dif¨ªcil", le dijo su marido al terminar las vacaciones del a?o pasado.
El peri¨®dico londinense The Sunday Times inici¨® ayer la publicaci¨®n de algunos cap¨ªtulos de la autobiograf¨ªa de Ra¨ªsa, que aparecer¨¢ esta semana en el Reino Unido bajo el t¨ªtulo Yo tengo esperanza.
El escrito contiene pasajes desesperanzados. "El nacionalismo y el extremismo afloran a la superficie. Se extienden como un c¨¢ncer y son para m¨ª extremadamente alarmantes. ?stos son tiempos de ansiedad, hay muchas cosas por las que preocuparse: por el futuro del pa¨ªs, por el futuro de la Uni¨®n. ?De d¨®nde viene esta agresi¨®n destructiva? Tengo miedo. ?No hay ninguna pol¨ªtica eficaz ante este mal?". Ra¨ªsa refleja una y otra vez su temor a las venganzas pol¨ªticas, a los enfrentamientos, a las purgas como la que termin¨® con la vida de su abuelo, "por trotskista", cuando el hombre, un campesino analfabeto de Siberia, ni siquiera sab¨ªa qui¨¦n era Le¨®n Trotski. "Es triste e inquietante leer que la esposa de un popular diputado nos informa, con orgullo, de que su hijita puede decir intuitivamente, con s¨®lo ver la imagen por televisi¨®n o escuchar su forma de hablar, si esa persona es 'uno de los nuestros' o 'nuestro enemigo".
Anteriores aparecen sus recuerdos de la llegada a Mosc¨² en 1978, cuando Gorbachov fue elegido miembro del Comit¨¦ Central del PCUS. Mosc¨² era la ciudad en la que hab¨ªa estudiado y hab¨ªa conocido a su marido, pero volv¨ªa a ella como esposa de un dirigente. Dispon¨ªa de un gran piso en la ciudad, casa de campo y ch¨®fer particular. Y se sumergi¨® en la "atm¨®sfera jer¨¢rquica" de "una gente con pretensiones de superioridad, que se sent¨ªa elegida".
No olvida algunas frases. Como la que le espetaron cuando se quej¨® del rrial comportamiento de unos ni?os: ?Pero qu¨¦ dice usted! ??sos son los nietos de Br¨¦znev!". O cuando, al ser invitada a una casa de campo, advirti¨® a sus propios ni?os que tuvieran cuidado con los candelabros. "?Oh, no se preocupe!", exclam¨® un mayordomo, "son propiedad del Gobierno; se pueden romper".
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