La gran Serbia
EUROPA NO puede seguir casi impasible los graves acontecimientos que se suceden en Yugoslavia, content¨¢ndose con una iniciativa lenta y, por el momento, modesta, por m¨¢s que loable y necesaria, como es la conferencia de paz que se re¨²ne en La Haya bajo la presidencia de lord Carrington. Media Croacia est¨¢ convirti¨¦ndose en un campo de ruinas y su poblaci¨®n est¨¢ pagando un dur¨ªsimo tributo en vidas, en p¨¦rdida de propiedades y en un precipitado exilio hacia pa¨ªses vecinos. La guerrilla serbia, apoyada por el Ej¨¦rcito federal, intenta controlar la parte de Croacia incluida en el mapa de la gran Serbia, con el objetivo de llegar a la negociaci¨®n decisiva dominando la totalidad del territorio donde reconstruir una nueva Yugoslavia m¨¢s reducida, pero de indiscutible hegemon¨ªa serbia. El Gobierno croata, por su parte, realiza todo tipo de esfuerzos para terminar de implicar al Ej¨¦rcito federal en la guerra y aclarar as¨ª de una vez por todas ante la opini¨®n internacional su cualidad de solitaria v¨ªctima de un poder militar opresor, heredero del viejo r¨¦gimen comunista. ?ste es el objetivo del cerco impuesto a las guarniciones federales en territorio croata, aun a riesgo de incitar a lo que puede ser una nueva escalada b¨¦lica, consistente en bombardeos federales sobre Zagreb.El obst¨¢culo principal para la paz, para qu¨¦ enga?arse, es la obstinaci¨®n de los m¨¢s fuertes en esta contienda desigual: el l¨ªder nacionalista serbio, Slobodan Milosevic, y el Ej¨¦rcito federal yugoslavo, empe?ados en consolidar su proyecto expansionista.. As¨ª, la invocaci¨®n de una causa aparentemente justa o digna de ser tomada en consideraci¨®n, como la defensa de la minor¨ªa serbia en Croacia, est¨¢ sirviendo para encubrir otras causas mucho m¨¢s discutibles, que no justifican en ning¨²n caso el recurso a la guerra.
A lo largo de las pasadas dos semanas ha habido proposiciones en dos sentidos: por un lado, el ministro de Exteriores alem¨¢n, Genscher, y el presidente Mitterrand han amenazado con reconocer las independencias de Croacia y Eslovenia si Serbia no depone su actitud. Pero no tiene sentido un reconocimiento separado y previo al arreglo global que pretende la conferencia de La Haya -de la que precisamente tanto Alemania como Francia son padres con los restantes socios de la CE-. La segunda propuesta, tambi¨¦n de Genscher, es crear una fuerza. dependiente de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE) que pueda utilizarse para separar a los contendientes. Pero, en el punto actual, a?adir otro ej¨¦rcito en la zona equivaldr¨ªa a echar le?a seca a un fuego: contribuir¨ªa a generalizar la guerra y a extender la destrucci¨®n de Yugoslavia.
La CE tiene todav¨ªa un arma en las manos, como es su formidable capacidad de presi¨®n: el bloqueo total y la promesa de represalias si los contendientes no se separan inmediatamente. El pueblo yugoslavo no es el iraqu¨ª, ni la situaci¨®n all¨ª hoy es la de Oriente Pr¨®ximo hace un a?o. Es veros¨ªmil aventurar que Milosevic y los suyos tienen l¨ªmites en su resistencia a la presi¨®n interna y externa. En el momento en que aflojara la actividad militar y la actual confusi¨®n se podr¨ªa introducir alg¨²n tipo de fuerza internacional de separaci¨®n y vigilancia. Y s¨®lo entonces estar¨ªa la conferencia de La Haya en disposici¨®n de hacer que se negociaran las soluciones que ha empezado a discurrir el pasado jueves.
En caso contrario, la inoperancia de la CE transformar¨¢ sus propuestas en palabrer¨ªa in¨²til, y el foro de La Haya pasar¨¢ a engrosar las filas de las decenas de reuniones bienintencionadas que a lo largo del siglo XX han pretendido resolver las m¨¢s variadas crisis sin quererlo realmente y que se mantuvieron en vida s¨®lo mediante el expediente de apartar la vista de cuanto ocurr¨ªa a su alrededor. Para colmo, tanta inoperancia puede profundizar y agravar lo que ahora no son i`n¨¢s que leves diferencias entre pa¨ªses de la CE. A fin de cuentas, en Yugoslavia se juega la propia capacidad de los europeos para resolver en paz y por nosotros mismos nuestras querellas, cuesti¨®n que -nunca es ocioso recordarlo- ha costado dos guerras mundiales en el siglo XX.
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