Se?as de identidad
Cinco ni?os, p¨¢rvulos: pasaban entre personas que les gritaban "Asesinos". Urbaneja nos ense?¨®, compungido, la imagen de la verg¨¹enza en Mancha Real, y las de Villaverde, y de un pueblo de L¨¦rida. Bien: somos racistas. Recuerdo im¨¢genes de Little Rock, donde los que pasaban hacia la escuela eran negros, y los feroces, blancos americanos: hemos progresado mucho. Aquellos sucesos provocaron respuestas en el mundo entero y en su pa¨ªs, y all¨ª brot¨® el poder negro, y la nueva izquierda, y algunos grandes movimientos m¨¢s extensos. Ganaron: aquel racismo est¨¢ atenuado. Aqu¨ª no hay respuesta social. No la hay a nada de lo que la ten¨ªa antes. No har¨ªa Suecia ahora un tribunal Russell -ni siquiera hay un Russell- para juzgar cu¨¢les son los cr¨ªmenes de guerra de la democracia: su modelo ha ca¨ªdo, su socialismo ha perdido. Por no cambiar, como han hecho los otros socialismos: al soplo del tiempo.Im¨¢genes de entierro en Muchamiel. Escenas de siempre: las enlutadas, gritando al aire in¨²til. ?Forma parte el racismo de los bombarderos, de los pistoleros de ETA? "No somos espa?oles, eso est¨¢ claro", dec¨ªa un hombre de edad, con las c¨¢maras y el micr¨®fono delante, creo que en Bermeo. Son otra raza. S¨¦anlo. No s¨¦ cu¨¢l es la raza espa?ola. ?La de quien no es vasco, gallego, andaluz, extreme?o, catal¨¢n, etc¨¦tera? Suger¨ª que el nacionalismo es no querer ser lo otro; m¨¢s atinadamente, es querer ser diferente al mundo. ?Merecen las bombas todos los dem¨¢s? ?Merecen los ni?os gitanos ser llamados asesinos? ?Hay que matar para asegurar que se es croata o serbio o esloveno, o para unir estos pueblos contra su voluntad?
Felipe Gonz¨¢lez, en su di¨¢logo con los directores de peri¨®dicos, hablaba de "zonas de confusi¨®n y vac¨ªo". Lo dec¨ªa con el desd¨¦n propio de quien est¨¢ seguro de s¨ª mismo. Yo no se lo envidio: vivo en una de esas zonas de confusi¨®n y vac¨ªo; es satisfactorio. No querer aceptar las nuevas normas, el nuevo desorden mundial, como si fueran dogmas. En cualquier caso, no aceptar dogmas. Recomponer la personalidad con la contradicci¨®n: no aceptar que las piezas del rompecabezas humano dibujen un paisaje concreto, un cuadro hist¨®rico, un retrato. Desconfiar de las se?as de identidad.
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