Que inventemos nosotros
LA RECIENTE concesi¨®n del Premio C. J. Finlay de la Unesco a dos prestigiosos cient¨ªficos espa?oles, especialistas en biolog¨ªa molecular, se a?ade a algunas otras distinciones de ¨¢mbito internacional obtenidas por nuestros cient¨ªficos en los ¨²ltimos a?os.Es significativo tambi¨¦n que los ganadores del Premio Nobel en disciplinas cient¨ªficas no son ya unos ilustres desconocidos en nuestras universidades, ni, lo que es m¨¢s importante, desconocen absolutamente a la comunidad cient¨ªfica espa?ola. Bien al contrario, empieza a ser frecuente que hayan tenido alguna relaci¨®n con la misma y hayan frecuentado nuestras instituciones acad¨¦micas en estancias de trabajo.
Son se?ales esperanzadoras que prueban un inicio de ruptura del aislamiento que tradicionalmente ha padecido esa comunidad cient¨ªfica, consecuencia del aislamiento general de nuestro pa¨ªs y del baj¨ªsimo nivel de la actividad investigadora realizada, con todas las honrosas y extraordinarias excepciones de rigor. Felizmente, parece que las cosas empiezan a cambiar y que muchos investigadores espa?oles van encontrando el respeto de sus colegas.
Pero no conviene exagerar la nota. Son, por ahora, s¨®lo indicios de un cambio que, en lo fundamental, est¨¢ por venir. No era dif¨ªcil progresar desde la situaci¨®n de postraci¨®n en que se encontraba nuestra ciencia; lo dif¨ªcil es ¨ªnantener ese progreso y superar una posici¨®n que, en este campo, es absolutamente subalterna en la escena internacional. Los premios Nobel no nos son extra?os, pero el hecho cierto es que no estamos en situaci¨®n de que nuestros cient¨ªficos, fonnados y trabajando en universidades y centros de investigaci¨®n espa?oles, sean los que los ganen.
Es, por ello, fundamental perseverar y no ceder a la facilidad del corto plazo que suele ensa?arse con aquello que s¨®lo da frutos a largo plazo. Una tarea como la investigaci¨®n cient¨ªfica, que requiere acumulaci¨®n de esfuerzo y de conocimientos, no puede estar sujeta a vaivenes en la atenci¨®n que se le presta que puedan comprometer su futuro y quiebren su todav¨ªa fr¨¢gil despertar. En ese sentido, no resultan tranquilizadoras las perspectivas que parecen abrirse en los presupuestos de 1992.
Resulta, por ¨²ltimo, significativo fijarse en los centros de investigaci¨®n y en las universidades relacionadas con acontecimientos que, por su inter¨¦s cient¨ªfico genuino, alcanzan cierta notoriedad. Es evidente que no todas son iguales, que poseen perfiles diferentes y que algunas de ellas est¨¢n especialmente presentes en ese tipo de acontecimientos. Ello no sorprender¨¢ a las personas que conozcan bien la situaci¨®n universitaria espa?ola, pero puede resultar ¨²til a quienes, menos avisados, tengan s¨®lo una idea superficial de la misma.
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