El martirio de Dubrovnik
La hist¨®rica ciudad yugoslava resiste el asedio del Ej¨¦rcito sin comida, luz, ni agua
Dubrovnik es hoy la ciudad de los varones. La mayor¨ªa de las mujeres y de los ni?os han sido evacuados. Los hombres entre los 18 y los 60 a?os deben permanecer, seg¨²n las instrucciones del Gobierno. Las calles del casco viejo de Dubrovnik, rodeado de murallas y cuyos antiguos portones se cierran, por primera vez en 50 a?os, a las 9 de la noche, cuando comienza el toque de queda, est¨¢n llenas de transe¨²ntes que no van a ninguna parte. Toda la actividad econ¨®mica en la ciudad se ha parado.
Tiendas, bancos, caf¨¦s, hoteles, est¨¢n en su gran mayor¨ªa cerrados. S¨®lo algunos hoteles abrieron sus puertas para los refugiados de los pueblos de los al rededores. M¨¢s de 10.000 personas abandonaron sus casa en busca de un lugar seguro y no tendr¨¢n d¨®nde volver.La actividad cotidiana de la ciudad m¨¢s cosmopolita de Yugoslavia se reduce a procurar los medios para la supervivencia diaria. Dubrovnik lleva un mes sin luz ni agua. Escasean ya los alimentos. Los pocos barcos procedentes de Split o de Rijeka, dos puertos adri¨¢ticos, que transportan la ayuda .alimentaria (cuando las autoridades militares lo permiten), no bastan ni de lejos para satisfacer las necesidades.
De hecho, la comida se distribuye en las dependencias municipales ya que las tiendas no abren. De todos modos, lo refugiados, muchos de los cuales salieron corriendo de sus casas, no tienen dinero para comprar la poca comida existente. Comen casi en exclusiva latas y pan.
Afortunadamente el sol ha sido generoso, atenuando de esta manera la dura realidad de la vida cotidiana, porque tampoco hay calefacci¨®n y el invierno se acerca. "Antes era f¨¢cil" dice una empleada municipal. "Nos ba?¨¢bamos en el mar, pero esta vez me temo que nos va a tocar pasar mucho fr¨ªo".
Una ciudad cercada
No le puede salir de Dubrovnik. El aeropuerto de Cilipi fue totalmente destruido. El Ej¨¦rcito Federal controla la ¨²nica carretera, atrincherado en las monta?as que dominan la ciudad. A pesar de la tregua, los disparos aislados siguen matando. Anoche, la intensidad de los combates aument¨®.
Los peri¨®dicos no llegan; la televisi¨®n no se puede ver: el aislamiento f¨ªsico e informativo, por lo tanto, es casi total. Las pilas para las radios se han convertido en un producto sumamente codiciado.
"Me da miedo dormir en mi casa" dice un vendedor de una de las pocas tiendas todav¨ªa abiertas. "Desde mi balc¨®n puedo ver al Ej¨¦rcito y temo que alg¨²n soldado pueda emborracharse y disparar. Estamos tan cerca que me pueden ver a trav¨¦s de su visor." Pero ¨¦l y su hijo mayor, pues su mujer y su hija abandonaron la ciudad, dan muestra de una gran creatividad para preparar la comida. Les queda media bombona de gas. Y para despu¨¦s ya no hay gas. "Ahora podemos comer latas, pero ?hasta cuando?" Sin embargo goza de un privilegio: su casa sigue intacta.
Los refugiados de KonavIe y de los pueblos peque?os de los alrededores, el territorio que abarc¨® una vez la rep¨²blica libre de Dubrovnik, temen no poder ver nunca m¨¢s sus casas. Y nadie, por supuesto, cree que el Ej¨¦rcito vaya a ayudar en el futuro en la reconstruci¨®n.
Habituada al turismo y a la prosperidad econ¨®mica, la gente siente amargura. Se pregunta: ?Por qu¨¦? En las calles se ven pocos soldados de la Guardia Nacional croata, a pesar de que el Ej¨¦rcito afirmaba que hab¨ªa millares de ellos.
Petar Poljanik, el alcalde de Dubrovnik, reconoce que no puede precisar la cuant¨ªa de los da?os materiales. A?ade: "Ni siquiera puedo ir a ver los pueblos destruidos. El Ej¨¦rcito no me lo permite. Tampoco hemos podido evacuar a todos los muertos. Hasta el momento enterramos a 41 ".
Hay una confusi¨®n, explicaPo1janik, acerca del territorio de Dubrovnik. No -se limita s¨®lo a las murallas: son tambi¨¦n los 160 kil¨®metros de la ribera donde cayeron unas 30.000 obuses. Dentro de las murallas cayeron pocas y los da?os han sido menores. Cuando el Ej¨¦rcito se refiere a da?os reparables en Dubrovnik habla s¨®lo de la parte conocida de las tarjetas postales.
La Agencia para La Conservaci¨®n de los Monumentos contruy¨® protecciones de madera para que la metralla no ,destruya los detalles de las fachadas y colo c¨® centenares de sacos de arena. El resplandor de Stradun, la bella calle principal del casco viejo, est¨¢ hoy empa?ado por la imagen gris de los sacos.
El fin de la prosperidad
Dubrovnik, a dem¨¢s, no est¨¢ aconstumbrada a las dificultades: desde hace siglos fue una ciudad pr¨®spera, y nunc¨¢ se pens¨® que era posible aislarla por tierra, mar y aire. Nunca se tuvo que prever, v¨ªas alternativas para el suministro de luz, agua o, alimentos. Un ataque del Ej¨¦rcito bast¨® para derrumbar con un solo golpe este bienestar, y arrastrar a la ciudad a la triste realidad de la guerra civil.
A partir de la tarde, la ciudad entra en la oscuridad. Anoche se encendieron velas detr¨¢s de las cortinas para conmemorar el d¨ªa de los difuntos, que aqu¨ª se recuerdan el D¨ªa de todos los Santos. S¨®lo los disparos en las monta?as y los ca?onazos romp¨ªan el silencio absoluto.
Mientras en Dubrovnik los croatas resist¨ªan un d¨ªa m¨¢s de asedio, miembros de la Guardia Nacional desencadenaban por primera vez un ataque contra territorio serbio y hac¨ªan saltar por los aires un puente a unos 140 kil¨®metros al oeste de Belgrado, no lejos de la frontera entre Croacia y Bosnia Herzegovina.
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