No hagan ruido
Un fantasma recorre Espa?a. Es el fantasma de la dejadez y de la nada. Un fantasma tozudo que se manifiesta en una frase que convierte en planicie aquello que roza: todo vale. Valen lo mismo el desd¨¦n que el elogio y vale igual la piedra que la mina.Ninguna se?al de alarma hace variar el rostro aburrido de este p¨¢ramo. Ni el exabrupto ni la carcajada rompen la mand¨ªbula de boxeador cansado que tiene esta vieja sociedad esc¨¦ptica. Algunos s¨ªmbolos sobresalientes de esta aton¨ªa se han producido recientemente en el universo achatado de la cultura, y como son estimulantes para la reflexi¨®n conviene anotarlos aunque sea para nada.
La primera piedra de este esc¨¢ndalo de quietud nos la produjo el ruido que hizo en Espa?a la reciente Feria del Libro de Francfort. Como si el propio pa¨ªs hubiera querido darse un s¨ªmbolo de la banalidad, este patio de vecindades se desga?it¨® eternamente en un trabalenguas de descalificaciones que en unos casos escond¨ªan el desencanto que produce el anonimato y en otros la rabia de que los otros existan.
Hay poca paciencia. Ninguna paciencia para soportar el silencio. En medio de aquel ruido, una c¨¦lebre pol¨¦mica convirti¨® la vida nacional en un dime y direte sobre ausentes y presentes en aquel monumental coso del libro. La vida es una pura contradicci¨®n: la celebraci¨®n del libro, que deb¨ªa ser un apasionante ditirambo de la reflexi¨®n y del pensamiento, dio lugar a una furia que no segregaba savia alguna. ?Qu¨¦ pasa? ?Qu¨¦ le pasa a la cabeza de este pa¨ªs? Nada, no le pasa nada: este pa¨ªs parece tener la cabeza de chorlito.
Ocurre lo mismo con cualquier lista: el que est¨¢ se calla y el que no est¨¢ se revuelve. ?Para qu¨¦? Para estar, para que se sepa que est¨¢n. Importa poco lo que son: ellos quieren estar, como si fueran todos los que est¨¢n. Es un espect¨¢culo penoso, atosigante, lleno del viscoso sabor de la nada. Al final, entre listas y bobas, nadie habla de lo que tiene que hablar.
Por ejemplo. Cuando empez¨® el batiburrillo de Francfort, el novelista Juan Goytisolo public¨® en este mismo diario y en uno muy importante de la ciudad alemana un texto explosivo acerca de la situaci¨®n de la literatura espa?ola actual. Era un art¨ªculo lleno de vitriolo, muy pol¨¦mico, repleto de la savia que resulta natural en la biograf¨ªa literaria del autor de Juan sin Tierra.
Sardana
Aparte de alg¨²n codazo, ni los aludidos ni los mencionados hicieron otra cosa que gui?arse los ojos. Ni hubo respuesta ni hubo pol¨¦mica ni hubo debate alguno: en seguida las aguas corrieron hacia los derroteros de la facilidad y en este pa¨ªs sonaron las campanas de la representaci¨®n: los que est¨¢n y los que no est¨¢n se pusieron en Fila y protagonizaron esa especie de sardana en que se suele convertir la vida cultural espa?ola. ?Qu¨¦ pas¨®? ?Que Juan Goytisolo ten¨ªa raz¨®n en todo lo que dijo? ?Por qu¨¦ las discrepancias privadas sobre sus juicios no tuvieron un correlato p¨²blico? ?Qu¨¦ ocurre para que los aludidos se queden siempre en silencio?
En vez del debate, la descalificaci¨®n del contrario. ?Es que no puede haber contrarios? ?Es que es mejor el que mira altanero al que habla? ?Es que los que ejercen el oficio de la palabra la guardan s¨®lo para los que est¨¢n pr¨®ximos? Pa¨ªs de lugares comunes y de escasa profundidad, vive del sonido vac¨ªo de los ruidos y no se plantea otra cosa que seguir as¨ª a cualquier precio.
Al mismo tiempo que aquella alharaca de Francfort sepultaba el fondo del debate, este mismo peri¨®dico. hac¨ªa un esfuerzo por apurar a los protagonistas de la historia reciente de la literatura con una pregunta esencial y r¨¢pido: ?cu¨¢les han sido sus novelas preferidas en estos ¨²ltimos quince a?os?
La selecci¨®n fue en s¨ª misma pol¨¦mica porque no s¨®lo hubo ausencias que el propio peri¨®dico se encarg¨® de resaltar, por lo que extra?aron, sino que hubo incluso alg¨²n escritor que se cit¨® a s¨ª mismo hasta tres veces. No s¨¦ muy bien por qu¨¦ esto ¨²ltimo asombr¨® tanto, porque sabida es la vanidad humana que anida en el coraz¨®n de los p¨¢jaros solitarios. Pero, aparte de alguna referencia a esta ¨²ltima tendencia a la autocita, nadie ha buscado en las profundidades de aquella selecci¨®n para ver qu¨¦ ha quedado en la memoria de los protagonistas de esta liga, como la ha llamado V¨¢zquez Montalb¨¢n.
El silencio es una conducta equ¨ªvoca: nadie sabe qu¨¦ dicen los loros cuando est¨¢n callados y es mentira que los silenciosos sean m¨¢s sabios que los que hablan.
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