Conciencia alerta
Suele acertar el Premio Cervantes y debemos, antes que otra cosa, felicitarnos por ello. No es dif¨ªcil imaginar que el jurado pondera cuidadosamente todas las dimensiones que una obra ya granada representa y cumple a?adir que en el caso de Francisco Ayala se ha hecho encaje de bolillos para atender y satisfacer las expectativas m¨¢s leg¨ªtimas de muchos de esos valores: se ha premiado de nuevo a la tarea del exilio espa?ol; se ha reiterado el reconocimiento de la generaci¨®n surgida al calor de 1927; se ha galardonado a quien cultiva la narraci¨®n, el ensayo literario y el tratado universitario; se ha logrado unir la significaci¨®n espa?ola de un autor y su dimensi¨®n latinoamericana.Emigrado cr¨ªtico
Ocurre, sin embargo que quien conoce a Ayala, granadino de 1906, y lo sabe encarnaci¨®n eximia de todos esos t¨ªtulos, conoce tambi¨¦n con qu¨¦ p¨ªcara inteligencia escurre el bulto de las clasificaciones prematuras. Porque fue exiliado de 1939, pero ha sido un emigrado cr¨ªtico con la nostalgia de sus compa?eros de destierro y hombre que ha sabido vincularse con entusiasmo a sus nuevos horizontes: sean estos los esperanzadores de Argentina y Brasil en los a?os cuarenta, los m¨¢s confortables de Puerto Rico en el decenio siguiente o los del amplio reconocimiento intelectual de Estados Unidos ya en los sesenta. Y, sobre todo, ha sido el exiliado que con m¨¢s perspicacia y fecundidad ha sabido reinsertar su persona y su obra en su pa¨ªs de origen. Como escritor pertenece, en efecto, a la promoci¨®n que resulta muy joven para ser del veintisiete y algo talluda para ser de 1936, pero ?qui¨¦n recordar¨ªa este decanato a quien escribe fluidamente con ordenador, a quien se interesa por lo que publican los m¨¢s j¨®venes y a quien sostiene en estas mismas p¨¢ginas una valiente opini¨®n sobre el tratamiento jur¨ªdico de las drogas? Y, por ¨²ltimo, ?qui¨¦n lo escalafonar¨ªa como novelista, soci¨®logo o estudioso de la literatura sin mutilar algo de su lecci¨®n literaria y sin quebrar una profunda unidad intelectual? ?Qui¨¦n restar¨ªa representatividad a los cuentos de La cabeza del cordero por cuenta, de los ensayos de Histrionismo y representaci¨®n o qui¨¦n separar¨ªa la imaginaci¨®n de Muertes de perro de los estudios sobre la iron¨ªa cervantina o de una espl¨¦ndida lectura de El Aleph, de Borges? Tal unidad la demuestra ese intenso Ayala m¨¢s reciente, cuya obra creativa escapa a los g¨¦neros convencionales: el que compila en los fragmentos de El jard¨ªn de las delicias (un libro que iba a titular El mundo en que viv¨ªamos), los retazos de su memoria cultural, los esbozos de una sociolog¨ªa de lo cotidiano, el humor cruel de su lucidez, la piedad pudorosa de su experiencia, el aroma c¨¢lido de la vida personal muy bien vivida y la distancia di¨¢fana de la iron¨ªa radical.
Y es que, si esta categor¨ªa no anduviera ya muy venida a menos, dir¨ªa que el calificativo de intelectual es el que conviene mejor a nuestro Francisco Ayala, alto funcionario de la Rep¨²blica espa?ola, catedr¨¢tico universitario, autor de dos novelas irrepetibles -Muertes de perro y El fondo del vaso-, cuentista de rara maestr¨ªa y, hace bien poco, firmante de unas memorias cuyo t¨ªtulo revela iron¨ªa y verdad: Recuerdos y olvidos. Toda su literatura est¨¢ hecha de sutiles perspectivas burlonas, de testigos p¨¦rfidos (como el inv¨¢lido Pinerito de Muertes de perro), de jactancias burladas (como la del Jos¨¦ Lino Ruiz de El fondo del vaso), de elipsis desazonantes pero reveladoras y de la lucha tenaz de la memoria contra el tiempo. Por eso va a ser muy dif¨ªcil coger en un renuncio de vanidad o de descuido a este escritor que ha ganado el Premio Cervantes y que previamente ha sido conciencia alerta de ¨¦stos tiempos recios. Ad multos annos.
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