El h¨¢bil Mitterrand
LA PROPUESTA de Fran?ois Mitterrand de presentar en la segunda mitad de 1992 una profunda reforma constitucional ha provocado un peque?o terremoto pol¨ªtico en el pa¨ªs vecino. La derecha -en sus dos ramas, neogaullista de Chirac y centrista de Giscard d'Estaing- navegaba viento en popa hacia las elecciones regionales, en 1992, y legislativas, en 1993, con sondeos muy favorables. El anuncio presidencial obligar¨¢ a concentrar mucho m¨¢s la atenci¨®n en el refer¨¦ndum. Y si la oposici¨®n tiene un arsenal de armas eficaces para atacar al Gobierno en diversas materias (desde el paro al orden p¨²blico), en cuanto a la reforma constitucional, Mitterrand ha logrado cortocircuitar h¨¢bilmente sus posiciones.Pr¨¢cticamente, todos los puntos que el presidente ha indicado como dignos de ser reformados (m¨¢s poderes para el Parlamento, derecho de los ciudadanos de recurrir al Consejo Constitucional, reducci¨®n del mandato presidencial) hab¨ªan sido propuestos por la derecha. Hace escasos d¨ªas, Giscard ped¨ªa concretamente que el mandato del presidente fuese acortado a cinco a?os. Mitterrand no dud¨® en manifestar su coincidencia con ¨¦l sin, por ello, dejar de preguntarse por qu¨¦ no lo propuso durante su mandato. En otras palabras, el primer efecto de la anunciada reforma constitucional ha sido el de desconcertar a la derecha. Y ello puede no ser pasajero: la rivalidad entre Chirac y Giscard -f¨¢cil de apagar en la perspectiva de unas elecciones legislativas- se agudizar¨ªa si, en 1993, ¨¦stas fueran precedidas por las presidenciales. Una hip¨®tesis que ahora emerge en la pol¨ªtica francesa.
El otro objetivo del anuncio de Mitterrand es prepararse una salida de la escena francesa con altura hist¨®rica. ?ste sabe que su proyecto inicial de transformaci¨®n econ¨®mico-social al triunfar el programa socialista en 1982 es algo que hoy nadie -empezando por el Partido Socialista (PS)- quiere recordar. Europa ha sido, quiz¨¢, el escenario en el que pretendi¨® dar una proyecci¨®n hist¨®rica a su pol¨ªtica. Pero el resultado es aleatorio y, en todo caso, el avance en esa empresa cada vez depende menos de factores franceses. En cambio, el gesto de dejar la presidencia tras realizar las reformas que considera necesarias para que Francia sea gobernada de mejor manera escapa, sin duda, a la peque?a pol¨ªtica en la que cada vez se empantanan m¨¢s los partidos franceses y puede dejar una huella con vocaci¨®n de trascendencia. En vez de dar la sensaci¨®n de un presidente apegado a su cargo hasta su fin legal, Mitterrand busca una salida de ma yor relieve.
El aspecto pragm¨¢tico de la jugada es que las propuestas presidenciales con vocaci¨®n de hist¨®ricas se entremezclan con h¨¢biles, maniobras para evitar el vaticinado desastre electoral socialista. De esta forma, Mitterrand recuperar¨ªa el necesario protagonismo para arbitrar la lucha interna del PS entre los aspirantes a suce derle. El refer¨¦ndum, tal como ha sido perfilado en t¨¦rminos a¨²n muy vagos, preguntar¨ªa a los franceses si de sean la reforma constitucional, incluida la reducci¨®n del mandato presidencial. Decir no ser¨ªa dif¨ªcil incluso para la derecha, y una victoria de Mitterrand en esa consulta podr¨ªa crear un clima m¨¢s favorable para su partido. Obviamente, si perdiese el refer¨¦ndum, Mitterrand deber¨ªa retirarse, pero si lo gana, tampoco podr¨ªa prolongarlo. Moralmente, aunque no en estrictos t¨¦rminos legales, deber¨ªa aplicar lo que el pueblo hubiese votado y dejar el El¨ªseo al cabo de cinco a?os de su segundo mandato, 12 a?os despu¨¦s de haber accedido a la presidencia de la Rep¨²blica.
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