Roberto Cabot, pintar la pintura

Nacido en R¨ªo de Janeiro el a?o 1963, es dif¨ªcil seguirle el rastro aeste canario trotamundos, que nunca ha tenido una residencia fija. Por eso, m¨¢s que tratar de localizarle, es mejor ver lo que pinta Roberto Cabot, que se pasea por el mundo como un ¨ªnipresor de im¨¢genes.?Es ¨¦sta entonces, una nueva versi¨®n del t¨®pico moderno del artista aventurero que va sembrando pinturas a partir de lo que vive, que es exactamente lo que ve?

A Roberto Cabot, a juzgar por lo que pinta, no le disgustan los t¨®picos, pero, en todo caso, parecen interesarle m¨¢s los pict¨®ricos y los visuales que los biogr¨¢ficos.

Hay en ello una perversi¨®n, que es, adem¨¢s, morbosa, pues a Cabot, desde siempre y tambi¨¦n, por supuesto, ahora, le fascina la suntuosidad del pincel, el virtuosismo.

Verdaderamente, desde las ¨²ltimas cosas del malogrado Frangela no hab¨ªa podido contemplar nada semejante en este juego de solaparniento de intenciones especulares y especulativas.

En este sentido, la muestra actual es uribrillante episodio m¨¢s de una historia interminable. Es cierto que el paisaje habitual es, sustituido ahora por bodegones, cuya soltura pict¨®rica contrasta con las perspectivas descentradas, que n¨® s¨®lo sirven para parodiar el ojo mec¨¢nico de una instant¨¢nea fotogr¨¢fica, sino tambi¨¦n para promover todo un juego espectral de sombras.

Todo adquiere de este modo un aire enf¨¢ticamente ilusion¨ªstico, un aire de iron¨ªa apenas perceptible, como los reflejos, transparencias y proyecciones figurativas sombr¨ªas que consigue con los cristales que pinta con delectaci¨®n. Finalmente, la pregunta sobre qui¨¦n es Cabot queda desplazada por esa otra que demanda acerca de lo que pinta, y ¨¦sta no tiene otra respuesta posible que la m¨¢s simple y por ello la m¨¢s perversa: Cabot pinta la pintura.