El reino del caos
Si, como dice J. M. Caballero Bonald, el orden es caos en reposo, dif¨ªcilmente se podr¨ªa encontrar una sociedad m¨¢s ordenada que la actual. Todo parece estarle saliendo bien a la historia, lo cual ¨²nicamente significa que el imperio goza de un equilibrio envidiable. La democracia va, pian pianito, imponi¨¦ndose por doquier bajo f¨®rmulas generalmente algo vergonzantes; las cifras macroecon¨®micas mantienen su reciedumbre pese a los augurios de siempre, y el viejo le¨®n del Este al final ha resultado no ser m¨¢s que una gatita de angora.Ocurre, sin, embargo, que este orden bendito no es sin¨®nimo de buena salud, y que ello nos conduce al parad¨®jico reino del caos. Lamento que el caos sea una de las partidas filos¨®ficas de moda, porque aborrezco la moda, que para m¨ª no es sino el auspicio de lo pasajero. Pero el caos, adem¨¢s de moda, es una cuesti¨®n seria que ha ocupado a gente tan seria como Thom, Serres, Balandier y otros.
?En qu¨¦ santuario ubicar el tema del caos mejor que en el de la medicina, considerada desde siempre como el sistema por antonomasia, el equilibrio, la armon¨ªa, la interrelaci¨®n sim¨¦trica, tanto en la medicina occidental como en la oriental? Pues ahora resulta que, en t¨¦rminos generales, la salud se compadece mejor con el caos y la enfermedad con el orden.
Hasta hace poco se consideraba que la enfermedad y el envejecimiento conllevaban respuestas err¨¢ticas, ritmos no peri¨®dicos y anormales del organismo. Los investigadores m¨¢s vanguardistas sostienen ahora que el coraz¨®n y otros sistemas pueden comportarse de manera extra?a y desordenada cuando son j¨®venes y sanos; con lo que, contrariamente, el envejecimiento y la enfermedad van acompa?ados con frecuencia de comportamientos de regularidad creciente.
Ciertos profesores americanos, adalides de esta teor¨ªa, no se ruborizan al afirmar que "la irregularidad y la impredictibilidad son rasgos caracter¨ªsticos de la salud, mientras que la disminuci¨®n de la variabilidad y la acentuaci¨®n de las periodicidades son factores asociados a la enfermedad".
El ritmo cardiaco presentaba los resultados conocidos, tradicionales, que s¨®lo determinados especialistas conectaron, a comienzos de los, a?os ochenta, con las teor¨ªas del caos. ?Hay algo menos sorprendente que la observaci¨®n en la senectud de unos ritmos cardiacos regulares, mientras que en los j¨®venes sanos la fluctuaci¨®n es tan considerable que puede pasar, a lo largo de una jornada, de 40 a 180 pulsaciones por minuto?
Todas estas estimaciones en el ¨¢mbito cardiaco significan el caos, y pueden extenderse -a otros sistemas, adem¨¢s del nervioso, donde el caos aparece como una de sus caracter¨ªsticas peculiares. Otro ejemplo esclarecedor: los recuentos de gl¨®bulos blancos dan cifras ca¨®ticamente variables d¨ªa a d¨ªa en individuos sanos, mientras que en ciertos casos de leucemia dicha cifra registra una oscilaci¨®n peri¨®dica regular.
Hace ya unos a?os expuse en este mismo peri¨®dico (el art¨ªculo se titulaba C¨¢ncer e inmortalidad) un fen¨®meno sumamente elocuente. Resulta que las c¨¦lulas cancer¨ªgenas tienen una vitalidad, una capacidad de subsistencia y de reproducci¨®n infinitamente superior a la de las c¨¦lulas sanas. En cierto modo, las c¨¦lulas cancer¨ªgenas podr¨ªan considerarse inmortales. Adem¨¢s, las formas de organizaci¨®n en sus colonias son absolutamente desordenadas, estimables como ca¨®ticas, a pesar de lo cual su potencia es muy superior a la de los ej¨¦rcitos celulares normales. Es decir, la c¨¦lula mala resulta ser inmortal frente a la caducidad de la c¨¦lula buena.
No s¨¦ si estas consideraciones han sido incorporadas a la teor¨ªa del caos, pero en cualquier caso, valdr¨ªa la pena hacerlo, pues su significaci¨®n enlaza con lo m¨¢s nuclear de tal sistema. No se trata, en mi caso, de sostener dict¨¢menes globales y cerrados, sino precisamente de todo lo contrario. La paradoja del caos conduce directamente al rechazo del dogma, del manique¨ªsmo. Es conveniente seguir reivindicando viejas intuiciones, como la de que todo ha de ser envuelto en la niebla de la duda y la relatividad, o que lo aleatorio, lo incierto, lo azaroso y lo arriesgado forman parte del reino del caos, otra vez de moda.
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