En recuerdo de Luis Calvo
La primera imagen que tengo de ¨¦l es una fotograf¨ªa con P¨¦rez de Ayala y con mi padre, en la Embajada de Londres; don Ram¨®n, embajador de la Rep¨²blica, le llev¨® consigo. Fue angl¨®filo; hasta despu¨¦s de que ellos, en la guerra, le encarcelaran acusado de espionaje para Alemania. Ya ten¨ªa el pelo blanco. Fue fiel a aquella gran generaci¨®n republicana: por lo menos, tan fiel como ellos mismos lo fueron. Ya en Abc, por cuya cabecera tuvo devoci¨®n siempre, como por el apellido Luca de Tena, aun salt¨® por encima de censuras, prohibiciones o amenazas para rendir ¨²ltimos homenajes a sus muertos: don P¨ªo, Ortega. La tuvo, como persona, a sus amigos, quienes fueran: dio su dinero y su conspiraci¨®n peque?a para que Antonio Espina pudiera escapar de Espa?a, busc¨® huecos en Abc para que colaborasen y cobrasen, con seud¨®nimo, los periodistas rojos que se iban salvando. Nada de esto quiere decir que fuera republicano, ni nada que no fuese ¨¦l mismo: pero con su lealtad contaron aquellos a quienes decidi¨® servir.M¨¢s de una vez le ped¨ª que escribiera sus memorias; cuando ya no ten¨ªa pulso, que las dictase, que las grabase. Siempre me contest¨® que, si las hac¨ªa con sinceridad, herir¨ªa a personas a las que quer¨ªa; y, si no eran sinceras,. no merecer¨ªa la pena. No s¨¦ qu¨¦ habr¨¢ hecho. Sobre todo, tuvo un esp¨ªritu muy de periodista de su tiempo: era como el d¨ªa, como la actualidad. Era travieso, a veces feroz de genio, incluso cruel con quien despreciaba. Goz¨® en la vida de todo; y nada estaba re?ido con el estudio, con la lectura. En estos ¨²ltimos a?os de casi ceguera -la operaci¨®n de cataratas no le result¨® bien- se mand¨® traer de Estados Unidos una lupa especial, iluminada, para continuar: y me contaba por tel¨¦fono los ¨²ltimos libros publicados: en el mundo.
Una vez le llev¨¦ a escuchar a Olga Ramos -haciendo tiempo para que ¨¦l me llevara a escuchar a Mar¨ªa Dolores Pradera-, que cantaba cupl¨¦s de su tiempo. Me dijo: "Qu¨¦ canciones m¨¢s curiosas, qu¨¦ letras m¨¢s divertidas! ?De d¨®nde salen?". Le dije que eran de su ¨¦poca, y me explic¨® que ellos no se ocupaban de aquellas cosas, ni las o¨ªan, ni las comentaban. Contradictorio, bondadoso y duro al mismo tiempo, enormemente culto a la antigua usanza -el tr¨ªvium y el cuatr¨ªvium-, con un castellano cr¨ªtico que hubiera debido aportar a la Academia, escribi¨® una prosa de enorme tensi¨®n dram¨¢tica: comunicaba, transmitia las tragedias que presenciaba en tomo suyo, viajando por el mundo. Yo no compart¨ª sus ideas, pero no me import¨® para tenerle cari?o, mucho cari?o: como ¨¦l se lo tuvo, y ayud¨® y quiz¨¢ salv¨®, a los que atacaron las que ¨¦l defend¨ªa.
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