El d¨¦ficit democr¨¢tico de la CE
Las instituciones de la Comunidad son menos democr¨¢ticas que las instituciones de los 12 Estados que la componen. En ello reside el famoso d¨¦ficit democr¨¢tico, f¨®rmula un poco oscura a primera vista. Dicho d¨¦ficit aumenta a medida que el poder de decisi¨®n de las autoridades nacionales va siendo transferido a las autoridades comunitarias. De este modo, mientras la democracia progresa en la Europa del Este, tras el hundimiento de las dictaduras leninistas, da marcha atr¨¢s conforme va avanzando la Comunidad. Si la conferencia de Maastricht tiene ¨¦xito -como deber¨ªan desear todos los europeos- el d¨¦ficit democr¨¢tico aumentar¨¢, y esto deber¨ªan deplorarlo.La democracia exige, en primer lugar, que la Constituci¨®n sea elaborada por una representaci¨®n popular lo m¨¢s directa e igualitaria posible. En los 12 Estados miembros, asambleas parlamentarias salidas del sufragio universal son las encargadas de establecer y revisar las Constituciones, los debates son p¨²blicos y el proyecto votado se somete, en ocasiones, a referendo popular. En la Comunidad, las instituciones de naturaleza constitucional se establecen y revisan mediante actos diplom¨¢ticos negociados en secreto. Los Parlamentos nacionales ¨²nicamente pueden ratificarlos o rechazarlos en bloque. El Parlamento Europeo no tiene ni siquiera ese derecho, lo que es contrario a la esencia misma de la democracia.
La democracia exige tambi¨¦n que los representantes del pueblo decidan las leyes, como es el caso de los 12 Estados miembros, en lo que respecta a las leyes nacionales. Las directivas y otras reglamentaciones vinculadas a leyes comunitarias, se hacen a iniciativa de la Comisi¨®n y la decisi¨®n final corresponde al Consejo de Ministros. El Parlamento. Europeo s¨®lo puede rechazar en bloque o enmendar los textos que le proponen: en este ¨²ltimo caso, el Consejo de Ministros s¨®lo puede ir m¨¢s all¨¢ si hay unanimidad entre sus miembros y, adem¨¢s, si la Comisi¨®n apoya la postura de los diputados. La influencia de ¨¦stos es, por tanto, muy escasa.
Es cierto que los Parlamentos de Londres, Par¨ªs, Bonn, Lisboa, Madrid no tienen ya capacidad para oponerse a sus respectivos Gobiernos, puesto que cada uno de ¨¦stos tiene una mayor¨ªa homog¨¦nea y disciplinada. Pero ¨¦sta puede desembarazarse de los primeros ministros que no le gustan, como fue el caso de Thatcher el a?o pasado. Por el contrario, el Parlamento Europeo adolece de cualquier posibilidad de presi¨®n sobre el Consejo, ya que est¨¢ formado por los Gobiernos nacionales. Podr¨ªa censurar a la Comisi¨®n, pero ?de que le servir¨ªa, puesto que los miembros de ¨¦sta son designados por los Estados? La ausencia de un control real del Parlamento sobre los Gobiernos es el tercer aspecto del d¨¦ficit democr¨¢tico tras los d¨¦ficit constitucional y legislativo.
Durante las negociaciones que finalizan en Maastricht, muchos Gobiernos han afirmado su voluntad de democratizar la Comunidad. Pero finalmente no lo har¨¢n m¨¢s que con cuentagotas. Incluso han dado un paso atr¨¢s en lo que a la composici¨®n de la Comisi¨®n se refiere. Hasta ahora estaba formada por 17 miembros (dos por cada uno de los cinco grandes Estados, y uno por cada uno de los siete peque?os), ahora estar¨¢ formada por 12 (uno por cada Estado, sea cual sea su tama?o). As¨ª, en votaciones an¨¢logas al asunto De Havilland, los siete Estados peque?os, que re¨²nen 54 millones de habitantes, se impondr¨ªan a los cinco grandes, que re¨²nen a 290 millones. S¨®lo la creaci¨®n de cinco comisarios adjuntos con derecho de voto podr¨¢ impedir una desigualdad tan flagrante.
En materia legislativa, el Parlamento Europeo no conseguir¨¢ tener poder de codecisi¨®n, seg¨²n el cual cada texto deber¨ªa ser votado en los mismos t¨¦rminos por ¨¦l y por el Consejo. La democracia exigir¨ªa que este ¨²ltimo constituyera una especie de segunda C¨¢mara, an¨¢loga al Bundesrat (C¨¢mara alta) alem¨¢n, formado por los representantes de los Gobiernos de los l¨¢nder. El Parlamento va a recibir un derecho de veto final sobre las decisiones del Consejo y esto s¨®lo en determinados sectores. Incluso si consiguiera el derecho de investidura del presidente y de los miembros de la Comisi¨®n, el Parlamento Europeo, comparado con los nacionales, ser¨ªa el m¨¢s d¨¦bil de todos, desde el Atl¨¢ntico a VIadivostock.
Su prestigio se debilitar¨ªa a¨²n m¨¢s si los jefes de Estado y de Gobierno sancionaran la decisi¨®n tomada por los ministros de Asuntos Exteriores de celebrar dos veces al a?o una conferencia de Parlamentos compuesta a partes iguales por eurodiputados y parlamentarios nacionales. Aunque con un car¨¢cter ¨²nicamente consultivo, esta nueva instituci¨®n recibir¨ªa de cada presidente del Consejo un informe sobre el estado de la Uni¨®n, lo que entra en el terreno de las funciones del Parlamento Europeo. Mientras ¨¦ste no consiga un verdadero poder de codecisi¨®n, se opondr¨¢ a tal conferencia.
Sin embargo, se podr¨ªa plantear si dicha conferencia no podr¨ªa emprender la tarea de suprimir el d¨¦ficit democr¨¢tico. En noviembre de 1990, se reuni¨® en Roma una primera conferencia de Parlamentos. Aunque s¨®lo hab¨ªa un tercio de parlamentarios europeos frente a dos tercios de nacionales, vot¨® una declaraci¨®n final pidiendo claramente la codecisi¨®n del Parlamento Europeo y del Consejo, en lo que a la votaci¨®n de leyes y a la designaci¨®n de la Comisi¨®n se refiere. En la atm¨®sfera de nacionalismo que hoy envuelve a Europa, no es seguro que pr¨®ximas conferencias enarbolen la misma bandera.
Sin embargo, la solidaridad entre los elegidos por sufragio universal y la l¨®gica de la democracia no podr¨¢n impedir por mucho tiempo que los primeros no se sometan a la segunda. C¨®mo podr¨ªan los parlamentarios de los Estados dejar a un lado un principio simple, cuya evidencia salta a la vista: cuando los ¨¢mbitos que han estado regulados por leyes nacionales son transferidos a la Comunidad, deben de ser regulados por leyes comunitarias votadas en codecisi¨®n por el Parlamento Europeo y el Consejo. Tal principio acabar¨¢ por establecerse, puesto que es irrefutable. ?Cu¨¢ndo? Esa es la cuesti¨®n.Maurice Duverger es profesor em¨¦rito de la Sorbona y eurodiputado de Izquierda Unitaria Europea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.