Pol¨ªtica exterior y seguridad europeas
EUROPA, EN Maastricht, no ha dado s¨®lo un paso deFinitivo, sino que ha seguido la senda necesaria para .llegar unida al siglo XXI. El 10 de diciembre de 1991 quedar¨¢ consagrado como el d¨ªa en que, superando dificultades aparentemente insalvables, la Europa comunitaria hizo irreversible el proceso de unidad continental. Aunque el t¨¦rmino fue utilizado por los asistentes a la cumbre para definir solamente el rumbo del proyecto de moneda ¨²nica, encaja perfectamente en la globalidad del proceso.Para ser ¨®ptimo, el proceso de unidad no tiene por qu¨¦ ser redondo en cada uno de sus pasos. Maastricht no ha sido un triunfo del optimismo unionista a cualquier precio. Ha sido, por el contrario, el resultado de prudentes y medidas concesiones no un¨¢nimemente satisfactorias, pero emanadas de 12 l¨ªderes pol¨ªticos, a quienes sena injusto escatimar el europe¨ªsmo y, simult¨¢ineamente, la seriedad de sus planteamientos en defensa de los intereses nacionales. Hoy es casi una perogrullada afirmar que la construcci¨®n europea avanza con lentitud. porque, dado el calibre de sus actores, se hace a golpe de m¨ªnimos comunes denominadores: la ¨²ltima cumbre ha sido la confirmaci¨®n de la regla.
El proyecto de tratado deber¨¢ ser redactado de forma definitiva para ser sometido a la firma de los Doce a principios de 1992. En este sentido, uno de los reparos que cabe oponerle es que la eficaz labor de zapa de la diplomacia brit¨¢nica ha conseguido deslavazar un tanto el texto y hacerle perder proyecci¨®n global al dividirlo en parcelas separadas: la nueva Comunidad Europea -que incluye la uni¨®n monetaria-, la pol¨ªtica exterior y de defensa y la cooperaci¨®n judicial y de polic¨ªa. El proyecto carece de la unidad que se habr¨ªa conseguido con algo menos de discusi¨®n y chalaneo. De este modo, asimismo, muchas cuestiones de importancia, como el tema de la cohesi¨®n social exigido por Espa?a, han tenido que ser relegadas a m¨¢s de 20 protocolos finales.
Dicho todo lo cual, existen ¨¢reas espec¨ªficas que merecen ser analizadas en detalle por los m¨¦ritos escondidos que contienen y por c¨®mo propician el progreso de unidad. Uno de los cap¨ªtulos que resultaban m¨¢s controvertidos era el del futuro de la seguridad y defensa. ?Independencia comunitaria y, por tanto, establecimiento de un brazo armado europeo separado de la disciplina atlantista como ¨²nico recurso para construir una entidad pol¨ªtica viable? Eso sustentaban Francia y Alemania, creadoras de la Brigada Mixta. ?Toda defensa de Europa separada de la OTAN o de la disciplina norteamericana es inviable? As¨ª lo creen el Reino Unido, Holanda o Dinamarca (y el presidente Bush).
La soluci¨®n ha sido un ejercicio de malabarismo pol¨ªtico. Leyendo entre l¨ªneas, puede interpretarse que la Uni¨®n Europea Occidental (la UEO, organizaci¨®n militar a la que pertenecen todos los miembros de la CE menos, por ahora, Irlanda, Grecia y Dinamarca) es considerada como el embri¨®n de una pol¨ªtica de defensa europea compatible con la Alianza Atl¨¢ntica. En tal calidad, se entiende que actuar¨¢ en la OTAN coordinadamente y que podr¨¢ formular "una pol¨ªtica com¨²n de defensa que pudiera conducir en su momento a una defensa com¨²n". No es la redacci¨®n m¨¢s bella que se haya le¨ªdo nunca, pero al menos contiene la posibilidad de que la Uni¨®n Europea (UE) conduzca su propia defensa en el futuro. Hasta es posible que los jefes de Estado Mayor de la UEO se re¨²nan para tomar decisiones pol¨ªticas de defensa; el fen¨®meno no puede catalogarse como decisiones militares, pero supone un avance.
El otro elemento directamente ligado a la credibilidad de la UE como un proyecto unitario es la pol¨ªtica exterior. Es evidente que la actuaci¨®n conjunta de la Uni¨®n carecer¨¢ de credibilidad real hasta tanto las decisiones en materia de pol¨ªtica internacional no puedan ser tomadas en su totalidad de forma mayoritaria. Considerando que la cooperaci¨®n en esta materia naci¨® hace apenas cinco a?os con el Acta ¨²nica, no pueden negarse sus claros progresos: la de cal es que las orientaciones pol¨ªticas deben tomarse por unanimidad, pero la de arena es que las acciones concretas podr¨¢n decidirse por mayor¨ªa. El sistema es confuso y puede llevar a contradicciones, pero es un nuevo paso en la buena direcci¨®ndec.
En un momento, finalmente, en que se agota la era Delors al frente de la Comisi¨®n de Bruselas, no puede decirse que el veterano pol¨ªtico socialista franc¨¦s la concluya con un gran triunfo. Hac¨ªa meses que presionaba por un resultado espectacularmente progresivo en la cumbre de Maastricht; hasta lleg¨® a sugerir que dimitir¨ªa si el Tratado de Uni¨®n no le resultaba satisfactorio desde el maximalismo europeo. Es evidente que el resultado tiene un grado que no puede gustarle. Tal vez lo m¨¢s triste para ¨¦l, y lo m¨¢s injusto para una labor que, como la suya, ha sido abnegada y enteramente europea, es que, ocurra lo que ocurra, su mandato se acaba. Por su parte, con una brillante conducci¨®n de la cumbre en Maastricht, el primer ministro democristiano holand¨¦s, Rutid Lubbers, parece haberse asegurado el puesto que dejar¨¢ vacante Delors cuando se vote su sucesor en la cumbre de Lisboa, en junio de 1992.
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