Guerra y arqueolog¨ªa en Yugoslavia
Hemos recibido una carta del departamento de Historia del Arte, Arqueolog¨ªa y Etnolog¨ªa de la Universidad croata de Zagreb. Tiene fecha del 30 de septiembre de 1991, y es una angustiosa llamada a todos los colegas europeos para detener una guerra que est¨¢ destrozando vidas humanas y un patrimonio cultural de incalculable riqueza.Acompa?a a la carta un mapa de todos los yacimientos bombardeados hasta entonces. ?stos se han multiplicado desde esa fecha, pues hoy todav¨ªa escuchamos las noticias del bombardeo continuado de Dubrovnik.
Algunos de los lugares que se mencionan en la carta son yacimientos arqueol¨®gicos de fama mundial. Nos traen a la memoria otros nombres, otros espacios p¨²blicos y hasta otras guerras del pasado, especialmente del Imperio Romano, noticias que conocimos no ya por la televisi¨®n, sino por sus menciones dispersas y diluidas en la erudici¨®n de los libros. Son nombres hoy eslavizados que siglos atr¨¢s tuvieron sonoridad romana en tierras de Dalmacia y de Liburnia, como Salonae, o como Cibalae, en la inmensa Pannonia, que limitaba el Danubio.
En ese mapa de lugares bombardeados de la actual Croacia hay muchos otros nombres hist¨®ricos -tal vez la mayor¨ªa- que por nuestra limitaci¨®n en ese campo no logramos hoy reconocer, pues desconocemos mucho de Europa, aunque nos creemos hoy, m¨¢s que nunca, ciudadanos y hombres de Europa. ?De qu¨¦ Europa?
Croacia, y en general los pueblos que han constituido la Federaci¨®n Yugoslava, es una llamada, una llamada europea que nos recuerda que esas ciudades del mapa pertenecieron un d¨ªa al mismo imperio, a la misma comunidad de hombres que las hispanas Barcino, Corduba, Toletum, C¨¦sar Augusta o Em¨¦rita Augusta. Son tambi¨¦n algo nuestro.
La guerra nos hiere a todos y a todo. Primero, a los hombres; despu¨¦s, a las cosas que han hecho los hombres, y que como arque¨®logos e historiadores estudiamos. Las cosas de los hombres no tienen sentido sin los hombres, pues la vida de un hombre es siempre m¨¢s valiosa que las cosas que hizo, y, por tanto, su p¨¦rdida, m¨¢s dolorosa. Pero con la p¨¦rdida de los hombres se pierde paralelamente el sentido que tienen las cosas. Y viceversa, con la p¨¦rdida de las cosas, de la historia, se empobrece la memoria de los hombres y lo que de ella queda, su memoria. Perdido el hombre, resta s¨®lo el consuelo de su recuerdo, de sus objetos.
La destrucci¨®n que tiene lugar hoy de nuestro patrimonio hist¨®rico es todo un s¨ªmbolo y es m¨¢s que un s¨ªmbolo: es la vida de muchas generaciones de hombres ah¨ª concentrada.
Pero escuchamos con demasiada frecuencia en estos tiempos noticias de otras diferentes guerras que asolan el patrimonio, m¨¢s vasto, de la historia. ?C¨®mo han quedado la antigua Babilonia y otras milenarias ciudades del ?ufrates tras laguerra del Golfo? Se desarrollan adem¨¢s otras guerras m¨¢s cercanas a nosotros, hechas por nosotros, pero a las que no se llama guerra, como la que ha destrozado en la pasada primavera un yacimiento tardorromano al construirse el ferrocarril de alta velocidad a la entrada de C¨®rdoba.
Los compa?eros croatas acompa?an su carta con el pasaje de la Eneida en el que Virgilio cuenta la destrucci¨®n de su patrimonio y la aniquilaci¨®n de Troya: "Urbs antiqua ruit...", "por doquier el dolor terrible, por doquier el pavor y la imagen abundante de la muerte" (Eneida, 2, 363-369). Hay l¨¢grimas por los hombres, y los hombres no pueden evitar llorar, dir¨¢ tambi¨¦n Virgilio, narrando estas cosas. Pero tambi¨¦n, como en otro contexto dir¨ªa nuestro Virgilio, "sunt lacrimae rerum" (hay l¨¢grimas de las mismas cosas).-
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