Hambrientas de perfecci¨®n
En los pa¨ªses de Occidente, la gran mayor¨ªa de las mujeres est¨¢n hoy obsesionadas con su peso. El af¨¢n de adelgazar en busca de la figura perfecta se ha convertido en una compulsi¨®n tan fuerte como una convicci¨®n religiosa. En nuestro tiempo, la gordura femenina se considera antiest¨¦tica, mientras que el triunfo de la voluntad sobre impulsos naturales como el hambre representa una virtud. Por tanto, la delgadez ofrece a las mujeres una posibilidad ¨²nica para exhibir p¨²blicamente que han logrado las dos metas, tanto la belleza como el autocontrol.Nunca se ha registrado un ¨ªndice tan alto de mujeres que se sienten desgraciadas a causa de su f¨ªsico, y en especial de su exceso de peso, sea real o imaginarlo. Seg¨²n encuestas recientes, hasta un 75% de las j¨®venes norteamericanas se ha sometido a dietas para adelgazar, a pesar de que s¨®lo el 12% tiene un peso superior a la norma m¨¦dica. Para muchas de estas j¨®venes, perder peso es m¨¢s importante que los estudios, que los triunfos en la profesi¨®n, e incluso que los ¨¦xitos amorosos. En muchos casos, el terror a la obesidad supera al miedo a la muerte.
Frente al esfuerzo infatigable de tantas mujeres por alcanzar la perfecci¨®n corporal, la silueta juvenil, delgada y er¨®tica, que celebra y glorifica la ecolog¨ªa urbana a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n de masas, la tr¨¢gica y desalentadora realidad es que ese m¨ªtico ideal se encuentra fuera de los l¨ªmites biol¨®gicos de la mayor¨ªa. En Estados Unidos, por ejemplo, apenas un 4% de las f¨¦minas tiene la posibilidad de aproximarse al f¨ªsico idealizado por la cultura de Hollywood y de la avenida de Madison. A pesar de esta realidad, millones de mujeres se sienten fracasadas y hasta culpables por no satisfacer las expectativas del mundo que les rodea, como si reconocieran impl¨ªcitamente que su cuerpo no les pertenece, que forma parte del dominio de la sociedad.
En los ¨²ltimos a?os, gracias a los movimientos feministas, la mujer ha logrado penetrar en el reino exclusivo de los negocios, de las profesiones y del poder pol¨ªtico, controlado tradicionalmente por el hombre. Parad¨®jicamente, a medida que la poblaci¨®n femenina se libera y va superando los obst¨¢culos que la cultura ha interpuesto hist¨®ricamente en su camino hacia la realizaci¨®n, los criterios sociales de belleza y perfecci¨®n externa se hacen m¨¢s exigentes e inalcanzables. Al mismo tiempo, las conductas compulsivas de las f¨¦minas, orientadas a lograr estos imperativos est¨¦ticos, son consideradas cada vez m¨¢s narcisistas y patol¨®gicas.
En la ¨²ltima d¨¦cada se ha observado un aumento espectacular del ¨ªndice de perturbaciones psicol¨®gicas de la alimentaci¨®n y, de la imagen corporal, como la anorexia y la bulimia. La prevalencia de estas dolencias alcanza ya el 20% de la. poblaci¨®n femenina entre los 18 y 45 a?os de edad. El creciente inter¨¦s entre los profesionales de la psiquiatr¨ªa por estas anomal¨ªas t¨ªpicas de nuestra ¨¦poca es claro en Norteam¨¦rica desde 1987, cuando la obsesi¨®n patol¨®gica con la fealdad y especialmente con la obesidad imaginaria fueron incluidas por vez primera en la clasificaci¨®n oficial de enfermedades mentales.
La fobia a la gordura, o, mejor dicho, a la representaci¨®n mental de la gordura, produce estados profundos de ansiedad y de depresi¨®n, a¨ªsla socialmente a la mujer, la incapacita, la hace inefectiva y la impulsa a sumergirse en conductas autodestructivas como dietas rigurosas, ejercicios exhaustivos, v¨®mitos autoprovocados o el abuso de p¨ªldoras para adelgazar, de laxantes o de diur¨¦ticos. En su intento desesperado por dominar la naturaleza y encontrar la armon¨ªa vital, estas dolientes se vuelven esclavas del espejo y de la b¨¢scula, y clientas asiduas de especialistas de la nutrici¨®n, cirujanos pl¨¢sticos o psic¨®logos conductistas. Estos son esfuerzos vanos, ya que la b¨²squeda de metas inaccesibles crea en definitiva ilusiones malignas que destruyen cualquier posibilidad de autoaceptaci¨®n.
Aunque la causa exacta de estas alteraciones se desconoce, no hay duda de que la ecolog¨ªa urbana de hoy, competitiva y exigente, que alaba la juventud y deval¨²a la maternidad, configura y acent¨²a los ideales de perfecci¨®n que nutren estos trastornos. Adem¨¢s, el valor de la apariencia es mayor en las metr¨®polis, donde la alta densidad de poblaci¨®n facilita los encuentros m¨²ltiples, breves e impersonales, que realzan la importancia de las primeras impresiones. Los medios de comunicaci¨®n, ingrediente vital de la urbe, fustigados por la poderosa industria de la belleza, ejercen una enorme influencia al definir, legitimar y propagar el modelo corporal de belleza, a la vez que perpet¨²an los estereotipos. Por ejemplo, cada d¨ªa existe un dicotom¨ªa mayor entre la imagen que los medios de comunicaci¨®n identifican como la figura femenina, representada por el prototipo idealizado de joven delgada, activa e independiente, y la figura de mujer, madura, maternal y f¨ªsicamente m¨¢s cercana a la norma de la poblaci¨®n general.
El impacto de los medios sobre estos valores sociales se aprecia, por ejemplo, en Rusia, donde al lado de los recientes ideales de libertad, reforma y apertura se ha importado el modelo occidental de belleza femenina, tan opuesto a las matryoshkas -la colecci¨®n de mu?ecas redondeadas y materna les que encajan unas dentro de otras-, paradigm¨¢ticas del ama de casa del pa¨ªs. Especialmente en las grandes ciudades, s¨®lo las f¨¦minas cuyo f¨ªsico se acerca al ideal occidental acceden con facilidad a los escasos trabajos lucrativos.
No son pocas las feministas que ven en todos estos montajes una conspiraci¨®n por parte de la sociedad y de las instituciones masculinas. Los hombres _-argumentan-, consciente o inconscientemente, temen la capacidad y la libertad de la mujer y fomentan esta neurosis del culto al cuerpo, con el fin de erosionar el papel de las f¨¦minas en el mundo del poder. Como resultado, muchas mujeres pagan con su libertad el mito de la belleza.
En realidad, los hombres frecuentemente aceptan e incluso necesitan la imagen f¨ªsica ideal del sexo femenino al usarla no s¨®lo como criterio para juzgar a las mujeres, sino incluso para realzarse ellos mismos si sus compa?eras lucen las deseadas cualidades. En este sentido, la belleza femenina es corno una especie de moneda en la econom¨ªa de mercado y de consumo.
Evidentemente, para muchas f¨¦minas de hoy el atractivo de estar delgada es el ¨²nico mensaje claro y coherente que reciben de la sociedad y, como consecuencia, el atributo m¨¢s importante a que aspiran. El enorme desgaste y desperdicio de tanto talento femenino que supone esta cruzada f¨²til en busca de la perfecci¨®n del cuerpo es comparable a una fuga masiva de cerebros de consecuencias devastadoras para la sociedad, y en particular para tantas mujeres que luchan por su realizaci¨®n. Despu¨¦s de todo, como se ha dicho, la dieta es el sedante sociopol¨ªtico m¨¢s poderoso en la historia de la mujer.
psiquiatra, dirige el Sistema Hospitalario Municipal de Salud Mental de Nueva York.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.