?Un mundo sin contemplativos ni poetas?
La escas¨ªsima atenci¨®n cr¨ªtica suscitada por una obra de la enjundia y riqueza de Oppiano Licario, desde su publicaci¨®n hace una decena de a?os, es el mejor indicativo de la autosuficiencia y esp¨ªritu cl¨¢sico de quienes en la comunidad cultural de habla hispana asumen con descaro el papel de intermediarios o gu¨ªas ilustrados entre el creador y su p¨²blico. Si exceptuamos la notable introducci¨®n de Severo Sarduy a la edici¨®n francesa del libro y alg¨²n que otro ensayo aparecido en Latinoam¨¦rica, el silencio inc¨®modo que ha envuelto la novela p¨®stuma de Lezama Lima muestra con luz cruda la inconsistencia extrema de un campo cr¨ªtico aut¨®nomo o, a decirlo m¨¢s bien, la existencia de un vac¨ªo cultural en raz¨®n del cual la literatura destinada a perdurar permanece entre nosotros, como siglos atr¨¢s -pi¨¦nsese en el ejemplo de La lozana andaluza, el C¨¢ntico espiritual o la obra de Blanco White-, en un estado de hibernaci¨®n, a la espera del momento en que una afortunada conjunci¨®n astral o un ramalazo hist¨®rico la saquen de la alacena o congelador en donde dormita. -La difusi¨®n internacional de una serie de estudios de autores conocidos como Cort¨¢zar o Vargas Llosa -agregada al esc¨¢ndalo suscitado por la lectura del c¨¦lebre cap¨ªtulo VIII- salv¨® a Paradiso del majestuoso pante¨®n f¨²nebre en el que los responsables culturales cubanos pretend¨ªan celebrarlo. Pero Oppiani Licario no ha gozado de tal privilegio. Digamos de entrada que el hecho no debe sorprendernos: Lezama Lima nunca tuvo en cuenta la idea de vender sus libros y escrib¨ªa con la absoluta independencia espiritual que procura dicha actitud sabia y pesimista. La indiferencia del p¨²blico a la alta literatura se repite a lo largo de la historia, pero la tardanza o dificultad en asimilar la belleza o invenci¨®n se compensan en otras latitudes con el empe?o de unos pocos esp¨ªritus -sensibles al fulgor de la palabra y el significado de la aventura creadora- por rescatar aquellos textos que preservan la herencia luminosa gracias a la cual existimos. En el ¨¢mbito hispano no ocurre as¨ª y Oppiano Licario vegeta, para verg¨¹enza nuestra, en una especie de limbo. La vacuidad y burbujeo de la vida literaria moderna no favorecen la comprensi¨®n de poetas y contemplativos del fuste de Lezama. Su obra, no obstante, es indispensable y no podemos calar en ella sin descifrar en su textura una nueva y m¨¢s lluminadora visi¨®n del mundo.
Penetrar en Oppiano Licario es una aut¨¦ntica empresa: el lector habitual de novelas debe despojarse de antemano de todos sus h¨¢bitos y comodidades. Personajes, acci¨®n, di¨¢logos realistas se disuelven como sal en el agua ante el portentoso despliegue de la escritura lezamiana, acelerado por la irrupci¨®n fulgurante de im¨¢genes o asociaciones de ideas tocadas por una gracia ¨²nica -fruto a la vez de la genial inspiraci¨®n del artista y la tenacidad humilde del artesano-. Lezama sabe, claro est¨¢, que Ias excepciones o prodigios forman parte de la verdadera causalidad" y que "la imagen es un cuerpo que se desprende de lo estelar a lo tel¨²rico". La urdimbre y trama del libro se tejen as¨ª ante nosotros como una ins¨®lita combinaci¨®n de motivos y temas sutilmente enlazados. Una sola p¨¢gina de Oppiano Licario contiene mayor incentivo literario que la suma total de una treintena de novelas ordinarias plebiscitadas por el p¨²blico. Las convenciones de la narrativa tradicional son escamoteadas o parodiadas al extremo y aparecen ex profeso como el zurcido de un hilo burdo en un pa?o de calidad exquisita. Los acontecimientos que ser¨ªan importantes para otro novelista son despachados en un par de l¨ªneas como viruta de carpintero. Las met¨¢foras se encadenan y arrastran unas a otras como racimos de cerezas. Estamos ante una prosa viva, llena de sorpresas, capaz de unir los extremos y reconciliar lo opuesto. Los pormenores m¨¢s nimios adquieren en cambio un Inesperado y suntuoso realce. Lezama recrea el universo mediante sus audaces im¨¢genes y nos lo ofrece de s¨²bito con toda su grandeza y luminosidad. Su peculiar metaf¨ªsica o po¨¦tica de la naturaleza nos restituye la dimensi¨®n simb¨®lica de ¨¦sta, cruelmente destruida por la ciencia moderna. Como los grandes poetas contemplativos de otros siglos, Lezama ha sabido encontrar la armon¨ªa del esp¨ªritu humano y el universo a trav¨¦s del fuego e incandescencia del verbo. El ¨¢mbito simb¨®lico en el que s? mueven sus personajes se sit¨²a en los ant¨ªpodas del realismo chato que, al desechar el poder de la imaginaci¨®n y los sue?os, mutila y empobrece la realidad. S¨®lo quien aspira a trascender lo humano ' parece decimos, alcanza la dignidad de lo humano; el que se contenta con ser humano cae en la infrahumanidad.
Contagiados de su simbolog¨ªa, saber enciclop¨¦dico, dones adivinatorios, alquimia po¨¦tica, los h¨¦roes de Oppiano Licario discurren o hablan con la misma felicidad expresiva que su creador. Cualquier suceso, acci¨®n o palabra se revisten de un aura que los magnifica y trasciende. El soplo germinativo del poeta anima la inerte materia y aglutina sus elementos dispersos en el rel¨¢mpago glorioso de su visi¨®n.
El mundo en el que vivimos necesita desesperadamente para subsistir de la existencia de contemplativos y poetas como Lezama Lima. Lejos de vivir de espaldas a su tiempo, como le acusaban sus cr¨ªticos, el autor de Paradiso se situ¨® en el n¨²cleo del mismo y supo captar mejor que los polit¨®logos y escritores comprometidos el drama al que actualmente nos enfrentamos: el de la modernidad incontrolada que inexorablemente conduce a la agon¨ªa de nuestro planeta. Escuchemos y aprendamos de memoria estas palabras premonitorias, cuya nobleza y hondura enlazan a trav¨¦s de los siglos con las de Ibn Arabi y Suhravardi:
"As¨ª como hubo una ¨¦poca en que los pr¨ªncipes y la nobleza se convirtieron en los defensores de los derechos obreros, nosotros, que nos hab¨ªan sido otorgados los dones de esa transparencia, sentimos el deseo de que las legiones del pueblo llegaran a adquirir esos inmensos dominios donde la muerte no se diferenciaba de la vida y donde toda interrupci¨®n, todo fracaso, toda vacilaci¨®n quedar¨¢ suprimida, pues la luz y lo sumergido, los env¨ªos de lo estelar y la devoluci¨®n de lo sumergido, deber¨ªan haber alcanzado en nuestra ¨¦poca, habi¨¦ndole dejado vergonzantemente esos dominios a los f¨ªsicos, una identidad prodigiosa. Si nuestra ¨¦poca ha alcanzado una interminable fuerza de destrucci¨®n, hay que hacer la revoluci¨®n que cree una indeterminable fuerza de creaci¨®n, que fortalezca los recuerdos, que precise los sue?os, que corporice las im¨¢genes, que le d¨¦ el mejor trato a los muertos, que le d¨¦ a los ef¨ªmeros una suntuosa lectura de su transparencia, permiti¨¦ndoles a los vivientes una navegaci¨®n segura y corriente por ese tenebrario".
?Cabe una mejor respuesta de la poes¨ªa al fundamentalismo de la tecnociencia y a ese nuevo orden mundial que atrofia el esp¨ªritu, destruye la biosfera, saquea los recursos limitados del orbe, perfecciona las armas mort¨ªferas y oprime a continentes enteros con la insignificancia asoladora de su presunta estatura moral?
Juan Goytisolo es escritor.
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