En el a?o del quinto Centenario
En 1492 confluy¨® en Espa?a una serie de fen¨®menos pol¨ªticos, econ¨®micos, culturales, religiosos, etc¨¦tera, que convirtieron a este pa¨ªs, por un tiempo, en el centro del mundo. Jacques Attali dedica 1.000 p¨¢ginas de su 1492 a explicar los acontecimientos que tienen lugar aquel a?o en la Europa que inicia el Renacimiento. Destacan, desde luego, el fin, despu¨¦s de nueve siglos, de la presencia del islam en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica (conquista de Granada el 2 de enero); la expulsi¨®n de los jud¨ªos (decreto del 31 de marzo); la publicaci¨®n, por Ello Antonio de Nebrija, de la primera Gram¨¢tica de la lengua castellana (muchos a?os antes que las correspondientes del franc¨¦s, italiano o ingl¨¦s), y, sobre todo, el descubrimiento de Am¨¦rica por el almirante de la mar oc¨¦ana, Crist¨®bal Col¨®n, al mando de una flotilla de la corona de Castilla.Este ¨²ltimo acontecimiento s¨®lo pudo ser analizado en sus aut¨¦nticas dimensiones con el paso de los a?os, y, como afirmara L¨®pez de Gomara, sus consecuencias fueron trascendentales para toda la humanidad: "... la mayor cosa despu¨¦s de la creaci¨®n del mundo, sacando la encarnaci¨®n y muerte del que lo cre¨®, es el descubrimiento de Indias, y as¨ª las llaman Nuevo Mundo".
En el siglo XVI, uno de los m¨¢s preclaros ejemplos del encuentro de razas y culturas, el inca Garcilaso, escrib¨ªa: "No hay m¨¢s que un mundo, y aunque llamamos mundo viejo y mundo nuevo es por haberse descubierto ¨¦ste nuevamente para nosotros, y no porque sean dos, sino todo uno".
En nuestra modesta opini¨®n, tanto en los fen¨®menos hist¨®ricos como en los descubrimientos cient¨ªficos, cuenta m¨¢s el hallazgo de un camino nuevo, que perdura en el tiempo, que las peripecias que rodearon la preparaci¨®n del hecho mismo. Qu¨¦ duda cabe de que es interesante saber d¨®nde naci¨®, Col¨®n, qu¨¦ conocimientos ten¨ªa. previamente a su viaje (lo que Manzano Manzano llama el predescubrimiento), o que el navegante investigaba una v¨ªa por Occidente para llegar a las Indias, a Cipango y Catay, a la b¨²squeda de las apreciad¨ªsimas especias.
Pero para la historia quedar¨¢ que la nao y las dos carabelas que salieron de Palos (Huelva) llegaron a unas islas del Caribe, y que la carabela Pinta volver¨ªa con la noticia el 2 de marzo de 1493 a Bayona (Pontevedra), y que ello fue el inicio de una simpar empresa que durar¨ªa varios siglos, en los que la presencia espa?ola se extendi¨® desde lo que hoy es la mitad de Estados Unidos hasta los confines de la Tierra del Fuego.
El impacto de la progresiva presencia de los espa?oles en el continente descubierto dio lugar a epopeyas como el paso de los Andes o la conquista, con pocos hombres y pertrechos, de imperios aparentemente s¨®lidos y potentes, y a la vez provoc¨® un amplio debate pol¨ªtico, acad¨¦mico y teol¨®gico en la propia metr¨®poli sobre la legitimidad y el alcance de la obra emprendida. E incluso, en tiempos de Carlos V, una detenci¨®n del proceso de la conquista hasta clarificar los t¨¦rminos de la misma. Es parad¨®jico que un hecho sin precedentes, y sin mimetismo posterior en otras colonizaciones europeas, como es el autocuestionamiento de la conquista por Espa?a, fuera la base para la elaboraci¨®n de la famosa leyenda negra, que a¨²n hoy se enarbola desde algunos medios. ?Qui¨¦n le iba a decir a Bartolom¨¦ de las Casas, Bernardino de Sahag¨²n o Ant¨®n de Montesinos que sus alegatos en defensa de los indios iban a ser utilizados durante siglos contra su propio pa¨ªs!
Qu¨¦ duda cabe de que toda conquista es un hecho traum¨¢tico. Los propios pueblos ib¨¦ricos hab¨ªan conocido muchas -la m¨¢s reciente, la musulmana, y mucho antes, la romana-, sin que hoy se plantee, porque no tendr¨ªa sentido, c¨®mo ser¨ªa la pen¨ªnsula Ib¨¦rica si no hubiera formado parte del Imperio Romano.
Tampoco nos llevar¨ªa a conclusi¨®n alguna la disquisici¨®n sobre c¨®mo hubiera sido la evoluci¨®n de los pueblos que viv¨ªan en Am¨¦rica antes de 1492 si no hubieran llegado los espa?oles. S¨ª sabemos, sin embargo, que, por fortuna, hay millones de indios herederos de aquellas culturas que hablan sus lenguas, desarrollan sus culturas y formas de vida en Iberoam¨¦rica, y que tienen muchos problemas, pero no corren peligro de extinci¨®n ni est¨¢n en reservas acotadas como en otros lugares del continente.
Precisamente, una de las tareas prioritarias emprendidas por la Conferencia Iberoamericana del Quinto Centenario ha sido, a iniciativa de Espa?a, el desarrollo de programas encaminados a preservar la identidad y analizar la significaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas americanos.
Ello no significa que edulcoremos la dureza del impacto y sus consecuencias negativas, algunas veces debidas a causas aleatorias e involuntarias, como la transmisi¨®n de enfermedades infecciosas, para ellos desconocidas, que diezmaron a los indios tainos del Caribe en las primeras d¨¦cadas, como ha demostrado el historiador de la medicina Francisco Guerra.
Junto a ello, el fen¨®meno del mestizaje -irrepetible en otras experiencias coloniales-, la obra civil que llev¨® a construir 250 ciudades en los primeros 50 a?os, la creaci¨®n de universidades, la tarea evangelizadora, el desarrollo del derecho de gentes (padres Vitoria y Su¨¢rez), las obras hidr¨¢ulicas, redes viarlas, las posteriores expediciones cient¨ªficas -como las de Celestino Mutis o Malaspina-, son parte fundamental de una colonizaci¨®n inmensa en el tiempo y en el espacio que no merece ser caricaturizada en dos groseros esl¨®ganes.
Por no hablar de las grandes oleadas migratorias de espa?oles que fueron poblando grandes territorios semivac¨ªos hasta entonces. S¨®lo en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX, varios millones de gallegos, asturianos, c¨¢ntabros y canarios, sobre todo, emigraron a Am¨¦rica.
Sin el descubrimiento de Am¨¦rica tampoco se entender¨ªa la Europa de hoy. En su dieta, por ejemplo. ?Qu¨¦ resultado nos dar¨ªa hoy una encuesta en Europa sobre la patata, el tomate o el chocolate? ?Sabr¨¢n los alemanes o irlandeses de hoy que la patata, que les salv¨® de muchas hambrunas en el pasado y es hoy elemento b¨¢sico de sus dietas, la trajeron los espa?oles de Am¨¦rica?
Quinientos a?os han pasado desde el comienzo de tal proceso. ?Debe o no conmemorarse ese medio milenio? Es obvio que nuestra respuesta es positiva, pero la pregunta ha estado rondando en nuestros debates todos estos a?os, y aunque para algunos la respuesta era negativa, para la mayor¨ªa de los que han opinado en toda Iberoam¨¦rica la contestaci¨®n es afirmativa, con muchos matices sobre el qu¨¦ y el c¨®mo. A lo largo de estos a?os, intelectuales como el venezolano Arturo Uslar Pietri, director de la obra Iberoam¨¦rica, una comunidad, en la que han colaborado m¨¢s de 60 intelectuales iberoamericanos, o el paraguayo Augusto Roa Bastos, los mexicanos Octavio Paz y Carlos Fuentes, el argentino Ernesto S¨¢bato y el peruano Mario Vargas Llosa y, ¨²ltimamente, el colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, han aportado sus opiniones positivas sobre el tema en art¨ªculos, conferencias, entrevistas y en Tribuna 92.
Tambi¨¦n se han pronuncia(lo importantes estadistas, como el hasta hace poco secretario general de la ONU, el peruano Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, o los ex presidentes Sanguinetti, Alfons¨ªn, Belisario Betancur y los actuales presidentes de rep¨²blicas, participantes todos ellos en la Primera Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno Iberoamericanos, celebrada en julio de 1991 en Guadalajara (M¨¦xico).
La t¨®nica general de sus posturas ha sido la de conmemorar con esp¨ªritu reflexivo, con visi¨®n de futuro, sacando lecciones del pasado para construir un futuro com¨²n con la profundizaci¨®n de la comunidad iberoamericana de naciones, basada en la integraci¨®n y en la cooperaci¨®n pol¨ªtica, cultural, cient¨ªfica, educativa y econ¨®mica.
Por ello se ha querido que del Quinto Centenario quedase, m¨¢s que festejos concretos o fechas singulares, un amplio abanico de programas de cooperaci¨®n iberoamericana, con vocaci¨®n de perdurar en el futuro, que permitan, acallados los ruidos y las voces de la coyuntura, afirmar que el 92 fue m¨¢s un punto de partida que una meta.
La Exposici¨®n Universal de Sevilla naci¨® y es un programa del Quinto Centenario; la candidatura de Barcelona para sede de los Juegos Ol¨ªmpicos aprovech¨®, como es l¨®gico, la circunstancia del 92 como fecha emblem¨¢tica para ganar adeptos en el COI, y Madrid solicit¨® la capitalidad cultural para el 92, y no para el 91 o el 93, por ser el a?o del Quinto Centenario. Pero ello no quiere decir, como en ocasiones por desinformaci¨®n o ligereza se afirma, que el 92 va a ser s¨®lo una sucesi¨®n de fastos y coheter¨ªa. Estamos seguros de que con posterioridad al 92 analizaremos mejor el tupido bosque de realidades que los llamativos ¨¢rboles de hoy no nos dejan ver con nitidez.
En esta filosof¨ªa conmemorativa tiene poco asiento tanto la corriente triunfalista, que no admite la menor autocr¨ªtica sobre algunos aspectos de la conquista, como la visi¨®n supuestamente indigenista, que quiere hacer un maniqueo del Quinto Centenario, responsabilizando a 1492 de todos los males acaecidos a los pueblos indios en estos 500 a?os. Es la teor¨ªa del buen salvaje, tan brillantemente derrotada dial¨¦cticamente hace unos anos por el escritor venezolano Carlos Rangel, en su libro Del buen salvaje al buen revolucionario.
Toda conmemoraci¨®n de un hecho hist¨®rico es, por naturaleza, pol¨¦mica. Lo fue el bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa en 1989, porque hubo quienes opinaron que, junto con los avances en los derechos humanos, hubo tambi¨¦n un alto coste de vidas, incluso una larga etapa de terror. Lo fue el bicentenario de Australia en 1988, porque los abor¨ªgenes sobrevivientes afirmaban que ellos exist¨ªan antes de la llegada de los ingleses.
No es extra?o, pues, que el Quinto Centenario del Descubrimiento de Am¨¦rica sea pol¨¦mico. Pero la historia es la que es, y no puede ser cambiada. Afrontemos el 92 sin complejo alguno, como dijo el Rey en su mensaje de Navidad.
Eso s¨ª, no pretendamos de una conmemoraci¨®n lo que no es ni m¨¢s ni menos que eso, que ya es bastante. Si conseguimos un mayor conocimiento y solidaridad por lo iberoamericano en Espa?a y de lo espa?ol en Am¨¦rica y en el mundo; si avanzamos sustancialmente en el entramado de cooperaci¨®n con los pueblos iberoamericanos, contribuyendo as¨ª, aunque sea modestamente, a su desarrollo; si se consolida la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos, habremos logrado el objetivo que nos marcamos hace casi una d¨¦cada.
Dec¨ªamos al comienzo de estas l¨ªneas que 1992 es tambi¨¦n el quinto centenario de otros hechos de gran importancia. Con la capitulaci¨®n de Granada el 2 de enero de 1492 finalizan nueve siglos de presencia del islam en Espa?a. Cinco siglos despu¨¦s, y a trav¨¦s del grupo de trabajo Al-Andalus 92, se est¨¢n desarrollando numerosos programas (publicaciones, audiovisuales, exposiciones, congresos, etc¨¦tera) que contribuyen a revalorizar y difundir la aportaci¨®n ¨¢rabe a la construcci¨®n de Espa?a, a nuestra propia identidad.
El grupo Sefarad 92 hace referencia al medio milenio del decreto de expulsi¨®n de los jud¨ªos y a los programas educativos y culturales puestos en marcha para conocer mejor y divulgar entre las nuevas generaciones lo que supuso la cultura hebraica en nuestra configuraci¨®n como naci¨®n.
Por ¨²ltimo, pero muy importante, con Nebrija 92 se est¨¢ desarrollando buen n¨²mero de iniciativas, como ediciones, cursos, exposiciones y congresos conmemorativos del quinto centenario de la edici¨®n de la primera Gram¨¢tica de la lengua castellana, ocasi¨®n magn¨ªfica para resaltar lo que es probablemente el mejor legado que Espa?a ha dejado en Am¨¦rica: una lengua, veh¨ªculo de comunicaci¨®n y cultura, hablada por cerca de 400 millones de personas.
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