Tragedia en Santander
NO SON precisamente lamentaciones lo que se echa en falta cuando se producen accidentes laborales como el derrumbe del hotel Bah¨ªa en Santander. S¨ª, en cambio, un an¨¢lisis serio sobre sus causas y el firme prop¨®sito de hacer lo posible por no reincidir en las conductas que suelen propiciarlos. Es lo menos que debe exigirse a las empresas y a los organismos p¨²blicos responsabilizados del control de las medidas de seguridad e higiene en el trabajo y, con mayor motivo, cuando el accidente alcanza la dimensi¨®n de una tragedia como la que se ha producido en Santander: tres obreros muertos, dos sepultados todav¨ªa bajo los escombros y siete heridos de diversa consideraci¨®n.En ausencia de medidas previsoras, lo que no puede faltar es la consiguiente investigaci¨®n administrativa y judicial. Pero, desgraciadamente, la impunidad suele ser el desenlace normal de los accidentes laborales. Ni se investigan suficientemente las causas, ni se exigen responsabilidades, ni se sanciona a los posibles culpables. Ello explica, en gran medida, que Espa?a sea uno de los pa¨ªses comunitarios con un mayor ¨ªndice de siniestralidad laboral.
En la tragedia de Santander parece haber Incidido, seg¨²n la opini¨®n de t¨¦cnicos y sindicatos, el mal estado de las vigas de hormig¨®n del edificio, construido en 1950. Sin embargo, la posible corrupci¨®n de entonces, que aflora ahora con el riesgo de hundimiento de edificios construidos con materiales de p¨¦sima calidad en aquella ¨¦poca, no elimina las posibles responsabilidades actuales. No es f¨¢cil asumir la inevitabilidad de lo acontecido en Santander, salvo que el plan de remodelaci¨®n del edificio se hubiera puesto en marcha sin un previo an¨¢lisis del estado de su estructura y, en todo caso, sin las elementales medidas de seguridad para prevenir los riesgos. Las primeras informaciones apuntan que se hab¨ªan detectado fallos en la estructura de hormig¨®n y enviado muestras a analizar, sin que por ello se hubiera detenido la obra ni fuesen comunicados los defectos a los trabajadores. La empresa contratista corre con la primera responsabilidad, aunque tampoco quedan exentos los organismos administrativos -auton¨®micos y municipales- encargados de supervisar la seguridad.
La relajaci¨®n de este control, pr¨¢cticamente inexistente en las peque?as empresas, es una de las causas de la alta siniestralidad laboral, especialmente en la construcci¨®n. Precisamente lo m¨¢s preocupante de esta tragedia es que su desencadenamiento apunta, en principio, a un d¨¦ficit de prevenci¨®n, un poco explicado silencio empresarial y una insuficiencia del control administrativo exigible. Desde el punto de vista de la rentabilidad, y pasando por alto los da?os humanos, el ahorro de las empresas en medidas de seguridad se traduce a la larga en un dispendio sin sentido. Un estudio de la CE ha puesto de manifiesto que los accidentes laborales cuestan a las empresas de construcci¨®n el 3% de su cifra de negocios, mientras que sus beneficios se sit¨²an entre el 1% y el 1,3%.
Existen, por supuesto, otras causas que contribuyen a que los accidentes laborales se hayan convertido en una de las mayores sangr¨ªas humanas en nuestro pa¨ªs (casi 1.500 muertos al a?o y varios miles de heri dos graves, de los que un tercio corresponde al sector de la construcci¨®n). El aumento de la precariedad en el empleo es una de ellas, as¨ª como la rutina en las tareas de inspecci¨®n e investigaci¨®n -la Fiscal¨ªa General del Estado acaba de instar al ministerio fiscal a que act¨²e de oficio en los siniestros laborales- y la dispersi¨®n de ordenanzas y vac¨ªos normativos existentes. Accidentes como el de Santander deber¨ªan servir al menos para que se promulgue de una vez la nueva Ley de Salud Laboral prometida por los diversos Gobiernos socialistas desde 1982.
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