En clave de Reed
Algunos artistas, muy pocos, consiguen no seguir el camino de la mayor¨ªa, que en el rock conduce a la utilizaci¨®n de una serie de claves que sintonicen con lo que se lleva y abran las puertas al ¨¦xito. Son artistas que utilizan claves propias, entre los que est¨¢n Bob Dylan, Van Morrison... y Lou Reed.En el caso de Lou Reed (Long Island, 1942), estas claves se apoyan en su historia. Una militancia activa en la vanguardia neoyorquina con la Velvet Underground desde 1965 junto a un Andy Warhol que ya anunciaba el fin de siglo ("los buenos negocios son la mejor de las artes"), que continu¨® con una carrera hacia la aparente autodestrucci¨®n que dej¨® en la cuneta a muchos disc¨ªpulos que corr¨ªan tras ¨¦l ("porque hace que me sienta un hombre cuando me meto un pico en la vena". Heroin, 1967). Hoy, 27 a?os despu¨¦s y a un mes de convertirse en cincuent¨®n, Lou Reed defiende la serenidad y la reflexi¨®n. Puede hacer lo que quiera porque todo le est¨¢ permitido. Y utiliza sus privilegios.
Lou Reed
Lou Reed (voz y guitarra), Mike Rathke (guitarra), Michael Balair (bater¨ªa y percusi¨®n), Rob Wasserman (contrabajo y bajo el¨¦ctricos). 2.000 personas. Precio: 3. 100 a 4.400 pesetas. Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 5 de febrero.
Acompa?ado por sus sobrios m¨²sicos de los ¨²ltimos a?os (Mike Rathke, Rob Wasserman y Michael Blair), iluminado con la penumbra y sonorizado con discreci¨®n, Lou Reed ofreci¨® un recital ¨¢spero y duro, como la tem¨¢tica que inspira su ¨²ltimo disco, Magic and loss, que centr¨® su actuaci¨®n. La magia y la p¨¦rdida es la historia descarnada del dolor que produce la muerte por c¨¢ncer de dos seres queridos en una obra conceptual que narra a trav¨¦s de canciones los comienzos de la enfermedad, el tratamiento por quimioterapia, el funeral, la cremaci¨®n, el recuerdo... Una obra dura que protagoniz¨® la primera parte de un recital sin concesiones.
"Hay un poquito de magia en todas las cosas, y luego alguna p¨¦rdida para compensarlo todo", cant¨® Lou Reed para cerrar una primera parte en la que, efectivamente, hubo magia y p¨¦rdida. La magia de un artista introvertido, seco e inalcanzable. Distante y profundo. Absolutamente personal. Sin la menor alegr¨ªa, los temas que aborda Reed no son precisamente risue?os, fueron cayendo las 14 canciones del disco con una austeridad a veces exasperante. Sin arreglos, ni virtuosismo ni nada que se le parezca, el norteamericano convirti¨® su rock de tres acordes en m¨²sica minimalista y esquem¨¢tica. La p¨¦rdida fue lo excesivamente elemental y lineal, rayando en la comodidad.
Tras el descanso, llegaron las canciones de Songs for Drella -con discusiones entre el p¨²blico durante la interpretaci¨®n de A dream, un tema hablado-, y de New York, con canciones m¨¢s r¨ªtmicas y la afici¨®n intentando acortar distancias, algo que con Lou Reed es casi imposible. Su recital milimetrado y distante ten¨ªa previsto cinco bises pero el artista s¨®lo regal¨® Sweet Jane y Rock and roll. Fue el fr¨ªo final de una actuaci¨®n en clave de Reed.
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