Silencio en rechazo al terrorismo

La sirena trajo el silencio. En la plaza de la Cruz Verde, durante un minuto, el dolor se oy¨® sin ruido entre m¨¢s de un centenar de personas congregadas. Algunos de los obreros que reparaban los da?os se quitaron los cascos en se?al de respeto. Junto al portal destrozado por el coche bomba, tres ramos de flores recordaban a las v¨ªctimas del atentado que el jueves cost¨® la vida a cinco personas. Los vecinos del barrio de los Austrias trataban de recobrar la normalidad, aunque las escenas vividas apenas les dejan dormir. En numerosas instituciones tambi¨¦n se observ¨® el silencio.

La sirena fue puntual. A la una de la tarde son¨® desde el coche de la polic¨ªa municipal. apostado en la esquina de la calle Segovia. Amas de casa con bolsas de la compra, estudiantes, trabajadores y jubilados quedaron en silencio. El tr¨¢fico se ralentiz¨®. Al cabo de un minuto son¨® un nuevo ulular. "?Esos cabrones!", grit¨® entonces una mujer. Fue el ¨²nico exabrupto.La treintena de obreros que reparan los desperfectos se sum¨® a la protesta. "Nos han mandado bajar", explicaba Jos¨¦ Juan Araqui. Los trabajadores, que se turnan durante 24 horas para desescombrar y apuntalar el edificio del n¨²mero 1 de la plaza, cumplieron la orden sin rechistar. "Es que el atentado ha sido una salvajada", explicaba otro de ellos, L¨¢zaro Moreno.

"Siempre con vosotros", se le¨ªa en uno de los tres ramos de flores colocados junto al portal frente al que estall¨® el coche bomba. Dos eran de las comunidades de vecinos pr¨®ximas y uno, an¨®nimo. Al acabar el minuto, los obreros volvieron al tajo. Los soldados que hac¨ªan guardia en Capitan¨ªa abandonaron la posici¨®n de firmes.

El silencio se observ¨® en distintos puntos de Madrid, incluido el Consejo de Ministros. Los presidentes del Congreso y del Senado, F¨¦lix Pons y Juan Jos¨¦ Laborda, encabezaron la protesta en sus sedes. El presidente de la Comunidad de Madrid, Joaqu¨ªn Leguina, lo hizo en la Puerta del Sol. Tambi¨¦n se sumaron ministerios y empresas privadas. En unos grandes almacenes y en el metro, se anunci¨® por los alta voces el minuto de silencio. Igualmente se mantuvo en el hospital Cl¨ªnico, donde se encuentran internados dos heridos. "Es un grito de silencio", manifest¨® el alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano en la plaza de la Villa, donde se concentraron cientos de personas.

"He venido expresamente porque uno de los muertos, Antonio Ricote, era amigo m¨ªo. Pensaba haber visto ayer el f¨²tbol con ¨¦l", dec¨ªa Francisco Diago, junto al lugar del atentado. "Ha sido una cobard¨ªa, algo horrososo", comentaban dos religiosas misioneras. "No te cabe en la cabeza que, haya que matar en nombre de unas ideas que no deben ser muy fuertes cuando tienen que recurrir a esto", aventuraba el cicilista Javier Arbeloa.

Fernando Cruz Conde, uno de los vecinos m¨¢s afectados, confiaba en que le arreglen pronto el piso. "En nuestra casa, la del n¨²mero uno de la plaza, vivi¨® el arquitecto Ventura Rodr¨ªguez. Est¨¢ en pie desde el siglo XVII y espero que siga estando".

Ram¨®n Rodr¨ªguez deambulaba por su bar Luarca, destrozado. Recib¨ªa el consuelo de los vecinos mientras recordaba que, poco tiempo atr¨¢s, rescindi¨® la p¨®liza de seguro del local.

"Seguimos espantados", afirmaba el camarero Manuel Mart¨ªnez en las inmediaciones. Se barr¨ªan los escombros, pero quedaba el dolor.