Corrupci¨®n
La corrupci¨®n se ha puesto de moda como t¨®pico conversacional moderno y fino. El limitado pero exquisito repertorio tem¨¢tico de los ni?os bien (motos de importaci¨®n, pistas de esqu¨ª y todoterrenos) se ha visto ampliado con tan candente asunto y, as¨ª, entre copa y copa siempre hay alguien que exclama: "Ay, chico, son unos ladrones, es un asco", con hondo sentimiento y gesto de haber puesto duramente a trabajar la ¨²nica neurona. Y se quedan tan aliviaditos y tan contentos, olvidados de que sus abuelos han sido honestos estraperlistas tras la guerra, y sus padres., honestos especuladores; y estafadores en los a?os sesenta, y sus t¨ªos, honestos ladrones en todas las ¨¦pocas. Hablan nuestros ni?os bien de corrupci¨®n con el gangoso gracejo de los pijos y prefieren ignorar que el oro familiar sobre el que est¨¢n sentados es tan guarro e inmoral como el oro de Judas.
Y con esto no pretendo decir que ahora no hay corrupci¨®n: claro que la hay, y demasiada, Pero encocora contemplar esta s¨²bita proliferaci¨®n de justos que se nos viene encima. Medios de comunicaci¨®n famosos por su manipulaci¨®n y su desverg¨¹enza que publican ahora furibundas reivindicaciones de la ¨¦tica. O personajes p¨²blicos de notoria inmoralidad que simulan escandalizarse a grandes gritos. ?Y toda esta gentuza se atreve a decir que la corrupci¨®n nos la ha tra¨ªdo la democracia? No me hagan re¨ªr. La democracia permite que la porquer¨ªa salga a la luz: antes estaba oculta, El sistema democr¨¢tico no es perfecto, pero sigue siendo el mejor: es el ¨²nico que facilita a la sociedad los instrumentos suficientes para corregir los abusos y las desviaciones. La espa?ola es una democracia joven, construida, adem¨¢s, sobre un insensato pa¨ªs de nuevos ricos: es normal que nos lleve cierto tiempo, y algunos quebrantos, el aprendernos las reglas del juego.
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