Libia y el terror

EL SABOTAJE del jumbo de la compa?¨ªa Pan Am que estall¨® en pleno vuelo cuando sobrevolaba la localidad escocesa de Lockerbie en diciembre de 1988 tiene dificil tratamiento jur¨ªdico y pol¨ªtico. Estados Unidos y Escocia apuntan firmemente con el dedo a dos ciudadanos libios, Abdel Baset al Magrahi y Al Am¨ªn Jalifa Fhimah, de cuya intervenci¨®n criminal dicen tener pruebas irrefutables. A¨²n m¨¢s: acusan al Gobierno libio de tenerlos a sueldo como agentes y de ser, por consiguiente, el instigador de la acci¨®n terrorista que cost¨® la vida de 281 personas.Por esta raz¨®n, las autoridades norteamericanas y brit¨¢nicas han exigido la extradici¨®n de los dos reos para que puedan ser juzgados en Escocia. La demanda pill¨® a contrapi¨¦ al l¨ªder libio, Muaminar el Gaddafi, en un momento en el que, sinti¨¦ndose aislado y sin amigos, hab¨ªa moderado su tono de enfrentamiento, especialmente hacia Estados Unidos, y pretend¨ªa presentarse ante el mundo como un estadista respetuoso de la ley y amante de la paz. Ahora se resiste a entregar a Al Magrahi y a Fhimah a la justicia occidental, sin duda porque una condena de ambos en Escocia le pondr¨ªa en la picota. Pero al mismo tiempo no tiene m¨¢s remedio que dar los pasos necesarios para demostrar que sigue con fidelidad las pautas de la ley en relaci¨®n con el tratamiento internacional que debe darse a los acusados.

Estados Unidos y el Reino Unido han puesto en marcha toda una serie de iniciativas que buscan aislar a Libia e imponerle las correspondientes sanciones. La resoluci¨®n 731 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada un¨¢nimemente, exige de Tr¨ªpoli el cumplimiento de la extradici¨®n so pena de imposici¨®n de severas sanciones. Sin embargo, existe una traba jur¨ªdica dif¨ªcilmente soslayable: casi ninguna legislaci¨®n del mundo acepta la extradici¨®n de los nacionales propios cuando son reclamados por la justicia de otro pa¨ªs; s¨®lo pueden ser juzgados por sus propios tribunales.

Por otra parte, la justicia libia tiene raz¨®n cuando asegura que su hom¨®loga escocesa no le ha enviado pruebas que establezcan suficientemente los indicios de culpa contra los dos acusados. Aunque tal prueba no es universalmente exigida, se da la curiosa circunstancia de que s¨ª lo es por la legislaci¨®n brit¨¢nica.

Enfrentado con tantos callejones sin salida (al final de cada uno de los cuales hay un quebradero de cabeza para Libia), Gaddafi, ha ofrecido una soluci¨®n innovadora: la entrega de los dos agentes libios a la custodia del secretario general de la ONU. No se sabe bien qu¨¦ har¨¢ con ellos el egipcio Butros Gali, pero la f¨®rmula tiene la virtud de permitir a Gaddafi. salvar la cara -no ceder ante sus enemigos- y probablemente impedir que el asunto degenere en una crisis internacional desestabilizadora para el norte de ?frica.

Corresponder¨ªa as¨ª a Butros Gali tomar las decisiones necesarias para que se haga justicia -?un juicio en Escocia en presencia de un representante de la ONU como garante?- si el Consejo de Seguridad admite el recurso a semejante f¨®rmula.