La crisis sociopol¨ªtica venezolana
La pregunta que se formula el autor a prop¨®sito del reciente intento de golpe de Estado en Venezuela es: ?se lograr¨¢ en ese pa¨ªs la construcci¨®n de una nueva hegemon¨ªa y de un nuevo pacto que permitan superar la crisis de su modelo sociopol¨ªtico? Si se falla en esa tarea, agrega, otro intento golpista puede estar pr¨®ximo.
Por segunda vez en menos de tres a?os, la democracia en Venezuela estuvo en los titulares de los medios de comunicaci¨®n internacionales. Sin embargo, entre las dos veces -el 27 de febrero de 1989, ese estallido violento y amorfo de la impotencia cuando las masas se cre¨ªan poderosas hasta que una cruenta represi¨®n las redujo otra vez a aqu¨¦lla, y el intento golpista del 4 de febrero de 1992- se dieron numerosas manifestaciones menos publicadas de intranquilidad social, desobediencia civil y protesta pol¨ªtica. Todo ello tiene un denominador com¨²n: la grave crisis del sistema pol¨ªtico.En principio, ¨¦ste hab¨ªa empezado muy bien. Incluso antes de la ca¨ªda, en enero de 1958, del (hasta ahora) ¨²ltimo dictador militar, Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez, las c¨²pulas de los partidos e importantes l¨ªderes de la burgues¨ªa hab¨ªan sentado las bases para un acuerdo. ?ste abarcaba dos aspectos fundamentales: la forma democr¨¢tica de convivencia pol¨ªtica y el modelo modernizador-industrialista de desarrollo econ¨®mico, incluyendo los modos de distribuci¨®n de la renta petrolera. Este pacto se formaliz¨® s¨®lo en dos ocasiones: 1958, para garantizar el reconocimiento del resultado de las elecciones y un Gobierno de coalici¨®n despu¨¦s (Pacto de Punto Fijo), y 1959, para fomentar las relaciones pac¨ªficas entre obreros y patronos (advenimiento obrero-patronal). Por lo dem¨¢s, funcion¨® cada vez m¨¢s perfecta y t¨¢citamente. Sus bases se ampliaron, hasta que, a mediados de los sesenta, estuvieron representadas en ¨¦l las fuerzas vivas de la sociedad: adem¨¢s de los sectores medios (a trav¨¦s de los partidos), la burgues¨ªa como un todo, la burocracia sindical, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, una parte de la intelectualidad y la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas. Sus mecanismos de concertaci¨®n se refinaron y cristalizaron en pol¨ªticas que no s¨®lo estaban de acuerdo con el modelo econ¨®mico convenido, sino que gozaron de amplio apoyo. Su efectividad fue tan grande que proyectos alternativos de sociedad, pese a la pugnacidad de sus portavoces al inicio de la democracia (recu¨¦rdese la lucha armada por implantar un modelo socialista o los intentos de restablecer un r¨¦gimen autoritario), perdieron crecienternente espacios y adeptos.
En los primeros 15 a?os de vigencia de la democracia se construy¨® conscientemente una hegemon¨ªa social, condici¨®n del montaje del aparato institucional correspondiente. Sin duda que la renta petrolera los facilit¨®, mas no era sino el respaldo material de una voluntad pol¨ªtica compartida.
Naturalmente no desaparecieron las desigualdades, las exclusiones de amplios sectores, la explotaci¨®n y la dominaci¨®n. Pero sus efectos pudieron ser mitigados por el funcionamiento del pacto, la existencia de una ideolog¨ªa armonizante producto de la hegemon¨ªa y la disponibilidad de recursos para satisfacer algunos intereses y necesidades de los grupos y clases subalternos.
Las primeras grietas y fisuras en el pacto se produjeron durante el primer Gobierno de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez (1974-1979). Su proyecto de la Gran Venezuela implicaba un mayor "capitalismo de Estado". Como la renta petrolera se hab¨ªa triplicado a partir de octubre de 1973, exist¨ªa abundante dinero para emprender grandes proyectos de desarrollo. El sector privado (o la burgues¨ªa) ve¨ªa en los mismos, al igual que en la nacionalizaci¨®n del hierro (1975) y del petr¨®leo (1976), una amenaza a su protagonismo social. Por otro lado, no se logr¨® poner la modernizaci¨®n del Estado a la par de su papel cambiado en el nuevo modelo de desarrollo. Las instituciones y los partidos, los sindicatos y otras organizaciones representativas, empezaron a desfasarse respecto de los cambios en marcha. Al final del periodo result¨®, adem¨¢s, que el crecimiento sobre la base de la Gran Venezuela creaba distorsiones en la econom¨ªa (inflaci¨®n, endeudamiento externo) y al mismo tiempo expectativas de los sectores medios y obreros que eran imposibles de satisfacer si se quer¨ªa mantener el proyecto.
Tecnocracia estatal
Por el crecimiento de la tecnocracia estatal y un cierto autoritarismo en el estilo de gobierno de P¨¦rez se deterioraron tambi¨¦n los mecanismos de concertaci¨®n previstos en el pacto.
Todo ello, unido al hecho de que la corrupci¨®n de siempre (cual acumulaci¨®n originaria de los pol¨ªticos) se hizo m¨¢s visible, debilit¨® la legitimaci¨®n del sistema. Es l¨®gico suponer que este proceso tambi¨¦n fue percibido por las Fuerzas Armadas.
El presidente Luis Herrera Campins (1979-1984), un socialcristiano con fama de izquierdista en su partido (COPEI), tildaba por cierto a los que habl¨¢bamos de crisis de profetas del desastre. Sus pol¨ªticas econ¨®micas fueron zigzagueantes: no solamente no superaban las distorsiones, sino que las profundizaban, hasta que en febrero de 1983 tuvo que devaluarse la moneda nacional. Su Gobierno fue el m¨¢s sectario, incluso frente a su propio partido, lo cual aceler¨® el deterioro de los mecanismos de concertaci¨®n del pacto. Las organizaciones representativas siguieron perdiendo representatividad.
El desastre que constat¨¢bamos algunos analistas fue tan perceptible que Jaime Lusinchi (AD) y Rafael Caldera (COPEI) hicieron la campa?a electoral de 1983 con la promesa de cambio. El presidente Lusinchi hablaba de la necesidad de un nuevo pacto social. Pero sus buenas intenciones se sepultaron a menos de un a?o de haberse iniciado su Gobierno bajo la influencia de una burgues¨ªa robustecida (sobre todo su sector financiero), frente a partidos, sindicatos y otras organizaciones cada vez m¨¢s debilitados. En adelante sigui¨® una pol¨ªtica que mezclaba elementos populistas con neoliberales, lo cual le rend¨ªa aparentes frutos en su propia popularidad, pero deterioraba la econom¨ªa a¨²n m¨¢s, pese a modestas tasas de crecimiento. La corrupci¨®n adquiri¨® formas cada vez m¨¢s escandalosas.
C¨²pulas partidistas
La reforma del Estado, para la que Lusinchi constituy¨® pomposamente una comisi¨®n en su primer a?o de gobierno, se estrellaba contra la indiferencia de su propio creador y de las c¨²pulas partidistas, especialmente las de su partido. Los mecanismos de concertaci¨®n del pacto degeneraron en concili¨¢bulos, ya sea con los sindicatos, con las organizaciones empresariales o incluso con los militares.
Mientras tanto, la, crisis pol¨ªtica se hac¨ªa cada vez m¨¢s evidente. Las luchas dentro de los partidos y sindicatos eran personalistas y se?alaban su distanciamiento del pa¨ªs. Incluso la organizaci¨®n patronal dej¨® de funcionar con la coherencia de anta?o. La Iglesia, incluyendo su sector m¨¢s bien conservador, empez¨® a levantar su voz de protesta frente a lo que describ¨ªa como crisis moral. La indignaci¨®n de sectores militares fue un secreto p¨²blico. Finalmente, la aventura extramarital de Lusinchi, unida al poder real que su objeto de deseo adquiri¨® en el cargo no precisamente constituciona e secretaria privada, implic¨® una degradaci¨®n de la majestad simb¨®lica del cargo del presidente y, por ende, un mayor debilitamiento del Estado y del pacto.
Esta crisis ha venido profundiz¨¢ndose porque la aplicaci¨®n de las pol¨ªticas neoliberales durante el segundo Gobierno de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, con sus secuelas de empobrecimiento de la gran mayor¨ªa de los actores colectivos, ha venido atomizando y resquebrajando la tan mentada sociedad civil de la que muchos esperaban una salida de la crisis. Adem¨¢s, el discurso de la reforma de Estado y sistema pol¨ªtico suena vac¨ªo ante la falta de pr¨¢cticas concretas de sus actores al respecto. Tales circunstancias son el caldo de cultivo de rebeliones masivas a la 27-F o intentonas golpistas a la 4-F.
La pregunta entonces es: ?Se lograr¨¢n la construcci¨®n de una nueva hegemon¨ªa y la constituci¨®n de un nuevo pacto cual nuevo proyecto nacional? Si fallamos me temo que un pr¨®ximo intento de golpe pueda estar a la vuelta de la esquina.
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