Stepanakert, vivir bajo las hombas
Los habitantes de la capital de Nagorni-Karabaj se acostumbran al duro ritual de la supervivencia
Cuando la primera granada estalla en Stepanakert, la capital de Nagorni Karabaj, regi¨®n aut¨®noma de Azerbaiy¨¢n con mayor¨ªa de poblaci¨®n armenia, bastan unos minutos para que se vac¨ªen totalmente las talles. Los pocos habitantes de la ciudad -controlada por los armenios- que se hab¨ªan arriesgado a salir de sus casas desaparecen en silencio, y sin se?al aparente de miedo, en los refugios. Es un ritual siniestro, pero ya rutinario: el de la supervivencia."No es forma de vivir, eso lo sabemos", dice Robert Nersesi¨¢n, un antiguo responsable local que se pasa ahora la mayor parte del d¨ªa escondido en un refugio con su mujer y sus dos hijos, o buscando agua y comida para su familia. "Los azerbaiyanos disparan cada d¨ªa granadas sobre nuestra ciudad", prosigue, mientras el fragor de las explosiones llega a su vivienda subterr¨¢nea. "?Qu¨¦ quiere que hagamos? No queremos morir", a?ade.
Las destrucciones se pueden observar por todas partes en la ciudad. Muchos edificios resultaron totalmente destruidos. Otros, m¨¢s numerosos todav¨ªa, sufrieron da?os por los proyectiles. Y ya no queda pr¨¢cticamente ninguna ventana intacta. No hay por el momento escasez preocupante de v¨ªveres -helic¨®pteros procedentes de Armenia traen con frecuencia productos alimenticios-, pero el agua potable debe ser transportada desde una fuente que se encuentra a cuatro kil¨®metros del centro. Otros productos, como la gasolina, en cambio, casi desaparecieron por completo. La ciudad, que tiene unos 60.000 habitantes, no tiene gas ni electricidad, y la mayor¨ªa de las familias tuvo que recurrir durante estos ¨²ltimos meses a la le?a de los hornos para luchar contra el fr¨ªo.
Sin embargo, a pesar de los cuatro a?os de bombardeos intensos, ahora casi diarios, de las fuerzas azerbaiyanas desplegadas en Chucha, el baluarte azer¨ª de Nagorni Karabaj, distante 12 kil¨®metros, todav¨ªa persiste una cierta animaci¨®n en Stepanakert. "Vemos a nuestros amigos cuando podemos", se lamenta Lucenia, una adolescente de 14 a?os que no fue a clase desde que una granada caus¨® estragos en su escuela en el mes de septiembre pasado. "Hablamos, jugamos al domin¨®, y a veces paseamos fuera. Y si las granadas empiezan a estallar, sabemos d¨®nde tenemos que ir".
"Los ni?os conocen todas las armas que se utilizan en esta guerra", afirma con pesar Henri Gazari¨¢n, el antiguo jefe de la po ic¨ªa de Stepanakert, que se jubil¨® poco tiempo despu¨¦s del inicio del conflicto, en febrero de 1988. "Corren hacia m¨ª y dicen: 'Mira, abuelo, un misil Alaz¨¢n acaba justo de dar en esta casa'. Reconocen el tipo de proyectil antes siquiera de que haya explotado. Es terrible".
Los misiles Grad, de fabricaci¨®n sovi¨¦tica, que utilizan las fuerzas azer¨ªes, tienen un alcance de 22 kil¨®metros, y la mayor¨ªa de ellos viene de Chucha. El s¨¢bado pasado, un funcionario local muri¨® cuando un proyectil hizo explosi¨®n en un despacho del Ayuntamiento donde estaba trabajando. Ayer, a pesar del alto el fuego firmado bajo mediaci¨®n iran¨ª, las dos partes se acusaban mutuamente de nuevos ataques. En total, son unas 1.500 las personas muertas en Stepanakert y otras regiones del Nagorni Karabaj desde el inicio de los enfrentamientos inter¨¦tnicos, seg¨²n las estimaciones.
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