Ejemplos del gusto art¨ªstico espa?ol
El mercado de antig¨¹edades no suele utilizar las muestras temporales como medio para difundir socialmente sus riquezas art¨ªsticas. La raz¨®n de esta actitud discreta no tiene s¨®lo que ver con un af¨¢n de ocultamiento, sino, sobre todo, con la aparente ausencia de pol¨¦mica de los valores hist¨®ricamente consagrados, cuya antig¨¹edad es por s¨ª misma un grado. No obstante, afortunadamente, los valores art¨ªsticos son por naturaleza inestables y necesitan de miradas renovadas, como las que el arte nuevo provoca. Quiero decir que el arte del pasado tambi¨¦n, de una u otra manera, ha de ser redescubierto cada vez, si no quiere yacer con la inercia de lo insignificante.En este sentido, la iniciativa emprendida por la firma Caylus de airear obras de arte de las llamadas antiguas, haci¨¦ndolo mediante una propuesta argumentalmente intencionada y una presentaci¨®n rigurosa desde el punto de vista cient¨ªfico, me parece encomiable. Por lo dem¨¢s, el argumento elegido para la ocasi¨®n no es balad¨ª, ni a¨²n menos f¨¢cil, pues la evoluci¨®n del arte espa?ol est¨¢ cargada de acentos exc¨¦ntricos y episodios singulares, cuya cabal comprensi¨®n y aprecio cr¨ªtico s¨®lo se ha producido en la ¨¦poca contempor¨¢nea.
El gusto espa?ol
Antiguos maestrosGaler¨ªa Caylus. Madrid. Hasta el 30 de abril.
Desde obras tardomedievales hasta otras procedentes de los albores neocl¨¢sicos de nuestra ¨¦poca, en esta exposici¨®n abundan ejemplos significativos del gusto espa?ol, que asimismo est¨¢ representado por temas significativos, como el bodeg¨®n o la pintura religiosa. De esta manera podemos contemplar piezas relevantes de los maestros del Bonastre, de ?vila, de Santa Mar¨ªa de la Hoz, de Santa Clara de Palencia, todos ellos activos durante el siglo XV, o en la transici¨®n del XV al XVI, de Juan de Flandes o, un poco m¨¢s tard¨ªos, de Juan de Borgo?a el Joven o de Juan de Juanes.
Del XVII, el siglo de oro por antonomasia, hay piezas de bodeg¨®n espa?ol muy brillantes, cada vez m¨¢s estimado, como el atribuido a Antonio Mohedano o los de Pedro de Camprob¨ªn, Juan de Espinosa, Antonio Ponce, Juan y Jos¨¦ de Arellano y, en fin, el verdaderamente soberbio de Francisco Barrera. La pintura religiosa tiene, por su parte, notabil¨ªsimas piezas, como la emocionante Natividad, de Caj¨¦s, o las escenas piadosas de Castelo, Vicente Carducho, Zurbar¨¢n, Romero y Escalante, Vald¨¦s Leal, Antol¨ªnez y, por encima de todo, la Magdalena, de Claudio Coello.
Podr¨ªamos seguir as¨ª la relaci¨®n de obras hasta el XIX, pero aqu¨ª lo importante no es tanto el sonoro valor de los nombres, sino ese poso de sensibilidad que se mantiene a trav¨¦s de los siglos, extra?o, ¨¢spero, a veces demadejado y hasta torpe, pero siempre cargado de una intensidad conmovedora. Es algo visible en la bien seleccionada muestra de Caylus, que consigue sorprendernos en el campo de lo que cre¨ªamos consabido y que, sin embargo, contra toda expectativa, nos vuelve de nuevo a conmover. Es m¨¢s, en cualquier caso, de lo que est¨¢bamos acostumbrados a esperar en las salas de un anticuario, que ha demostrado saber que el arte replandece siempre con el m¨¢s.
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