El sue?o adelgazante
Todos los a?os, cuando parece que el invierno pierde su arrogancia en favor de los primeros soplos de c¨¢lido viento primaveral, mi ¨¢nimo refuerza sus defensas ante el temido ataque, tan c¨ªclico y perseverante como las propias estaciones, la despiadada embestida de la publicidad antical¨®rica. Supongo que deber¨ªa mostrar mi gratitud ante aquellos cuyos desvelos no cejan en su empe?o de mantener mi silueta en perfecta consonancia con el ej¨¦rcito de mujeres cuyas medidas deben mantenerse dentro de lo est¨¦ticamente permisible.Sin embargo, mi aviesa inclinaci¨®n natural a la desconfianza alerta mis m¨¢s ¨ªntimos recelos y no puedo evitar el preguntarme: ?qui¨¦n fue el primero en descubrir el inagotable fil¨®n, la inmensa rentabilidad que en potencia ofrec¨ªan nuestros cada d¨ªa m¨¢s mermados michelines?
Me aflige observar c¨®mo cotidianamente esta nueva religi¨®n, este desmesurado culto al cuerpo, se ceba con toda clase de mujeres; algunas de ellas pagan precios verdaderamente elevados (tanto materiales como psicol¨®gicos y f¨ªsicos) por acceder al ansiado. trofeo del f¨ªsico 10, sin el que, al parecer, seg¨²n se desprende de estas horripilantes campa?as, est¨¢s inevitablemente condenada al ostracismo de las perdedoras (las que triunfan son siempre delgadas). El valor social del f¨ªsico perfecto se ha inflado tanto como en ¨¦poca de crisis les ocurre a las malas monedas.
Me apena que nuestra hostigada vanidad, verdadero tal¨®n de Aquiles femenino, encuentre tan pocas defensas ante la cada d¨ªa m¨¢s vejatoria, ultrajante y ofensiva publicidad; me apena, como digo, que nuestra ciega vanidad femenina nos impida trascender nuestros implantados complejos f¨ªsicos para reconocer el entramado econ¨®mico que pone en marcha la gigantesca m¨¢quina adelgazante: gimnasios, alimentos light, cremas, f¨¢rmacos, operaciones quir¨²rgicas.
Es preciso despertar del sue?o (o de la pesadilla) adelgazante: hay otras realidades m¨¢s urgentes y dignas de atenci¨®n en el mundo actual al margen de la lucha contra las devaluadas calor¨ªas. Mujeres del mundo: rebelaos y evitad llenar los bolsillos de aquellos que probablemente no hayan pisado un gimnasio en su vida. La liberaci¨®n de la mujer empieza en la reposter¨ªa de la esquina.-
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