La mentira de la verdad
Seis hoteles forman parte de Euro Disney y constituyen la principal fuente de ingresos, cada uno en su peculiar estilo, representando todos la mentira de la verdad. Tenemos el New York, de lujo, que reproduce la arquitectura modernista de los edificios del centro de Manhattan. En su interior se encuentran referencias al Empire State Building y a los teatros de Broadway. En el Newport Bay Hotel se reproduce el aristocr¨¢tico way of life de Nueva Inglaterra, y las camareras van vestidas como si fueran mucamas de Rose Kennedy. Este hotel, tambi¨¦n de lujo, cuenta con un lago artificial, el Buena Vista, y un embarcadero. Hay que recorrerlo con mapa y, en las habitaciones, todo es tan marinero que marea. En el Cheyenne, puro western, una valla con el rostro de Clint Eastwood -"Podr¨ªan haber puesto a John Wayne", coment¨® un cin¨¦filo empedernido; y otro, que no lo era, le pregunt¨®: "?Qui¨¦n es?"-, e imita la mitolog¨ªa del Oeste, con saloons y barandillas de madera. El Santa Fe tiene el toque r¨²stico de dicha ciudad, con su adobe rosado y sus detalles t¨ªpicos de Nuevo M¨¦xico, con mucha manta india. En el Sequoia Lodge, rodeado de con¨ªferas reci¨¦n plantadas, predominan bosque y naturaleza, una cosa muy de vida sana que hace retroceder a los fumadores de fuste. Tiene edificios independientes, tipo refugio de monta?a, a lo bestia.El Disneyland Hotel es de no creerlo: un palacio color de rosa, a la manera Disney; es decir, color de rosa, con m¨¢rmoles, tapicer¨ªas y damasquinados. Da al castillo de la Bella Durmiente, que tampoco es manco, y a sus puertas llega el REP (metro r¨¢pido), que enlaza con Par¨ªs. Por cierto, que el peque?o pero estrat¨¦gico terreno de la estaci¨®n no es propiedad de Euro Disney, sino estatal, por lo que los de seguridad no pueden controlarlo y tienen miedo de que se les llene de cantantes, vagabundos y vendedores ambulantes. Un par de cosas tienen en com¨²n todos los hoteles: su apariencia de absoluta irrealidad, porque se trata de que la madera parezca papel, y el que, en todos los cuartos de ba?o, Mickey Mouse sonr¨ªe desde los envoltorios de jab¨®n y los frascos de champ¨², alentando al personal con un: "?Estamos limpios y guapos? Vamos a divertirnos".
En cada hotel hay tiendas suficientes como para poner fuera de combate las resistentes tarjetas de cr¨¦dito. Desde broches hasta equipos de deporte, pasando por sudaderas, ropa interior, gafas de sol, zapatillas, camisas, pijamas. Y todo a la mayor gloria de Mickey Mouse. Uno acaba a?orando a Topo Gigio.
En cuanto a precios, van de las 10.000 a las 30.000 pesetas por noche, seg¨²n la categor¨ªa y en temporada alta. Las caba?as del camping David Crockett cuestan unas 15.000 pesetas, y la plaza de aparcamiento en torno a las 5.000.
Los hoteles son el escenario de las salvajes -es un decir- noches de Euro Disney. Un astuto ca?amazo de discotecas, bares y jardines, se extiende para convertir el fin de fiesta en un agotador campeonato. Decenas de buffettes al aire libre.
Babelia
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