Evocaci¨®n de Belmonte
El aficionado, cada vez que pasa por el Altozano camino de la plaza, se detiene y observa la figura hueca y fr¨ªa de Juan, salida del cincel de Venancio Blanco. El Altozano es como el zagu¨¢n de Triana. All¨ª gan¨® Belmonte su primer dinero como torero, toreando de sal¨®n o al perro Cachucha. El aficionado observa unas humildes flores al pie del monumento. Acaso el d¨ªa de su cumplea?os las puso all¨ª la nieta de alguna de las mocitas que se enamoraron del hijo del quincallero. El origen humilde del m¨¢s grande torero de la historia est¨¢ simbolizado en aquellas flores. El esp¨ªritu de Belmonte sigue flotando en. el aire de Triana.El aficionado emboca el puente. El puente de la gloria para Juan. ?Cu¨¢ntas veces lo atraves¨® en olor de multitud! El aficionado dirige su mirada aguas arriba. El panorama no se parece al que advirtieran los ojos penetrantes de Belmonte. Los nuevos puentes -El Cachorro, La Cartuja, La Barqueta, El Alamillo- le aportan al r¨ªo una fisonom¨ªa m¨¢s urbana y civilizada. No es el r¨ªo ind¨®mito que atravesaba Juan, unas noches a nado, otras en una barca robada, para enfrentarse, a la luz de la luna, a inciertas reses en la dehesa de Tablada.
El aficionado cruza el puente y observa ahora el panorama del r¨ªo aguas abajo: la Torre del Oro y el palacio de los Montpensier. All¨ª, en la escalinata de San Telmo, fonde¨® el 18 de febrero de 1907 el vapor Cristina, que tra¨ªa los restos mortales de Antonio Montes, el precursor de la buena nueva belmontina. Juan ten¨ªa 14 a?os y fue testigo de c¨®mo una muchedumbre de m¨¢s de 30.000 personas recib¨ªa con fervor el cad¨¢ver del torero, v¨ªctima de una cornada mortal en M¨¦xico. ?Es que los toros dan tanta fama? M¨¢s bien parece el entierro de un emperador que el de un hombre del pueblo, razon¨® sorprendido el ni?o. Ah¨ª avizora Juan su vocaci¨®n.
El aficionado ya llega a El Arenal, el barrio, con La Alameda y San Bernardo, m¨¢s torero de Sevilla. Est¨¢ frente a la Puerta del Pr¨ªncipe, la puerta de la gloria. Ni los aficionados ni Juan fueron conscientes de que eran testigos y actor de una revoluci¨®n hist¨®rica. La revoluci¨®n de Belmonte no descansa s¨®lo en que hizo a?icos el viejo aforismo "o te quitas t¨² o te quita el toro", sino en su propia definici¨®n del toreo: "Se torea como se es",. lo que significa trastocar el arte con min¨²scula en Arte con may¨²scula, en cuanto creador de belleza y galanura ante la muerte, como lo defini¨® Tierno Galv¨¢n.
El aficionado penetra ya en el coso. Durante la lidia, un diestro sangrando es llevado a la enfermer¨ªa. La parca siempre rondando en el ruedo. El aficionado se acuerda de Valle-Incl¨¢n: "Juan, s¨®lo te falta morir en el ruedo". "Se har¨¢ lo que se pueda", contest¨® el interesado. El aficionado no ha visto nunca torear a Belmonte, pero lo comprende tan cabalmente que s¨®lo siente el toreo cl¨¢sico, en definitiva, el toreo eterno.
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