La Vuelta se visti¨® de Tour
La Vuelta se visti¨® de Tour por un d¨ªa y conoci¨® los efectos devastadores de alguno de las monta?as que han resultado decisivas en la prueba reina. Quiz¨¢s aquellos espectadores proclives al patriotismo mal entendido hayan entendido la diferencia: la ristra de minutos entre unos favor?tos y otros se sal¨ªa de lo corriente, la no presencia habitual de los animosos escaladores colombianos result¨® un enigma. Igualmente, las t¨¢cticas cambiaron de signo: hubo una ofensiva de largo alcance una lenta batalla de desgaste, no los zarpazos fren¨¦ticos y las m¨¢s de las veces in¨²tiles de la Vuelta. Es un secreto a voces que reconocen los propio organizadores de la prueba espa?ola: "Nosotros no tenemos los Pirineos del Tour en los Alpes del Giro o el Tour" La experiencia ha sido un ¨¦xito.El Tour ha abierto un boquete en la Vuelta pero ha sido respetuoso: la Vuelta se decidir¨¢ por s¨ª misma, en su cumbres aut¨®ctonas, entre lo Lagos y el Naranco. Media docena de corredores tendr¨¢n la ¨²ltima palabra. Un equipo, el Amaya, se convierte en ¨¢rbitro de la situaci¨®n.
La situaci¨®n recuerda experiencias no demasiado lejanas. Un director, en este caso Javier M¨ªnguez, cuenta con una gama de opciones para obtener el podio de Madrid. El resto va en solitario.
M¨ªnguez sabe lo que es contar con, varios favoritos y no guarda muy buen recuerdo de ello. Claro est¨¢ que tambi¨¦n ha vivido ¨¦pocas mucho peores, aqu¨¦llas en las que administraba una escasez supina. Ahora tiene en su. mano defenderse o seguir atacando; puede limitarse a observar; puede intercambiar sus peones. Que haya sobrevivido Montoya le permite, incluso, seguir respirando y so?ar con que la ¨²ltima contrarreloj no necesariamente ser¨¢ su tal¨®n de Aquiles. Sus rivales caminan en solitario: Delgado correr¨¢ con calculadora, Giovanetti buscar¨¢ la rueda que m¨¢s le convenga y Rominger disfutar¨¢ de una situaci¨®n de privilegio a la espera de la lucha contra el crono.
En una situaci¨®n as¨ª, las mayor¨ªas relativas dicen poca cosa. La carrera est¨¢ en un equilibrio inestable. Ha y un cruce de referencias. Por ejemplo, el caso de Delgado, a quien le puede preocupar m¨¢s Montoya y Rominger que el propio Cubino. Cubino est¨¢ a su alcance en una contrarreloj; los otros, no. Al suizo Rominger s¨®lo le deber¨ªa preocupar Montoya en exclusiva. Y a Cubino le deben preocupar muchas cosas.
El caso de Cubino merece un punto y aparte, porque se trata de un corredor maltratado por la fortuna. ?l era el aut¨¦ntico cord¨®n umbilical entre los ¨¦xitos de Delgado y el futuro que se presagiaba a Indur¨¢in. Una rodilla de cristal le ape¨® de numerosos compromisos y con ello sali¨® perdiendo el ciclismo espa?ol.
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