Del botafumeiro al oso asturiano
Los ingredientes m¨¢s dispares diferencian los pabellones auton¨®micos
Sin ¨¢nimo de competir con los grandes, pero con evidente pugna interna, los pabellones auton¨®micos de la Exposici¨®n Universal de Sevilla han derrochado imaginaci¨®n y dinero para mostrar al mundo la idiosincrasia de cada comunidad aut¨®noma vista con los propios ojos. Galicia se identifica con una maqueta a escala de la catedral de Santiago de Compostela y el aut¨¦ntico botafumeiro, mientras Asturias construye su pabell¨®n como un juego que sigue las huellas del oso.
Los pabellones auton¨®micos est¨¢n agrupados en torno al lago de Espa?a, y un recorrido a trav¨¦s de ellos no presenta los inconvenientes que amargan la visita a los edificios m¨¢s taquilleros. Entrar es un gesto inmediato porque la afluencia de p¨²blico no es masiva.Ante el pabell¨®n de Arag¨®n, donde se exhibe, entre otras joyas hist¨®ricas, un manto de la Virgen del Pilar, azafatas que lucen uniformes multicolores invitan al visitante con una sonrisa. El edificio es discreto.
No resalta con un golpe de color como el de Euskadi, donde la ikurri?a da color hasta a los pomos de la puerta principal. Aqu¨ª, los deseos de identificaci¨®n inmediata se manifiestan en la arquitectura exterior del edificio, convertido en una ikurri?a. Los vascos exhiben un documental del pa¨ªs en pantalla de 360 grados, que no acaba de adaptarse a las condiciones del cuerpo humano. Pero es lo que m¨¢s ¨¦xito tiene.
En la planta inferior, una cuidada exposici¨®n habla de la presencia de los vascos en el Descubrimiento, en el contexto de un encuentro entre Europa y Am¨¦rica. Dentro de los europeos, se supone, se incluyen tambi¨¦n los espa?oles.
Asturias y Navarra se han decidido por un toque ecologista. En el primer caso es el bosque asturiano, y m¨¢s concretamente el oso, la verdadera estrella. El edificio, muy vertical y con delgadas columnas de las que cuelga aqu¨ª y all¨¢ un oso de juguete, resulta bastante chocante. Los azafatos, impecablemente vestidos con chaquetas de tonos pastel, inician al visitante en un recorrido marcado por las huellas de un oso irnaginario, que hace pensar en un parque de atracciones. Pero no. Ah¨ª est¨¢ la historia de Asturias, su pasado, su presente y hasta un esbozo de futuro. La nota intelectual y art¨ªstica del edificio la ponen los retratos de todos aquellos que han recibido el Premio Pr¨ªncipe de Asturias. Frente a ellos, las fotograf¨ªas de otros asturianos famosos, o que as¨ª se sienten. La cantante Massiel, el periodista Ram¨®n S¨¢nchez Oca?a, la que fuera presentadora de TVE Angeles Caso y un largo etc¨¦tera.
El r¨ªo truchero de Navarra es corto pero sabroso, y concentra el maximo inter¨¦s de los que visitan este pabell¨®n. Pasa igual con el submarino de Isaac Peral que exhibe la comunidad de Murcia. Pero en este pabell¨®n hay que hacer otro alto para ver detenidamente el autogiro de De la Cierva. En Murcia se han agotado los folletos en espa?ol, pero quedan todav¨ªa en ingl¨¦s, con un Discover Murcia en la portada.
La joven que atiende el mostrador del pabell¨®n de Catalu?a -tallas rom¨¢nicas y pintura moderna, adem¨¢s de una imagen de la industria ya no tan pujante- se lamenta ante unos visitantes que quieren comer en el restaurante de la planta alta: "Lo siento, hay una comida de empresa y est¨¢ completo". Un ni?o le pide en catal¨¢n que le ponga un sello a su pasaporte de la Exposici¨®n Universal. Estos pasaportes se venden en las tiendas de souvenirs a 500 pesetas y, al parecer, han sido todo un ¨¦xito.
Campanas medievales
Paseo adelante se ven las campanas medievales que aporta el pabell¨®n valenciano, colocadas en el exterior y que, seg¨²n la placa explicativa, repicaron en el momento del Descubrimiento de Am¨¦rica.
Un poco m¨¢s lejos se alzan las velas de un barco inm¨®vil que es el pabell¨®n de Baleares. Blanco y con una especie de estanque con aguas que simulan el tono turquesa del Mediterr¨¢neo por esas latitudes.
En Castilla-La Mancha se puede ver de cerca la complicada trama que permite elaborar todav¨ªa los encajes de bolillos. El edificio es modesto y no atrae mucho p¨²blico. Frente al esquem¨¢tico pabell¨®n de Madrid una pareja discute. "T¨² dir¨¢s lo que quieras", dice ¨¦l convencido, "pero esto parece un andamio".
Hay mucho que ver tambi¨¦n en los pabellones de Cantabria, Castilla y Le¨®n, La Rioja -con homenaje a sus bodegas-, Extremadura y Canarias.
Al final del camino est¨¢ el de Andaluc¨ªa. Un edificio rematado por una especie de torre-observatorio de color azul. Azules son tambi¨¦n los frescos de la b¨®veda interior, pintados por Guillermo P¨¦rez Villalta. Ver las pinturas, que corresponden al techo del restaurante del pabell¨®n, vale la pena, aunque no tanto la comida.
Babelia
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