M¨¢s horror
Lo amarraron a la silla. Despu¨¦s tuvieron que desatarlo. Dos horas m¨¢s tarde lo ataron definitivamente y lo gasearon. El condenado, un hombre de 39 a?os de raza blanca, gir¨® la cabeza hacia la familia de su v¨ªctima asesinada 14 a?os antes, e hizo un gesto afirmativo con el que parec¨ªa desear buen provecho a los comensales de la matanza. Mientras sufr¨ªa una agon¨ªa de nueve minutos, que algunos consideran demasiado larga, una c¨¢mara de v¨ªdeo grab¨® en directo los pormenores de la ejecuci¨®n (incluidos los ac¨²sticos) a fin de que un equipo de expertos determine si la aniquilaci¨®n con vapores venenosos de cianuro, en uso en la prisi¨®n de San Quint¨ªn, es cruel o humanitaria.En el primer supuesto, las autoridades de California y las de otros Estados tal vez adopten la moderna inyecci¨®n letal como sistema generalizado de exterminio para los 2.000 condenados que aguardan al verdugo, pues la horca, el fusilamiento o la parrilla el¨¦ctrica empiezan a tener mala prensa.
En el segundo supuesto, es decir, si el v¨ªdeo no llega a poner los pelos de punta a los expertos, la actual pol¨¦mica morir¨¢ -y nunca mejor dicho- por s¨ª misma, ya que el debate actual en Estados Unidos no ata?e al fin propuesto (matar al pr¨®jimo) sino solamente al medio para alcanzarlo.
"Con la guada?a todos bailamos igual, seas un rey o un basurero", hab¨ªan sido sus ¨²ltimas palabras.
Dos d¨ªas despu¨¦s, precisamente un basurero, y no un rey, corr¨ªa la misma suerte en Tejas, donde le suministraron la inyecci¨®n que le produjo la muerte en nueve minutos, sin contar los 40 que tard¨® el matarife en encontrarle la vena. Este hombre, de 35 a?os, no pronunci¨® una frase lapidaria. Como postre hab¨ªa pedido un helado, que empez¨® a comerse derretido en presencia del verdugo y sin c¨¢mara de v¨ªdeo.
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