Pionero en el 'strip-tease'
Francia no es lo que era. Los poderosos vientos procedentes de la ribera occidental del Atl¨¢ntico traen muchos usos y costumbres de Estados Unidos. Por ejemplo, esa filosof¨ªa que sostiene que la vida privada de los pol¨ªticos y otros personajes p¨²blicos debe ser de conocimiento p¨²blico. Los medios de comunicaci¨®n franceses comienzan a romper tab¨²es -o a violar intimidades, seg¨²n se mire-, y, sobre todo, se interrogan sobre una filosof¨ªa que rompe con toda una tradici¨®n nacional.
Un protestante, el ex primer ministro y aspirante socialista a la presidencia Michel Rocard, ha sido precisamente el pionero en el strip-tease sentimental. Hace unos meses, Rocard dio en Le Point detallada cuenta de su divorcio. Todo el mundo sab¨ªa en las redacciones parisienses que el matrimonio Rocard no funcionaba, pero nadie lo escrib¨ªa. Se pensaba que, en virtud de esa norma no escrita de la vida pol¨ªtica francesa que exige que el candidato a la magistratura suprema presente una imagen de intachable vida familiar, los Rocard seguir¨ªan haciendo el parip¨¦.Para explicar por qu¨¦ habia transgredido la norma, Rocard dijo: "Intento reconciliar el hecho, el derecho y el equilibrio privado. Nunca he buscado mi equilibrio en la hipocres¨ªa". Un argumento tan protestante como ¨¦l.
Hasta Rocard, ning¨²n presidente o presidenciable franc¨¦s se divorciaba; ninguno, aparentemente, ten¨ªa amantes o hijos fuera del matrimonio. Aunque, como escribe L'Express, "no es ning¨²n secreto que si Val¨¦ry Giscard d'Estaing y Fran?ois Mitterrand no hubieran seguido una carrera pol¨ªtica, las parejas Val¨¦ry-Anne Aymone y Fran?ois-Danielle habr¨ªan estallado hace ya mucho tiempo".
A las librer¨ªas francesas acaba de llegar un libro llamado Mitterrand se va. Ese libro, firmado con el seud¨®nimo Manicamp, cuenta, entre otros cotilleos, que el ex ministro de derechas Fran?ois Leotard cita a sus "aventuras galantes" en el hotel Raphael. Tambi¨¦n asegura que Mitterrand frecuenta un edificio del Quai Branly, donde tiene una segunda familia, una familia distinta de la p¨²blica, la formada con Danielle.
La prensa francesa comienza a levantar el tel¨®n sobre los secretos de alcoba de los personajes p¨²blicos
Con el t¨ªtulo Su vida privada nos concierne, el semanario L'Express compara esta semana las situaciones de Estados Unidos y Francia. Tras dar los argumentos de partidarios y enemigos de la separaci¨®n entre vida privada y vida p¨²blica, la publicaci¨®n se inclina por lo que llama "la modernidad", es decir, la transparencia norteamericana.En Estados Unidos, recuerda el semanario, las infidelidades conyugales de los aspirantes a la presidencia son un elemento crucial del debate pol¨ªtico. Para explicar ese inter¨¦s por sus secretos de alcoba caben tres explicaciones: un saludable deseo democr¨¢tico de absoluta sinceridad, una visi¨®n de la vida puritana o una voluntad de vender peri¨®dicos a cualquier precio.
Hasta ahora, tambi¨¦n en este terreno exist¨ªa una "excepci¨®n francesa". El pasado 27 de febrero, Peter Gumbel escrib¨ªa en The Wall Street Journal: "En Francia, el hecho de tener una amante obedece a dos reglas. La primera es que se considera aceptable, admirable incluso, que las personalidades p¨²blicas tengan una relaci¨®n extraconyugal. La segunda es que la prensa nunca escribe sobre ello". Durante d¨¦cadas, los franceses contaron con simpat¨ªa la historia de aquel presidente de la III Rep¨²blica que falleci¨® de un infarto cuando hac¨ªa el amor con una dama que no era su mujer en pleno palacio del El¨ªseo.
En el verano de 1990, Edith Cresson, la primera mujer en acceder al cargo de primera ministra de Francia, todav¨ªa defendi¨® en p¨²blico la posibilidad de cometer adulterio y ser, sin embargo, un buen dirigente pol¨ªtico. Cresson, cuyas presuntas viejas relaciones sentimentales con Mitterrand fueron comidilla de su breve paso por el poder, cit¨® el ejemplo del presidente Kennedy.
Periodistas divididos
Pero, como muchas otras "excepciones" francesas, esta tolerancia respecto al adulterio est¨¢ perdi¨¦ndose en la marea irresistible de la norteamericanizaci¨®n del pa¨ªs. La profesi¨®n period¨ªstica est¨¢ ahora dividida. Hay quienes sostienen que se trata de escoger entre el disimulo y la autenticidad, entre la verdad y la mentira. Otros afirman que, a cubierto de ese discurso, penetra en Francia el orden moral puritano e inquisitorial de EE UU.
Para Anne Sinclair, popular periodista de televisi¨®n, "la peligrosa tendencia a mezclar vida p¨²blica y privada, importada de Estados Unidos, es puro y simple terrorismo moral". Pero Sinclair, como observa maliciosamente L'Express, es juez y parte. Vive con un ministro del actual Gobierno socialista, lo que no le impide entrevistar con frecuencia a Mitterrand.
El p¨²blico franc¨¦s comienza a inclinarse contra el disimulo. Una encuesta reci¨¦n publicada por el semanario VSD revela que el 76% de los franceses encuentra normal que, "corno en Estados Unidos", los medios de comunicaci¨®n revelen todo lo que saben sobre la intimidad de los pol¨ªticos. Thierry Pfister, editor y ex consejero de un primer ministro socialista, tiene su explicaci¨®n: "A partir del momento en que el pol¨ªtico deja de poner el acento sobre sus ideas y lo pone sobre su irresistible y seductora personalidad individual, ¨¦l mismo abre la veda de su vida sentimental".
Heinz Wismann, profesor en la Escuela de Altos Estudios Sociales, recuerda: "En las sociedades cat¨®licas, se pod¨ªa llevar una vida privada de una gran libertad siempre y cuando la fachada p¨²blica fuera moralmente edificante. Por el contrario, la moral protestante exige una total coincidencia entre los comportamientos p¨²blicos y privados".
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